domingo, 21 de agosto de 2011

En Galápagos habita un gigante misterioso, el tiburón ballena

El tiburón ballena tiene manchas en la parte superior del cuerpo, únicas en cada individuo. Estas facilitan su identificación.
Impresionante. Esa es la palabra repetida por aquellos que han buceado cerca de un tiburón ballena. Jonathan Green, científico, fotógrafo marino y buzo con 25 años de experiencia, comenta: en 1989 fue la primera vez que vi un tiburón ballena (al que descubrió en las Encantadas). Pregunté sobre su biología y comportamiento, pero nadie sabía nada. Ahora, al fin, a través del Proyecto Tiburón Ballena de Galápagos, empezamos a estudiarlo.

Green ha buscado financiamiento para investigar a esta especie por más de diez años y en el 2009 su idea empezó a consolidarse. Después de acompañar a George y Kymberly Rapier, dos estadounidenses de la fundación WellMed que quedaron fascinados tras bucear entre tiburones ballena en las Galápagos, les propuso aportar económicamente con el estudio científico y estos donaron más de $ 250.000. Además, el proyecto recibe apoyo de la Fundación Conservación Internacional.

En junio pasado, el Parque Nacional Galápagos (PNG) de Ecuador, las fundaciones Charles Darwin y WellMed y la Universidad de California Davis, de Estados Unidos, emprendieron lo que hasta ahora se denomina el más ambicioso proyecto para desentrañar los misterios que rodean al tiburón ballena, una especie gigantesca que ha estado en los océanos desde hace al menos 60 millones de años y de la que se conoce casi nada, aseguran las instituciones.

Mathías Espinosa, buzo con más de 20 años de experiencia en Galápagos, dice que cuando vio por primera vez al pez más grande del mundo su corazón se quedó paralizado. “Ver a un tiburón ballena es el sueño de todo buzo”, asegura. Describe que las reacciones de los turistas que ha acompañado a esa expedición son diversas: algunos se quedan quietos bajo el mar y otros mueven todas sus extremidades, como saltando dentro del agua. 

Pero la historia que más le ha impactado se remonta a 1990, cuando acompañó a una pareja suiza. “Álex y Eva (esposos) salieron encantados y se regresaron a su país muy felices”, recuerda. Cinco años después, Álex volvió a Galápagos y tomó el mismo tour para bucear con el pez más grande del mar. Mathías preguntó por Eva y Álex dijo: Está en mi mochila.

Eva había muerto de cáncer al pulmón y su último deseo fue que sus cenizas sean depositadas en el mar que rodea a la isla Darwin, donde había nadado con el tiburón ballena. “Ella me dijo que había sido el lugar que más le había impresionado en la vida”, le comentó Álex.

En la Reserva Marina de Galápagos (RMG), estos tours no son muy comunes, pues solo llegar hasta estas islas toma catorce horas de navegación, casi ninguna empresa va por menos de siete días y el costo oscila entre cuatro y cinco mil dólares, explica Espinosa.

Hasta ahora, los datos estimados del tiburón ballena refieren que puede medir hasta 18 metros, que puede llegar a vivir unos 70 años, que alcanza su madurez sexual como a los 30, que se alimenta de plancton (microorganismos que viven en el mar), principalmente, y que prefiere las aguas tropicales de Australia o el Caribe. 
El tiburón ballena, que se encuentra en la categoría de especie vulnerable en la lista roja de la Unión Internacional por la Conservación de la Naturaleza (IUCN), llega a las islas Darwin y Wolf, en el norte del Archipiélago de Galápagos, entre junio y noviembre, cuando el agua está más fría, tiempo que aprovechará el Proyecto Tiburón Ballena de Galápagos. 
Eduardo Espinoza, científico del proyecto, relata que la primera expedición empezó el miércoles 6 de julio y duró doce días. En este tiempo, un grupo de siete científicos de las instituciones nombradas logró marcar (colocar dispositivos satelitales) a catorce tiburones ballena, de los cuales trece son hembras y once están preñadas.

Con este marcaje, los científicos podrán rastrear a los tiburones a unos 1.000 kilómetros de la costa de Ecuador, en aguas del océano Pacífico, y empezar a procesar la información que les permita cumplir los principales objetivos del estudio: conocer los patrones de migración, identificar el índice de abundancia de la especie y saber por qué la mayor parte de tiburones hallados son hembras y están preñadas, además de descubrir dónde alumbran a sus crías.

