viernes, 15 de enero de 2010

Dos polluelos de papagayo avivan esperanzas de supervivencia

Una pareja de papagayos de Guayaquil en el Centro de Conservación de la Fundación Probosque, donde esta semana dos polluelos de esa especie vuelan en el bosque protector.
Los biólogos de la Fundación Probosque están tan felices como padres con hijo recién nacido. El motivo del alborozo son dos polluelos de la especie papagayo de Guayaquil (Ara ambigua guayaquilensis), que dejaron el nido natural descubierto dos meses atrás y ahora vuelan en los alrededores del Bosque Protector Cerro Blanco.

“¡Sí, son los polluelos del papagayo de Guayaquil!”, expresa henchido de emoción Eric Horstman, director de Probosque, organización que maneja la conservación del Bosque Cerro Blanco, donde hay 219 especies de aves, entre ellas el papagayo de Guayaquil, incluido en el Libro rojo del Ecuador como una de las que están en peligro de desaparecer en los próximos cinco o diez años. Se estima que en el país hay entre 40 y 60 individuos.

El momento tan esperado llega tras nueve años de investigaciones para ubicar nidos activos. Para los responsables de Probosque, el nacimiento de los pichones es el preludio de esperanzas de supervivencia.

En los últimos días se vio al padre alimentando a sus polluelos y el pasado miércoles salió volando del nido el segundo de ellos, dice Horstman.

La expectativa se mantuvo desde agosto pasado, cuando a unos veinte metros de altura, sobre la copa de uno de los árboles de pigio (Cavallinesia platanifolia) en una de las manchas de bosque aledañas al área protegida, una pareja de papagayos cuidaba el nido.

“Hemos permanecido en vigilia cerca del nido para protegerlo. Se trataba del descubrimiento del primer nido activo en casi nueve años”, dice.

Campamentos de observación permitieron ver el comportamiento de las aves y registrar, por ejemplo, las salidas del nido del papagayo macho en busca de alimentos.

El seguimiento a la pareja de papagayos se inició tras el aviso de uno de los guardias honorarios del bosque. “Fue una tarde, hace dos meses, cuando al regresar a mi casa vi a los pajaritos en el árbol”, dice el hombre, un agricultor de 67 años, 40 de ellos radicado en la montaña.

Cuenta que como guía de los biólogos del Bosque Protector se enteró del incentivo económico para quienes reporten sobre nidos de papagayos. Por ello se puso en la tarea de buscarlos y cuando dio aviso, afirma, le dieron 40 dólares, aunque le “ofrecieron algo más”.

Junto con los técnicos participó en la vigilancia del nido desde su lugar de trabajo. Mientras eso ocurría, los papagayos recolectaban frutos y semillas, incluso en el mismo árbol de pigio, dice el biólogo Paúl Cun.
La cría de papagayo de Guayaquil (d) junto a uno de sus padres en el nido, días antes de emprender su primer vuelo.
El proyecto de conservación del papagayo de Guayaquil tiene diez años y en ese lapso el problema siempre ha sido la falta de recursos para la investigación y conservación, que han sido reducidos, pese a existir un acuerdo ministerial publicado en enero del 2005 con el cual se creó la Estrategia Nacional de Conservación In situ del Papagayo de Guayaquil, ante las amenazas de extinción.

La declaración del papagayo de Guayaquil como ave símbolo de la ciudad, si bien ha logrado programas en su favor, no ha sido suficiente.

Emprender una investigación y seguimiento con equipos de telemetría (rastreo) para monitorear a las aves desde que salen del nido. Registrar los sitios que frecuentan, lugares de alimentación, anidación y refugio a fin de ampliar los programas de conservación, todo se podría hacer si hubiera recursos, lamenta el biólogo Cun.

No obstante, para fines de este mes está previsto un taller para evaluar en qué medida ha avanzado y qué falta del plan de Estrategia Nacional.

Horstman destaca como positivo uno de los programas de concienciación sobre la protección y conservación del papagayo de Guayaquil, que se desarrolla con el apoyo de la Fundación Ecofound y se dirige a los moradores de los bosques, quienes los protegen como guardaparques honorarios a cambio de incentivos como apoyo en huertos familiares.

Ellos operan desde las manchas de bosques cercanas, porque las 6.070 hectáreas de la zona protegida no son suficientes para los animales. “Nos ayudan a observar nidos de papagayos, como efectivamente lo hizo uno de ellos. Son nuestros aliados”, recalca Horstman.

