sábado, 25 de mayo de 2013

Pájaros ostreros

El ostrero americano tiene un pico largo y rojo anaranjado.

Desde Las Encantadas
Paula Tagle Saad

La pareja de Galápagos

“A través de los pájaros entendemos y apreciamos el medio ambiente. Los ostreros fueron mi primera especie favorita. Un par de ostreros se robaron mi corazón”.

Una de las aves que más me impresionó cuando descubrí mi pasión por los seres alados fue el ostrero americano.

Para mí, veinte años atrás, el observar pájaros era tarea de locos. No entendía la obsesión de andar con binoculares tratando de identificar los colores de la panza o del cuello de un pajarito fugaz. Había tantas otras cosas que descubrir, que me parecía un antojo neurótico ese de querer tachar todas las especies de una lista de aves.

Poco a poco le fui cogiendo el gusto, y hoy me parece una afición encantadora. Desarrolla el sentido de observación al máximo, además, qué puede ser más inofensivo para la naturaleza que un humano mirando hacia la copa de los árboles; peligroso eso sí para el humano, que suele tropezarse por no fijarse por dónde pisa. Sobre todo, a través de los pájaros entendemos y apreciamos el medio ambiente.

Así que, volviendo a los ostreros, ellos fueron mi primera especie favorita. No así los piqueros patas azules, que cubrían bulliciosos los senderos, o los de Nazca, con sus comportamientos fratricidas, también abundantes; a mí me atrajeron los colores sencillos y contundentes del ostrero, pancita blanca, cuello y alas negros y pico extremadamente rojo. Fueron un par de ostreros los que se robaron mi corazón. Nunca les di nombre, pero sí a sus sucesivos polluelos que me tocó ver desarrollarse desde que fueran huevos.

Los ostreros son monógamos, así que por tres años seguí de cerca la vida de esta misma pareja que habitaba Puerto Egas, en la isla Santiago. Cuando descubrimos su primer nido, lo rodeamos de una pequeña muralla de lava, para que nadie se confundiera caminando sobre los huevitos; un nido de ostrero está conformado simplemente por unas cuantas piedritas amontonadas, sin mayor orden, y los huevos son blancos salpicados de puntitos negros, que así están camuflados contra predadores, pero no a prueba de despistados.

Del primer nido nacieron Christian y Tavito, así los llamé y así los quise por más de seis meses, en que cada semana los encontraba a lo largo de la costa de Puerto Egas junto con sus padres. Al principio tanto el macho como la hembra les traían pedacitos de erizo, pero luego se iba la familia entera a buscar sayapas o cualquier criatura de entre mareas. Tienen el pico tan fuerte que pueden incluso abrir ostras, pero en Galápagos su dieta consiste básicamente en cangrejos y erizos.

Y así, en mi primer año de guía en las islas, gasté cientos de rollos (porque era época de rollos) en la evolución de Christian y Tavito. Una preciosura de pequeños, que nacieron ya con plumón y patas fuertes para caminar, y se convirtieron en hermosos adultos, que un día no estuvieron más.

Al año siguiente, la misma pareja tuvo a Ramita, y en su tercer año, a pesar de haber puesto dos huevos, solo sobrevivió Tavito II. Luego me fui de las Encantadas por un tiempo y me perdí de seguir esta historia de amor. Sin embargo, como los ostreros pueden vivir hasta veinte años y suelen ser fieles a su territorio, tengo la ligera sospecha de que aquella pareja que sigo observando en las costas de Santiago se trata de mis viejos amigos, aquellos que despertaron en mí el cariño por las aves.
Fuente: La Revista Guayaquil, Ecuador