Alex Hearn, científico de la Universidad de Davis, relata que una de las particularidades que viven durante el marcaje del tiburón ballena es que este aparece de repente. “Primero vemos solo una sombra, no sabemos si es un tiburón o un cardumen de peces, y de pronto, lo vemos, enorme”.

Este proyecto está enmarcado dentro de un plan estratégico de monitoreo de las principales especies de tiburones en la Reserva Marina de Galápagos, que se lleva a cabo desde hace cuatro años, donde ya se han marcado tiburones de otras especies como por ejemplo el tiburón martillo.

La primera etapa de marcaje se completó el 20 de julio y tienen previstas otras dos de unos doce días cada una; la siguiente será entre septiembre y octubre y la última entre noviembre y diciembre de este año.

Mientras tanto, las marcas instaladas ya han emitido las señales de las posiciones donde ahora se encuentran estos tiburones y muestran que la mayoría de ellos se ha dirigido hacia el oeste del Archipiélago. 

Las primeras informaciones reveladas por los tiburones marcados arrojan resultados sorprendentes, dice Espinoza: una hembra joven de 4,2 metros en una semana se alejó 2.500 kilómetros al oeste de Galápagos, en un recorrido coincidente con corrientes marinas, mientras que otros tres adultos siguen en el Archipiélago.

En tanto, Green resalta la importancia de esta investigación, pues según el científico, el riesgo de extinción se evidencia porque “en los últimos años se han visto cambios en la población de los tiburones ballena tanto en el tamaño (reducción) como en la frecuencia de avistamientos”.

Green explica que los tiburones ballena son víctima de caza debido a la demanda del mercado asiático por las aletas de tiburón. “Un juego de aletas del tiburón ballena puede llegar a venderse entre quince y veinte mil dólares, por eso debemos protegerlos”, comenta. 

Pero los científicos se muestran optimistas. “Si las cosas salen bien este año el proceso de investigación se puede extender por tres o cuatro años”, dice Espinoza, y añade que este programa tiene como finalidad el impulso de estrategias de conservación para el misterioso gigante de gigantes.

sábado, 13 de agosto de 2011

Cutín de bambú, nueva especie hallada en Ecuador

El cutín de bambú mide entre 20 y 25 milímetros.
Su cuerpo café claro le había permitido camuflarse entre la abundante hojarasca de la Reserva de Vida Silvestre Mazar, ubicada en Cañar, en los alrededores del Parque Nacional Sangay. Sin embargo, sus resplandecientes pintas rojas y amarillas ¬entre el abdomen y las patas¬ la delataron ante los ojos de Alejandro Arteaga, estudiante de segundo año de Biología de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE).

Se trata de una nueva especie de rana, de entre 20 y 25 milímetros de longitud, que, según lo que se conoce hasta ahora, se encuentra exclusivamente en esta zona de Ecuador. 

Arteaga, un venezolano de 19 años que reside en Ecuador desde hace cuatro, visitó por primera vez la Reserva de Vida Silvestre Mazar a mediados del 2009. Fue “por simple curiosidad”. Pero cuando ingresó a esta zona ¬1.800 hectáreas manejadas por la Fundación Cordillera Tropical¬ asegura haber pensado que, en aquel denso bosque, seguramente habitaban especies aún no descubiertas. Este amante de los anfibios no se equivocó.

Un año más tarde, aproximadamente, Arteaga concretó una visita con propósitos investigativos. Apoyado por la Fundación Cordillera Tropical y la PUCE, hizo un estudio de tres semanas en el que identificó a la especie denominada cutín de bambú (Pristimantis bambu). Cutín, por el género de anfibios al que pertenece; y bambú, por el bosque donde habita, lleno de esta especie vegetal.

El cutín de bambú es una de las más de 400 ranas del género pristimantis, el más numeroso del mundo. Las especies de este grupo viven generalmente en los bosques tropicales de América Latina y la cutín de bambú es exclusiva de los parches de bambú dentro de los bosques montanos (de altura), en la Reserva de Vida Silvestre Mazar, según especifica una publicación de Cordillera Tropical. 

Entre las particularidades de este anfibio se destaca su forma de reproducción. Estos no presentan el estado de renacuajo, como generalmente sucede en estas especies. En su lugar emergen de los huevos que han sido depositados en el bosque con la forma de una pequeña rana.