Conservación: Actividades
Entre los avances de la Estrategia se incluye la preparación y puesta en vigencia de la Normativa del Aprovechamiento y Manejo Sustentable del Bosque Seco, por parte del Ministerio del Ambiente. Dicha normativa incluye posibles vedas para especies como el pigio y cocobolo, que son importantes para aves y animales como árboles nidos y alimentación. Así como exigir a los propietarios que desean realizar explotación forestal que dejen áreas para los papagayos en sus terrenos, si fuera el caso.

Probosque plantea la necesidad de una campaña a los estudiantes sobre la protección al papagayo.
Árbol de pigio en el que anidaron los papagayos.
El pigio sirve de alimento y anidación

El pigio, un árbol que puede alcanzar los 30 metros de altura, cuyas extensas ramas cargadas de flores contienen un fruto parecido a la nuez, es una de las especies de las que se alimenta el papagayo de Guayaquil y el único sitio utilizado por estas aves para anidar.

En el bosque de Cerro Blanco, por la tala indiscriminada años atrás, se calcula que existen unos 20 por cada hectárea de las 6.078 que tiene la zona protegida, caracterizada por ser un bosque seco diferente al de otros países sudamericanos, por sus especies endémicas en flora y fauna como el papagayo de Guayaquil o guacamayo verde mayor.

En un hueco cavado en un pigio en la última etapa de vida, el papagayo hembra pone hasta dos huevos entre julio y agosto y los incuba por 26 días. Mientras, el macho busca comida.

A medida que crece el polluelo, la hembra acompaña al macho por periodos prolongados, pero siempre vigilando que no se acerquen depredadores al nido, como gallinazos o halcones montés. Aunque una de las principales amenazas es la deforestación y tala de estos árboles utilizados para nidos.
Cerca de 90 mil especies de árboles están listas para ser sembradas dentro del área protegida apenas llegue el invierno.

Conseguir alimentos o encontrar el árbol ideal para la anidación resulta cada vez más difícil para las especies del Bosque Protector Cerro Blanco, donde animales como las aves deben volar cada vez más lejos para encontrarlos.

El nacimiento de dos polluelos de papagayo de Guayaquil motiva ahora a reforzar la reforestación con especies nativas de las que se alimentan como el pechiche y pigio, además de orquídeas y semillas, que en el bosque son escasas.

En los alrededores del área protegida, donde se descubrió el nido del papagayo de Guayaquil, los padres tardan más de dos horas en regresar con los alimentos, explica Eric Horstman, director de la Fundación Probosque, que tiene a su cargo el manejo de Cerro Blanco.

Hasta el momento se han descubierto nueve especies de plantas en las que los papagayos encuentran su alimento. La cifra exacta puede ser mayor, pero se desconoce a falta de investigaciones.

La ayuda para la conservación del papagayo no puede esperar. Por ello, una vez conocida parte de las especies de las que se alimenta el ave, en la fundación están listos miles de árboles para ser sembrados apenas caiga el primer aguacero de invierno. “La idea es crear el hábitat para el papagayo de Guayaquil, para que encuentre todos sus alimentos aquí y no tenga que salir del bosque”, expresa Horstman.

Cerca de 90 mil plantas de 35 especies nativas, entre ellas pigio, pechiche, bálsamo, guayacán, fernansánchez y ceibo reciben cuidados en el vivero de la fundación, antes de ser sembradas en el área protegida.

El biólogo refiere que el alto nivel de deforestación dejó en estado crítico la zona y acabó con el bosque primario, y por consiguiente con la vegetación que servía de alimento.

Con la Fundación Probosque se inició el primer proyecto de restauración del bosque en 1993 y hasta la fecha se han sembrado 450 mil árboles de varias especies, con un promedio de supervivencia del 60%.

Aunque en el trópico resulta difícil calcular la edad de los árboles, se estima que en el bosque hay ceibos, guayacanes o pigios, entre otros, de unos 200 a 300 años, dice Horstman.

El plan apoyado por la organización internacional World Land Trust también busca incentivar a los propietarios de terrenos colindantes con el bosque protector, a fin de que se sumen a la siembra de árboles y plantas utilizadas por los papagayos para la alimentación, agrega Horstman.

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