martes, 21 de mayo de 2013

Naturaleza ‘encantada’: lagartijas de lava

La lagartija de lava de Galápagos es depredadora por excelencia y de vez en cuando come flores, hojas; es oportunistamente herbívora.
Desde Las Encantadas
Paula Tagle Saad
Estos animalitos son únicos en estas islas. Se han diversificado en nueve especies diferentes y tienen estrategias de supervivencia bastante interesantes.
Conocemos bien el cuento de que al cortarle la cola, el animalito sigue vivo, sale corriendo y eventualmente regenera un nuevo apéndice. Esto no ocurre con las iguanas mayores, como la iguana verde o la marina, parientes de las lagartijas (misma familia, guanidae, pero subfamilias distintas).
Cabe anotar que es una muy útil estrategia. Ante la presencia de un depredador, la lagartija sacrifica un pedazo de sí misma para salvar la mayoría de su integridad. La cola que regenera nunca va a ser igual, siempre más corta, y ya no de hueso, sino de cartílago (con terminaciones óseas para lograr movilidad), pero es una privación que vale la pena.
¿Y qué del ingenio de algunas lagartijas machos? Cuando son jóvenes aprenden a caminar como hembras, a hacer  flexiones de pecho típicas de las féminas, confundiendo a los machos dominantes y evitando convertirse en su almuerzo. Porque una lagartija macho  ingiere lo que sea, plantas, animales y también, para de paso eliminar competencia, cualquier otro macho joven que pudiera en el futuro causarle problemas.
Cada una de las nueve especies de lagartijas es única a su isla específica, y tiene su forma particular de comunicarse. Las flexiones de pecho sirven para delimitar territorio, enviar mensajes amorosos y quién sabe qué cosas que jamás entenderemos.
Es una ingeniosa estrategia de los machos aprender ambos estilos, así minimizan los malos ratos. Eso sí, llegado el momento preciso, con el tamaño debido, se declaran machos dominantes y ya no tienen nada que temer. La naturaleza no deja de sorprenderme con la creatividad y artimañas de sus criaturas; no fuimos los humanos quienes inventáramos el “aparentar ser”, eso ya ocurre en el planeta desde hace millones de años.
¿Y cómo así tantos tipos de lagartijas en un solo archipiélago? Se cree que el ancestro de las mismas llegó en dos ocasiones espaciadas en el tiempo. Una primera vez arribaría a las islas del sur, y una segunda, a las islas del centro y norte. Luego, en aislamiento, en hábitats ligeramente distintos, evolucionaron de manera única hasta que hoy hablamos de nueve especies completamente diferentes en su ADN, todas a partir del mismo ancestro del género microlophus.
No hay que confundir iguanas con lagartijas, a pesar de ser de la misma familia. Las lagartijas casi no tienen espinas, contrario a lo que ocurre con las iguanas. Las iguanas se valen de las uñas para obtener ventajas de alimentación o escape, mientras que para las lagartijas las uñas de las extremidades  sirven para la cacería, dándoles habilidades motrices para obtener su alimento.
Las iguanas propiamente dichas son omnívoras, y eventualmente se alimentan de presas animales, como insectos, por ejemplo, es decir, son oportunistamente carnívoras si se da la posibilidad. En cambio, las lagartijas son depredadoras por excelencia,  de vez en cuando comen flores, hojas; oportunistamente herbívoras si la vegetación abunda. Tenemos suerte de que las lagartijas de lava sean pequeñas. Qué pasaría de contar con criaturas tan grandes como el dragón de Komodo que es, por sus características, una lagartija, no una iguana.
Las caminatas por las islas no serían tan placenteras, con el riesgo de ser devorados por lagartijas monstruosas, que no dudo nos contemplarían como apetitoso plato de mesa.
Fuente: La Revista Guayaquil, Ecuador

lunes, 13 de mayo de 2013

El misterio de Cochasquí

Las pirámides de Cochasquí guardan un aire enigmático. Su nombre viene de las voces ‘cochas’ (lago) y ‘qui’ (centro), por lo cual significa ‘centro del lago’.

Moisés Pinchevsky
A 65 kilómetros al norte de Quito, el escenario andino abraza el misticismo de 15 pirámides truncas preincaicas cuyo propósito aún se desconoce.
El Parque Arqueológico Cochasquí y sus pirámides parecen querer competir (o sintonizarse) con un paisaje embellecido por los volcanes Pichincha, Cotopaxi, Cayambe e Illiniza, que señalan con su majestuosidad al cielo celeste de la zona norte de nuestro país.
A diferencia de tales elevaciones, estas quince pirámides construidas con bloques de cangahua (material volcánico) no tienen cúspides afiladas para fusilar las nubes, ya que son montículos truncos con sus cumbres planas.
Pero, en cambio, nueve de ellas poseen plataformas que conectan el suelo con su punto más alto, evidenciando quizás un propósito práctico del cual solo se pueden tejer hipótesis lanzadas por los arqueólogos que han quedado maravillados por este complejo manejado desde 1981 por el Gobierno Provincial de Pichincha.
En 1932, el arqueólogo alemán Max Uhle realizó excavaciones que sugerían que las pirámides de Cochasquí eran centros ceremoniales donde se hacían ritos sagrados, lo cual tiene como un argumento el hallazgo de 576 cráneos hallados dentro de una de las estructuras.
Otra hipótesis apunta a que, además de sus propósitos religiosos, las pirámides eran la base de chozas circulares que alojaban a las autoridades de las culturas habitantes, los quitu-caras y, posteriormente, los incas.
Tal teoría es de otro alemán, Udo Oberem, quien junto con el Grupo Ecuador (conformado por científicos alemanes de la Universidad de Bonn) hizo trabajos en la zona en 1964 y 1965, encontrando plataformas de barro cocido construidas sobre las pirámides.
Valentín Yurevich y luego Adolfo Holguín, concluyeron que tales estructuras posiblemente tenían un uso astronómico debido a que tienen una sola orientación. Y en la única plataforma excavada ampliamente, en la pirámide 13, se pueden observar canales orientados hacia las montañas Cotopaxi y Pichincha, en los cuales se tallaron unos orificios para ubicar conos de piedra. Durante los equinoccios y solsticios, estos conos producen sombras que aparentan ser un calendario astronómico posiblemente empleado para ayudar a predecir los momentos más propicios para la siembra, el cultivo y las ceremonias.

Una visita mística

El parque arqueológico recrea la zona en una maqueta. Para llegar desde Quito se toma el desvío en el km 52 de la Panamericana Norte.
Las interrogantes se disparan para cualquiera que llegue a Cochasquí, complejo arqueológico situado en el cantón Pedro Moncayo, con alrededor de 84 hectáreas encaramadas a 3.100 metros sobre el nivel del mar, que para la atención de visitantes opera con museos arqueológicos, dos museos etnográficos, un jardín etno-botánico y un museo didáctico de instrumentos musicales, armas ancestrales y elementos de juego.
El complejo cuenta, además, con 21 tolas funerarias, que junto a las pirámides, muros, terrazas, lagos artificiales, canales y caminos forman un conjunto arquitectónico que posiblemente fue construido entre los años 850 y 1.550 d.C., y que hoy se exhibe habitado por llamas y una vegetación originaria que incluye árboles como el puma maqui, arrayán, sacha-rosa, capote, aliso y diversidad de orquídeas.
El Parque Arqueológico de Cochasquí es una parte del recorrido del Qhapaq-Ñan (Camino del Inca) y a 15 kilómetros se encuentran las lagunas de Mojanda y la elevación Fuya Fuya.
Los turistas suelen realizar la visita para luego regresar a Quito, aunque algunos prefieren alojarse en la sencilla hostería de la fundación Procultur, que opera en las inmediaciones.
Todo aquello conforma una visita que envuelve a los turistas dentro del misterio de Cochasquí.
Informes: (02) 254-9222. Horario de atención: Todos los días, de 08:30 a 16:00. Ingreso: Adultos nacionales: $ 1, estudiantes y tercera edad: $ 0,50.
Fuente: La Revista Guayaquil, Ecuador

domingo, 5 de mayo de 2013

Azuay verde


El Parque Nacional Cajas no  es la única zona natural importante de la provincia del Azuay. Aquí les presentamos tres áreas más que sorprenden al viajero.

Bosque protector Aguarongo
Fuente de vida para el austro

Unos 45 minutos toma cubrir los 50 kilómetros que separan a Cuenca del Centro de Gestión e Interpretación de esta reserva natural embellecida por la vegetación y el canto de los mirlos, los colibríes y las ranas.
Vista desde uno de los miradores naturales de esta reserva.
Administrada por la fundación ecológica Rikcharina y las comunidades de Santa Ana, Zhidmad, Jadán, San Juan, San Bartolomé y Gualaceo, el complejo de cabañas redondas puede alojar hasta a 30 visitantes que –por $ 10 la noche– pueden compenetrarse de manera más cercana con este bosque considerado el “protector” de la vida local, además que es el principal abastecedor de agua de la zona.
Los visitantes estarán rodeados de diferentes plantas, entre ellas, la que da nombre al lugar, el aguarongo, una especie de penco que antes servía de alimento a los osos de anteojos.
El restaurante sirve el locro de papas, habas con queso, tortillas y cuy asado, entre otros platos, los cuales se preparan con productos adquiridos a los agricultores locales para beneficiar sus economías.
Los guías nativos lideran las caminatas por tres senderos, que brindan de una a tres horas de paseo en medio de todo tipo de plantas medicinales y ornamentales, identificadas cada una con letreros. Rikcharina maneja un programa de turismo educativo y  rural dirigido a la población nacional e internacional.
Contacto: Adrián Aguirre (09) 151-8593, aguarongo.com

Chorro de Girón
En el cerro de las cascadas

La tradición religiosa azuaya asegura que allí se produjo una aparición de la imagen de Cristo (El Señor de Girón o Señor de las Aguas), a quien se le suele rogar para que envíe la lluvia que detenga las frecuentes sequías en la Sierra Austral.
La primera caída de agua es de fácil acceso.
En estos meses de invierno, este conjunto de caídas de agua ruge vigorosamente a  unos 10 kilómetros de la cabecera cantonal de Girón, cuyo paisaje andino es una extensión del Parque Nacional Cajas, por lo que siempre vale ir con ropa abrigada para combatir las bajas temperaturas.
El acceso es por un camino carrozable hasta llegar a un  parador turístico, el cual cuenta con parqueo,  canchas deportivas, paseos a caballo, alojamiento ($ 5 por noche) y restaurante.
Desde el refugio empieza una corta caminata en el cerro hasta llegar a una primera cascada, de unos 40 metros de altura, la cual premia a los excursionistas con una piscina natural que invita a chapuzones en un agua que, según dicen algunos, tiene  poderes medicinales.  El ascenso por el cerro resulta mucho más exigido para llegar a la segunda y tercera caída de agua, por ello son menos visitadas por los turistas. Las tres precipitaciones conforman una misma cascada.
En el sector existen lugares en donde se crían y expenden truchas a los turistas.

Valle de Yunguilla
Cuna de hosterías y buen clima

Diversas hosterías y quintas vacacionales han aprovechado este escenario natural para brindar atención a los cientos de vacacionistas que semanalmente buscan relajarse en la zona. Este valle es una extensa depresión al suroccidente de la provincia, aproximadamente a 55 kilómetros de Cuenca, tomando la vía Cuenca-Girón-Pasaje.
Hostería Los Faiques de Caledonia.
El valle de Yunguilla,  destacado por su abundante flora y fauna, posee un clima cálido que fluctúa entre 20° y 25° y es propicio para el cultivo de tomate, cebolla, naranja y, especialmente, caña de azúcar. La caña es materia prima para que las moliendas locales elaboren el tradicional guarapo, que es una combinación de licor con  jugo de caña de azúcar (guarapo) y un poco de jugo de limón.
El valle está a una altura de 1.360 m.s.n.m. y se extiende hacia otras jurisdicciones cantonales del Austro ecuatoriano, como son Girón (Azuay) y Saraguro (Loja), pero básicamente se encuentra dentro del cantón Santa Isabel.
En las primeras décadas del siglo pasado, cuando el Gobierno había declarado ilegal la venta de licor (era considerado como una droga), desde esta región partían las caravanas de traficantes que viajaban hacia la Costa cargando el precioso líquido en burros o caballos.
En esos tiempos, una gran roca con forma de orangután protegía a los viajeros contrabandistas, quienes le dejaban al gran primate de piedra una bolsa llena de bebida como recompensa por haberlos dejado cruzar sin los problemas que les habrían causado las autoridades.
Esa es una historia a menudo comentada por los guías o empleados de las hosterías de la zona. Cuatro de ellas son: Sol y Agua, Los Cisnes, La Molienda y Los Faiques de Caledonia; cada una dispone de cabañas, restaurante con platos criollos y hasta piscinas con toboganes.
Contactos:  Los Faiques de Caledonia, km  47 vía Girón-Pasaje, (07) 301-3818, losfaiques@hotmail.com, www.losfaiquesdecaledonia.com. Hostería Sol y Agua, km  72 vía Girón Pasaje, (07) 227-0436, 227-0596, www.hosteriasolyagua.cuencanos.com. Hostería La Molienda, km 61 vía Girón-Pasaje, (07) 226-2217. Hostería Los Cisnes, a 300 metros hacia el sur del redondel de La Unión, en la vía Girón-Pasaje, (07) 226-2514.
Fuentes: visitaecuador.com, nuestrogiron.com/chorro.htm, viajandox.com, revistacuenca.com, latarde.com.ec, explored.com.ec
Fuente: La Revista Guayaquil, Ecuador






sábado, 4 de mayo de 2013

El pulso de Baños


Moisés Pinchevsky - Fotos : Victor Álvarez
Benoit Schumacher, Naoko Yamabe y Tetsuo Mitamura en el mirador Ojos del Volcán.
El volcán ya no espanta a los turistas en este poblado andino. Ahora se ha convertido en imán de aventureros.
El velo de nubes blancas no se disipa. Se mantiene cubriendo el volcán como si fuera un paño de seda fina dedicado a proteger un tesoro.
Pero eso no desanima a Benoit Schumacher, viajero nacido en Bruselas (Bélgica) hace 38 años, quien junto con su novia, la japonesa Naoko Yamabe, de 35 años, caminó durante dos horas montaña arriba, siguiendo el zigzag de una vía carrozable de adoquines y piedras, hasta llegar al elevado mirador Ojos del Volcán, en el sector conocido como las Antenas.
“En Bélgica no tenemos montañas. Un país con montañas tiene paisaje muy especial”, indica exhausto y sentado en una rústica banca de madera, esperando que los minutos despejen las nubes para admirar un Tungurahua humeante que considera un premio inapreciable de su visita a Baños. “¿En qué otro país puedes tener tan cerca un volcán activo?”.
A esa espera se suma el japonés Tetsuo Mitamura, de 43 años de edad y siete de recorrer el mundo. “En Colombia, un viajero francés me dijo del volcán. Tenía que venir a verlo”, indica en un español que aprendió en Guatemala, y sin temor a que una erupción violenta encienda su curiosidad con cenizas y lava. “No se siente peligro, solo admiración”.
El europeo y el asiático no se conocían, pero el camino los junta en ese mirador para compartir esa magnífica espera.

Visitas volcánicas

María del Carmen Freire, propietaria del hotel La Floresta, en el centro de Baños, indica que el volcán ha dejado de ser considerado una amenaza. “Casi todos mis huéspedes llegan preguntando cómo ver mejor el volcán. ¿Dónde vamos, qué hacemos?, me dicen siempre”.
Y ella les explica la ubicación de los miradores y que la mejor hora para verlo es entre 06:00 y 07:00, y al atardecer. “Aunque también les advierto que muchas veces pasa tapado (con nubes)”.
Este momento del turismo baneño es considerado una recuperación a la crisis que nació en 1999 con el inicio del proceso eruptivo del volcán y que provocó la evacuación obligatoria del poblado desde el 17 de octubre de ese año, hasta el retorno a la fuerza motivado por los pobladores el 5 de enero del 2000.
Los meses y años posteriores fueron de picada para el turismo de Baños, hasta que una nueva erupción producida en el 2006 generó otro fenómeno: “los turistas comenzaron a darse cuenta de que el volcán es un atractivo. Y llegaron más viajeros, sobre todo extranjeros”, señala Freire, cuyo hotel mantiene un 50% de ocupación, especialmente los fines de semana. Esa cifra se reporta en la mayoría de hospedajes, que suman unas 4.000 camas, con tarifas que van entre $ 8 y $ 20 por persona en el 90% de la oferta hotelera, indica Guido Calderón, propietario del hotel Monteselva.

Más recursos

El volcán Tungurahua (5.016 m) inició su proceso eruptivo en 1999. Este mes se han reportado “cañonazos”. Foto de noviembre anterior.
Calderón considera que Baños debería aprovechar mejor la presencia del Tungurahua. “Los pobladores hemos aprendido a convivir con el volcán activo, y lo mismo está ocurriendo ahora con los turistas, que deberían vernos como un paraíso geológico y destino científico. Baños debería tener un centro de interpretación del volcán, un museo relacionado al volcán, con geólogos que expliquen este fenómeno”, dice el empresario, que aplaude la iniciativa del Gobierno de proponer a Baños como Geoparque Turístico de la Unesco.
Este programa internacional busca integrar territorios que tengan patrimonios geológicos en una estrategia de conservación y desarrollo sostenible socioeconómico y cultural. En Sudamérica ya existe uno: Araripe en Brasil, y Baños apunta a convertirse en el segundo. La Red Mundial, hasta septiembre del 2011, sumaba 87 geoparques en 27 países.
Esa declaratoria elevaría la imagen turística de Baños, afianzado hoy exclusivamente como destino de aventura y deportes extremos.
Esa fama atrajo a la española Itxaro Solar, maestra de 32 años que a las 09:10 del viernes anterior desayunaba en una cafetería en la calle principal del poblado. “Muchos amigos me dijeron que venga por las caminatas y los paisajes”. A pocos metros cruza la calle el argentino Yair López, agente de seguros de 24 años, acompañado de cuatro compatriotas. “Con mis amigos vinimos desde Buenos Aires por los deportes extremos. Luego iremos a Montañita y Quito”.
Ninguno de ellos conocía sobre la erupción del volcán Tungurahua. Pero es distinto con Luis Aguirre, guayaquileño de 48 años, que llegó a Baños con su esposa, tres hijos y suegros. A eso de las 10:00 contrataban un tour en chiva que por $ 5 por persona los llevaría por la Ruta de las Cascadas (vía a Puyo) para pasar por túneles en la montaña, cruzar por sobre el río Pastaza en tarabita ($ 1,50, opcional), volar en los cables de las tirolinas ($ 10) o realizar un salto de péndulo desde el puente del río Blanco ($ 10). Ellos eran unos de los pasajeros de las diez chivas diarias que transitan con unos 20 pasajeros en promedio. Y los fines de semana la cifra se duplica.
Y por la noche Aguirre y su familia pensaban tomar el tour nocturno hacia el mirador de Bellavista, que sale cada noche desde varias operadoras del centro para brindar a los turistas la posibilidad de contemplar la cumbre encendida del volcán, además de observar espectáculos con comediantes. Pero puede ocurrir que las nubes impidan ver el volcán. “Estamos muy entusiasmados con verlo. Que salga, que salga, que salga”.
Pocas horas después, igual llamado hacían Benoit Schumacher, Naoko Yamabe y Tetsuo Mitamura en el mirador Ojos del Volcán. Aquel día no salió el Tungurahua. El manto de nubes lo cubrió durante todo el día. Pero prometieron regresar al día siguiente en una mañana transparente en que las nubes –¡entonces sí!– se apartaron de la montaña para mostrar su humeante y monumental tesoro.

EL VIGÍA DEL VOLCÁN

Carlos Sánchez
Baños de Agua Santa (1.820 msnm) cuenta con cinco miradores empleados por los turistas para contemplar el volcán. En el lado norte está el mirador Ojos del Volcán (2.708 msnm), donde el Municipio de Baños espera construir más facilidades para el turista.
En el lado oeste está el ubicado en el caserío de Pondoa (2.497 msnm), donde opera una hostería de turismo comunitario, en las faldas del propio volcán.
Al suroeste de la urbe está el mirador de la Virgen, que exige subir más de 400 escalones.
Por el sureste está el mirador más popular: el de Bellavista (2.100 msnm), adonde enrumban las chivas nocturnas. Más arriba en la zona de Runtún está el conocido como la Casa del Árbol (2.630 msnm), que tiene efectivamente una pequeña casa levantada sobre un árbol de unos 20 m de altura.
Pero lo más característico de ese sitio es la presencia de don Carlos Sánchez, propietario de ese terreno, donde el Instituto Geofísico ha instalado sensores para medir la actividad del volcán. Sánchez es conocido como el vigía del Tungurahua, actividad que realiza como voluntario.
“Cuando regresé de la evacuación de 1999 le agradecí a Dios y le prometí que me dedicaría a servir a Baños y al turismo”, indica este exmilitar y campesino que se dedica a vigilar la actividad del volcán, “ya que los equipos técnicos registran cierta información, pero es necesario tener a alguien que observe el volumen de material descargado o las explosiones”.
Sánchez considera que es su responsabilidad estar pendiente de la actividad del volcán para alertar oportunamente a los baneños si existe alguna explosión.
El mayor experto en volcanes en el país es Hugo Yepes, director del Instituto Geofísico, quien no observa cambios drásticos en el volcán a corto o mediano plazo, por lo que propone manejar el turismo con prevención.
El presidente Rafael Correa pasó con su familia en este cantón con motivo de su cumpleaños, el 6 de abril.
Fuente: La Revista Guayaquil, Ecuador