Los bosques y páramos que alberga la Reserva de Vida Silvestre Mazar están ubicados entre los 2.800 y 3.600 metros sobre el nivel del mar, donde ya se ha identificado a otras especies de anfibios. En el 2008, los biólogos Martín Bustamante y Joseph Mendelson, también de la PUCE, descubrieron y nombraron a la rana cutín de Mazar (Pristimantis gagliardoi), referida en investigaciones como “cachuda” por las pequeñas puntas en su cabeza y espalda. 
A inicios del 2010 se encontró la especie ahora denominada cutín de bambú en la Reserva de Mazar, en Cañar.
Después, en el 2009, Arteaga encontró tres individuos de la rana venenosa andina (Hyloxalus anthracines) en un pequeño arroyo de montaña, en una altitud cercana a los 3.000 metros. Se creía que la especie estaba extinta y ahora se la considera en peligro crítico.
 
Para nombrar formalmente a la rana cutín de bambú, Arteaga y Juan Guayasamín, doctor en Biología y catedrático de la Universidad Tecnológica Indoamérica, estudiaron sus rasgos físicos, cantos y preferencias de hábitat. Pero para tener la certeza de haber identificado realmente una nueva especie, se necesitaron análisis genéticos. 

Estos se realizaron en Estados Unidos, desde donde les confirmaron que no se había registrado antes el ADN de una rana con pintas rojas y amarillas entre el abdomen y patas.

Con esa certificación, Arteaga y Guayasamín difundieron la descripción de la especie en la revista científica Zootaxa, una publicación de circulación internacional que se especializa en animales. El artículo fue incluido en la edición de mayo. 

Aunque Arteaga reconoce que hace falta investigar más sobre la población, la alimentación y los hábitos de esta rana, él espera que este descubrimiento incentive a diferentes organizaciones a aportar económicamente en proyectos de exploración científica, ya que hasta ahora solo se puede especificar que esta especie es nocturna porque es más activa durante la noche. 

Encontrar a la rana cutín de bambú en esta área muestra que las tierras ubicadas en la parte sur del Ecuador, tanto públicas como privadas, son sitios críticos para la conservación de la biodiversidad, debido a la presencia de especies vulnerables y amenazadas de plantas y animales. Así lo alertan los comunicados de la Fundación Cordillera Tropical, 

“La promesa de futuros descubrimientos en la zona es una opción tentadora a ser contemplada por los investigadores y sirve como una motivación para que grupos de conservación apoyen y colaboren con la administración privada de tierras”, comenta Catherine Schloegel, directora ejecutiva de esta organización. 

Después de la publicación internacional en la revista Zootaxa, reconocida por la comunidad científica, Arteaga es optimista y espera que sea el inicio de muchas exploraciones y estudios en esta zona de Ecuador, donde cree aún queda mucho más por descubrir.

miércoles, 10 de agosto de 2011

El inodoro ecológico seco, una propuesta ecuatoriana

La Fundación In Terris, de Guayaquil, es una de las instituciones seleccionadas por la Fundación Bill & Melinda Gates, como parte del programa Grand Challenges Explorations (Explorando Grandes Retos) que financia investigaciones innovadoras que ayuden a promover la salud y el desarrollo.

La organización recibió 2.600 propuestas de todo el mundo, pero solo se escogieron 88. Seis de ellas provienen de Sudamérica y solo una de Ecuador. Cada una recibe $ 100 mil.

El ecuatoriano Marcos Fioravanti y los estadounidenses Chris Canaday y Charles Henry, investigadores en saneamiento y desarrollo sostenible, propusieron, a través de In Terris, ahondar durante 18 meses en una investigación para promover la salud global a través del desarrollo de un sanitario ecoeficiente que no use agua ni energía y que, además, produzca abono para plantas.

Fioravanti explica que el concepto del inodoro seco está basado en el diseño tradicional de una letrina, pero que, a diferencia de ella, su propuesta añade un sistema de procesamiento de desechos que mezcla estos residuos con aserrín o algún material secante, acelerando así la transformación de estos en abono orgánico.

Desde que recibieron el dinero, en mayo pasado, los investigadores exploran en la creación de un inodoro de una sola pieza de plástico reciclado y que pueda ser instalada en cualquier lugar, especialmente en zonas rurales sin acceso a redes sanitarias. En estas zonas se busca también incentivar la creación de empresas comunitarias que se encarguen de recolectar el abono producido para que pueda ser usado en la agricultura, en programas de reforestación, entre otros.

