Guachapelí, fernansánchez, guayacán, ovo de monte, bototillo son, entre otras, las miles de plantas que se distribuyen en diversos lugares de Cerro Blanco para la siembra.
Las nubes cada vez más encapotadas anuncian la llegada de las primeras lluvias de invierno. Eso es una buena noticia para la gente que trabaja en Cerro Blanco, pero también una señal de alerta porque el tiempo se acorta para cumplir las tareas previas a la reforestación, antes de que caiga el primer aguacero. Hay mucho por hacer.
Desde hace dos semanas, en las primeras horas de la mañana y de lunes a viernes, un grupo de trabajadores contratados por la Fundación Probosque, a cargo de la protección del bosque Cerro Blanco, moviliza miles de las pequeñas fundas negras tubulares con plantas de diversas especies que fueron cultivadas en el vivero ubicado en las faldas del cerro y las traslada hacia los sectores escogidos dentro de las 6.078 hectáreas que tiene el bosque.
Por estrechas trochas abiertas entre la vegetación del cerro, en una camioneta se trasladan miles de plantas de diversas especies para ser sembradas tras las primeras lluvias.
Hasta el momento se han trasladado cerca de 33 mil plantas de 90 mil existentes en el vivero. Amarillo, fernansánchez, laurel blanco y negro, guayacán, guachapelí, pechiche, jaboncillo, ceibo macho, pijío, bálsamo, colorados son parte de las 35 especies de plantas nativas que se cultivan para reforestar y devolver al bosque su estado natural.
De esas especies de plantas va repleta una pequeña camioneta la mañana del pasado martes hacia la parte alta del bosque, por el lado nororiental. También carga tanques de agua para el riego de otros miles de plantas que fueron dejadas la semana pasada en el sitio, la mayoría tiene las hojas secas o calcinadas por el intenso sol.
Los senderos inaccesibles y arcillosos en época de invierno imposibilitan el ingreso de vehículos, lo que obliga a anticipar el traslado de las plantas y exponerlas al sol, explica Johnny Ayón, técnico encargado de la reforestación del bosque.
El intenso calor también ha impedido el crecimiento de otras especies sembradas en enero pasado. “Este ha sido el año más caluroso y con un invierno corto, incluso con la ausencia de la llovizna entre mayo y septiembre”, dice Ayón mientras observa algunas plantas de guachapelí y fernansánchez que han sobrevivido a ocho meses sin lluvias.
La falta de lluvias y de un sistema de riego incide para que el 30% de la plantas sembradas no sobreviva, anota.
En esos lugares paralelamente se alista igual número de huecos de 25 centímetros de profundidad por 20 centímetros de diámetro para la siembra de las plantas.
Los técnicos esperan que hasta mediados de enero, cuando se espera que caiga el primer aguacero, se hayan distribuido en los sectores respectivos las 90 mil plantas por reforestarse en un espacio equivalente a 90 hectáreas.
Otras 210 hectáreas de árboles se han sembrado en los últimos tres años. La meta es llegar a un total de 600 ha hasta el 2011, refiere el técnico.
El proyecto de reforestación se inició en 1993 y desde ese año hasta la fecha se han sembrado unos 450 mil árboles, indica Erick Horstman, director de la Fundación Probosque.
Las diversas especies de plantas se distribuyen a lo largo de las laderas del cerro. En el caso de pijíos o pechiches, por ejemplo, se los ubica en las partes más altas porque son árboles importantes para el hábitat de aves como el papagayo de Guayaquil, donde esta especie se alimenta de sus frutos y también hace sus nidos en los troncos. La idea es que permanezcan en el bosque, dice Ayón.
La reforestación devuelve la vida al bosque y a su vez permite la vida de 219 especies de aves de las cuales 8 están amenazadas, entre ellas, el papagayo de Guayaquil, que está en estado crítico, según Horstman.
Fuente: eluniverso.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario