jueves, 29 de septiembre de 2011

Identifican 21 nuevas especies dentro de la cordillera del Cóndor

Los Tepuyes, de 4.232 hectáreas, están ubicados dentro del Bosque Protector de la Cuenca Alta del río Nangaritza, en la Cordillera del Cóndor.
Diez nuevas especies de insectos “palo” y tres insectos “hoja”, de esos que se mimetizan entre los árboles; cuatro nuevos anfibios, tres plantas y un reptil, veintiuno en total. Esos son los últimos descubrimientos que acaba de presentar el Programa de Evaluación Rápida (RAP, por sus siglas en inglés), realizados por la Fundación Conservación Internacional en el área de conservación Los Tepuyes, dentro del Bosque Protector de la cuenca alta del río Nangaritza, en la cordillera del Cóndor.

El Programa de Evaluación Rápida consiste en que un grupo de científicos especializados en diferentes áreas se interne en el sitio a estudiar, realizar conteos de plantas, aves y demás elementos dentro del ecosistema; recoger la mayor cantidad de muestras de la flora y fauna para luego analizarla en un laboratorio y diagnosticar el estado de conservación del lugar. En el 2009, un equipo de 20 científicos se internó durante dos semanas consecutivas en Los Tepuyes, de 4.232 hectáreas, en la provincia de Zamora Chinchipe; y después de analizar las muestras extraídas, el 7 de septiembre pasado, se presentaron los resultados.

Se identificaron 17 especies de reptiles, una de ellas nueva.
“Afirmar que encontramos una nueva especie es una gran responsabilidad, por ello la aparente demora. Imagínese comparar todo lo que encontramos con todo lo que ya existe”, explica Juan Guayasamín, investigador y editor del RAP.

En el denso bosque que forma este sitio de la frontera suroeste del país se registraron 274 especies de plantas, 65 mamíferos, 205 aves, 27 anfibios, 17 reptiles, 51 hormigas, 27 insectos con apariencia de hoja y 15 insectos semejantes a un palo.


“La cordillera del Cóndor, por ser un área aislada, es una zona de alto endemismo (con especies únicas de ese hábitat), y el lograr identificar tal diversidad y más de 20 nuevas especies es una forma de revalorizar la zona con el objetivo de que sea protegida”, añade Guayasamín, doctor en Biología Evolutiva y parte del Centro de Investigación de la Biodiversidad y del Cambio Climático de la Universidad Indoamérica.

De 27 especies de anfibios encontradas en Los Tepuyes (Zamora Chinchipe), 4 son nuevas para la ciencia.
Las principales amenazas para la cuenca alta del río Nangaritza, administrada por la Asociación de Centros Shuar Tayunts y la Asociación de Trabajadores Autónomos San Miguel de las Orquídeas, que identificó este estudio, se relacionan con las actividades mineras que se desarrollan en los alrededores de la zona.


Alfonso Ortega, presidente de la Asociación de Trabajadores de la comunidad Las Orquídeas (ubicada a unos dos kilómetros del área de conservación), asegura que su agrupación, junto con el pueblo shuar, han impedido que empresas mineras ingresen a la zona.

Sin embargo, Ortega comenta que es muy difícil proteger el área sin recibir alguna retribución económica. Relata que su asociación ha solicitado, desde hace unos cinco años, al Ministerio del Ambiente (MAE) que se la reconozca como propietaria del área. “Nosotros no queremos trabajar (sembríos o ganadería) en el área protegida, sino conservarla. Pero con un papel de propietarios podríamos incluirnos en el programa Socio Bosque”, dice el presidente de la asociación, refiriéndose al proyecto impulsado por el Ministerio del Ambiente, que consiste en entregar un valor económico a los propietarios de bosques para los que se destina la conservación. Además, añade que su asociación incursionaría en el turismo comunitario.

Sobre este requerimiento, el documento resultante de la Evaluación Rápida recomienda que se implementen planes de reforestación y la inclusión en el Programa Socio Bosque.

Además, en las recomendaciones generales, el documento propone delimitar el área protegida, incluyendo zonas intangibles, científicas y turísticas. “Se deben establecer sanciones claras para aquellas personas que violenten la zona protegida”, enfatiza.

Los insectos palo llevan ese nombre porque se mimetizan entre las ramas. En Los Tepuyes se hallaron quince tipos.

Además propone la creación de un Parque Nacional que incluya las cordilleras del Cóndor y Cutucú. “Este proyecto permitiría la conservación de una de las zonas biológica y culturalmente más diversas de Sudamérica. Sin embargo, para que la creación de este parque realmente sea significativa, se debería prohibir la explotación de su subsuelo”, detalla el documento, refiriendo que en las proximidades del área existe extracción petrolera, además de la minería artesanal y a gran escala.