Pero, ¿qué sucede con los desechos almacenados? Después de haber sido procesados por un sistema continuo que transforma aquellos desechos orgánicos en abono, estos caen en una caja subterránea. Desde ese lugar ya se puede tomar el material sin riesgo alguno de contaminación, señala la propuesta ecuatoriana. Este proceso toma alrededor de un mes.

Pero el planteamiento tiene una visión intercontinental. In Terris busca que el inodoro ecoeficiente pueda ser producido en serie y distribuido en Latinoamérica, África y Asia.

Fioravanti expone que por el momento están trabajando, principalmente, en tres frentes: establecer alianzas con universidades, para realizar monitoreos científicos del abono resultante de los inodoros abono; generar acuerdos con las industrias, para lograr la producción masiva del inodoro; y coordinar estrategias con el sector financiero, para que este otorgue créditos a los posibles usuarios de inodoro ecológico seco.

domingo, 7 de agosto de 2011

Festín en Galápagos

Desde Las Encantadas 
Paula Tagle
nalutagle@eluniverso.com

Pingüinos de cacería  

”No quedan más que mil doscientos individuos en las islas, por tanto, el pingüino de Galápagos es una especie en peligro de extinción, y se teme que este año su población se vea aún más afectada”.


Hoy los pingüinos estaban de fiesta, o más bien digamos, hicieron la fiesta con nosotros. Pasó esta mañana, y otra vez, en la tarde. Mientras los turistas hacían buceo de superficie en la isla Bartolomé, un par de pingüinos se acercaron curiosos. No podemos estar seguros si era por la gente en el agua, o por la cantidad de pececitos, la mayoría sardinas pequeñas, que constituyen un manjar en su dieta.


Los huéspedes no se movieron de su sitio, flotando silenciosos para admirar la persecución de estas aves, que vuelan bajo el mar, tras estos peces que se refugiaban en cardúmenes espesos, pues estando en montón el riesgo de convertirse en presa disminuye.


Luego las sardinitas se escabulleron también entre las personas, y como para los pingüinos, como para casi todas las criaturas de Galápagos, los humanos somos simplemente una pieza más del ambiente, sin ninguna pena o consideración, empezaron a picotear a los buzos en busca de su botín.


Son pingüinos chiquitos los de Galápagos, para unos autores los segundos, para otros los terceros más pequeños del planeta, así que sus picotazos nunca pueden ser demasiado dolorosos. La gente estaba fascinada, las sardinas aterradas, y los pingüinos inmutables dedicados a lo suyo, conseguir alimento.


Parece que no ha sido un buen año para los pingüinos de Galápagos. El agua está un poco más caliente que lo normal, disminuyen los afloramientos marinos, por tanto el sustento en el océano escasea. Algunos compañeros guías están seguros de que los pingüinos se ven más delgados (yo, la verdad, no puedo decir que me haya percatado de estas justas diferencias), pero eso sí, han dejado de “cantar”, y si no hay canto es porque no existe interés por reproducirse, y el único motivo para eso, es la falta de comida.


Científicos de la estación Charles Darwin nos han pedido que reportemos cualquier anomalía en su comportamiento. Que si los oímos hacer ese sonido tan particular de la época de reproducción, tal como el gemido de un burro, que si disminuyen los números, si notamos la presencia de juveniles. No es fácil tener control sobre lo que ocurre en este archipiélago.


Las islas son muy distantes unas de otras, se necesitarían recursos increíbles para poder enviar científicos o guardaparques en todas las direcciones a tomar datos. Para eso estamos nosotros, los guías de Galápagos, los ojos del Parque Nacional, tanto como para hacer respetar sus reglas, con la obligación de informar cualquier irregularidad o falta observada, como para ayudar con reportes de comportamiento animal, cambios en la vegetación, avistamientos marinos.


En Sombrero Chino, otro pequeño islote donde existe una diminuta población de pingüinos, los vimos otra vez pescando como locos. Otra vez se mezclaron entre la gente, pero en esta ocasión fueron un poco más avezados, ahora mordiscaban cabellos, prefiriendo largos y rubios, y buscaban dedos, tal vez con la ilusión de que se convirtieran en sardinas, al punto que la gente tuvo que esconder las manos.


Una fiesta para los turistas, no sé qué tanto para los pingüinos, que este rato no están para pasarla bien, su prioridad es buscar alimento. No quedan más que mil doscientos individuos en las islas, por tanto, el pingüino de Galápagos es una especie en peligro de extinción, y se teme que este año su población se vea aún más afectada

Fuente: La Revista Guayaquil, Ecuador

sábado, 6 de agosto de 2011

El cálido mar de la Isla de la Plata, un elíxir para las ballenas jorobadas

EFE | PUERTO LÓPEZ
Las cálidas aguas de la Isla de la Plata, frente a las costas de Ecuador, se convierten entre junio y septiembre en un elixir que atrae a cientos de ballenas jorobadas que llegan desde Antártida.

Se calcula que son más de 2.000 las que abandonan ese gélido hábitat para avanzar más de 16.000 kilómetros a aguas ecuatoriales en el océano Pacífico, bordeando la silueta de Suramérica por Perú y Colombia, pasar por Costa Rica y llegar hasta México.

Muchas de ellas se quedan en el mar de Ecuador, frente a las costas de la provincia de Manabí, donde encuentran las condiciones propicias para comer, aparearse y parir.

La confluencia en la línea ecuatorial de las corrientes fría de Humboldt y cálida de El Niño convierten a esa zona marina en una tibia bañera, ideal para estos grandes cetáceos.

Su presencia ha sido aprovechada por el hombre y su mercado turístico, que ha visto un buen negocio en las danzas y saltos espectaculares de estos animales.

A las jorobadas no parece interesarles el comportamiento humano y en determinados momentos del día brindan un espectáculo sin igual, con los acrobáticos saltos de sus voluminosos cuerpos, de entre 9 y 15 metros de largo y hasta 30 toneladas de peso.

Juguetean muy cerca de la Isla de la Plata, situada a 40 kilómetros al oeste de Puerto López y cuya orografía, fauna y flora son muy parecidas a las de las Galápagos, alejadas casi mil kilómetros en el océano.

En Puerto López dos son los paquetes más promocionados para avistar a los cetáceos: una ruta para verlos en el mar y otro para, además de ello, visitar la Isla de la Plata.

El primero cuesta unos 20 dólares y toma unas cuatro horas, mientras que el segundo duplica el valor y el tiempo.

Milaidy es una joven operadora que ofrece los tours a los cientos de turistas que deambulan por el malecón de Puerto López donde, además, decenas de chiringuitos ofrecen típicas comidas con productos del mar y refrescantes bebidas de frutas exóticas.

Los extranjeros prefieren el trayecto hasta la Isla de la Plata, donde logran acercarse a la realidad de las Galápagos, la joya de la corona del turismo ecuatoriano.

Cientos de miles de aves la pueblan. Piqueros de patas azules, gaviotas y fragatas, algún albatros, pinzones, lagartijas y hasta lobos marinos habitan en la Isla de la Plata, de unas 1.200 hectáreas de superficie.

La isla forma parte del Parque Nacional Machalilla y está protegida por el Estado, no tiene habitantes, aunque posee una edificación para albergar a los guardias del Ministerio de Turismo, que se turnan para vigilar su conservación.

Galo, uno de los guías turísticos de la zona, explicó a Efe que hay dos versiones sobre el nombre de Isla de la Plata. La primera tiene que ver con los supuestos tesoros escondidos en ella por el pirata Francis Drake, famoso en el siglo XV por atacar galeones españoles.

Sin embargo, la versión más aceptada es que así la bautizaron los marineros que, en días soleados, la veían a lo lejos brillar como si fuera de plata, por el reflejo argentado que refleja la gran cantidad de estiércol de las miles de aves que pueblan sus acantilados.

El guía recuerda que muchas personas, en el pasado, escudriñaron la isla en busca de los supuestos tesoros de Drake, pero se desconoce si los encontraron o no.

Pero, según Galo, el verdadero tesoro de la isla es su esplendorosa vida natural, su bosque seco tropical y las ballenas jorobadas.

Al estar protegida, sólo una decena de yates turísticos están autorizados a realizar la travesía entre Puerto López y la isla y cada embarcación puede trasladar un máximo de dieciocho visitantes.

En temporada, unos 20.000 turistas realizan el tour a la Isla de la Plata, aunque son muchos más los que prefieren sólo el cómodo trayecto para el avistamiento de ballenas.

El incremento de este tipo de turismo y de la pesca artesanal en la temporada ha llevado a las autoridades a aplicar estrictas normas para minimizar los efectos de las actividades humanas sobre los cetáceos.

Después de todo, son las ballenas jorobadas las verdaderas amas de la gigante piscina que las espera todos los años frente a las costas ecuatorianas.

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