Mientras tanto, los datos expuestos por el Programa de Evaluación Rápida pretenden ejercer presión sobre las autoridades locales para proteger de mejor manera esta área, expresa Guayasamín, quien resalta la importancia biológica del lugar, pues Los Tepuyes, de la cuenca alta del río Nangaritza, según el informe científico, se conserva intacto en el 98%.

“En nuestros bosques pueden estar las curas para muchas enfermedades, existentes o futuras. Su conservación es esencial”, expone Guayasamín.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Playas ecológicas

Las playas de arena blanca son un atractivo turístico en el mundo.
Desde Las Encantadas 
Paula Tagle
nalutagle@eluniverso.com

Otras maravillas 

“Si me preguntan, Galápagos tiene litorales hermosos. Unos de arena roja, otros de arena blanca, o inclusive verde y negra, pero sobre todo, son playas limpias. Inimaginable encontrarse con una colilla de cigarrillo, ni escarbando”. profundo”.

¿Dónde están las playas de arena blanca? ¿Las que se promocionan en propagandas de cigarrillos y cervezas, idílicas y perfectas? ¿Existen en Galápagos? ¿Largas, nítidas, de granos cristalinos?

Pues no, no es precisamente eso lo que prima en las islas. Son contadas, y sí, son muy bellas. Como el estereotipo caribeño, tal vez playa Gardner, en la isla Española, o Tortuga Bay en Santa Cruz, y como olvidar Puerto Villamil, en Isabela, con olas largas reventando en límpidas arenas color espuma, con manglares y flujos de lava en sus linderos.

Pero me pregunto, por qué nos dejamos influenciar por ideas preconcebidas, que nuestros gustos también se “globalicen”, sin permitirnos apreciar que en cada geografía, con morfología y texturas únicas, existen maravillas para embelesarnos.

Yo prefiero mil veces un balneario con rocas llenas de vida marina que una aburrida, interminable playa de arena uniforme. Que haya colores, muchos, mangles de raíces rojas, basaltos negro azabache, verdes montes salados, y en el agua, damiselas de labios naranja, peces ángeles con bandas blancas de cuerpos azulados, de vez en cuando una alegre tintorera. Y sobre todo, cero basura, ni una funda plástica, ni una colilla de cigarrillo, ningún vestigio de visitación humana irrespetuosa, sin sensibilidad ni buenas costumbres.

Eso vale para mí mucho más que cien litorales de sílice transparente, que en nuestra costa continental existen, y ciertamente admirables, pero inundados de basura. Por todos lados, botellas de cerveza, envolturas de “tangos”, que ni a los niños se les enseña desde pequeños a respetar y cuidar lo que debería ser tesoro nacional.

En las noches las playas se convierten en discotecas, que está bien divertirse, sin embargo, el estruendo espanta e igualmente contamina; y luego de la fiesta quedan todavía más pilas de desperdicios indescriptibles.

Muy romántico hacer fogatas, cantar a todo pulmón junto a algún amigo guitarrista con talento. Pero hay que percatarse de si estamos en sitio de anidación de tortugas, que no solamente Galápagos es rico en vida silvestre, y hay que cuidar que las rastreras no se quemen, que ellas evitan la erosión y justamente se encargan de la construcción misma de las playas.

Me encanta mi país, y amo Canoa, antes tan aislada y tan fresca, hoy cubierta de carpas coloridas, y con quioscos ruidosos y en desorden. Punta Carnero, mi sitio encantado desde que era niña, y ya quedándose sin arena porque o se la llevan o cortan sus Ipomeas para hacer canchas de vóley o “malles” de temporada que duran apenas meses, cuando su impacto se siente por lustros. Salango, que podría ser grandiosa, tiene una fábrica de harina de pescado en sus orillas que por décadas ha emanado gases con ácido sulfhídrico y trimetilamina. No es agradable, ni estéticamente ni para el olfato, que la pestilencia cubre millas cuadradas a la redonda. 

Sí, si me preguntan, Galápagos tiene litorales hermosos. Unos de arena roja, otros de arena blanca, o inclusive verde y negra, pero sobre todo, son playas limpias. Inimaginable encontrarse con una colilla de cigarrillo, ni escarbando profundo. ¿Por qué no pueden ser así todos los balnearios de nuestro país?
 
Fuente: La Revista Guayaquil, Ecuador

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