miércoles, 1 de mayo de 2013

Vientos alisios sureños: Equilibrio natural


León marino y luna llena, foto de Enrique del Campo.
Desde Las Encantadas
Paula Tagle
“Si en algo pudiera describir el momento, usaría las palabras equilibrio e interconexión. Viento, océano, fauna, flora y yo, somos un solo ente, con la Luna, por sobre todas las cosas”.
Me encantaría saber qué hace de estos días lo que son. Casi estoy por concluir que el fenómeno acontece cuatro albas antes de la luna llena, y que las condiciones se optimizan si corren los vientos alisios del sur, fríos y esponjosos de neblina.
Seguramente meteorólogos del Ecuador ya lo han descifrado, o los viejos marineros que con el olfato perciben si habrá tormenta o mar calmo. No intento inventar el agua tibia, pero lanzo a los lectores mi pregunta: ¿Será que aquella ventana de magia y equilibrio perfecto se abre con la luna creciendo, a un asomo de ser totalmente redonda, blanca y perfecta? Me refiero al mar prístino, al aire que hiela los huesos, a las tortugas marinas flotando apacibles, a pingüinos correteando anchoas mientras los gaviotines se aprovechan de las que se escabullen en la superficie. Hablo de gaviotas de cola bifurcada reunidas en aguas someras, posadas levemente, esperando el atardecer para salir a pescar, al unísono, en mar abierto.
La marea está muy baja, casi la más baja del año, y asoman moluscos extraños, estrellas nunca antes avistadas, conchas y caracolas, púrpuras, gorgonias. Algas verdes cuelgan de las rocas como helechos, desbordando abundancia ante las iguanas marinas, que ya han comido tanto a este punto, que más bien se agrupan satisfechas y agradecidas, apilándose para enfrentar el frío de una noche que se anuncia gélida.
Un par de lobos de dos pelos aparece de una cueva e intenta pasar por sobre un gran macho lobo de Galápagos, tres veces su tamaño. El macho gruñe, los peleteros buscan alternativas entre las rocas. Sin embargo, no queda otro remedio, no hay más ruta que esta y, muy caraduras, se arriesgan a andar sobre las aletas traseras del gran macho. No estalla la guerra, más bien el gigante marino opta por fingir distracción, concediendo el paso a esta otra especie, pequeña y ágil, con quien comparte los mares y las costas de Galápagos.
Si en algo pudiera describir el momento, usaría las palabras equilibrio e interconexión. Viento, océano, fauna, flora y yo, somos un solo ente, con la Luna, por sobre todas las cosas.
Quisiera ser capaz de predecirlo, aunque también es bueno que irrumpa de sorpresa. Salgo a cubierta y una bocanada de viento me azota en la cara, alborota mi cabello y me alborota el alma. Y allí lo reconozco, es un día de esos. Miro al cielo, la Luna resplandece, cuatro de la tarde y sonríe sobre los volcanes de Isabela, aun faltándole área de blanca redondez, (se asemeja al menisco de mi rodilla izquierda, antes de una gran caída).
Hay silencio, una raya salta a la distancia, las aletas de los mola mola comienzan a hacerse visibles. No cabe duda, la rejilla se ha abierto. Hay que respirar hondo, prepararse para lo que sea. Que tal vez llegarán también delfines y ballenas, o a lo mejor Fernandina se desborda en efusiones de lava. No, no estoy loca, créanme que pasa, como cuando los astrólogos prometen una conjunción de planetas. Acá, al oeste de Isabela, con la luna casi cuajada y los vientos soplando del sur, la ventana de magia se abre y yo me pierdo. Respiro y me pierdo, totalmente, en ella.
Fuente: La Revista Guayaquil, Ecuador

viernes, 26 de abril de 2013

En las profundidades. Primeros habitantes

Estrella de sol (Heliaster cumingii).
Desde Las Encantadas
Paula Tagle
“En Galápagos se han descrito aproximadamente doscientas especies (...). Hay una en particular que me ha causado curiosidad en los últimos meses, se trata de la estrella de sol (Heliaster cumingii)”.
La zona de entre mareas está llena de misterios; un mundo poblado por criaturas antiguas, que habitan el planeta desde antes que cualquier ancestro de anfibio se atreviera a pisar tierra.
Sus formas, anatomías, estrategias de supervivencia siguen siendo las mismas que hace cientos de millones de años. Seres “matusalémicos” que, obviamente, han encontrado prácticas exitosas para seguir habitando el planeta.
Están las esponjas, sí, las mismas con que enjuagamos los platos, primeros organismos multicelulares, primeros animales propiamente dichos. Se especializaron en bombear; toneladas de agua pasan a través de sus cuerpos y así, no solo se alimentan, sino que clarifican el mar, la luz penetra mejor a los arrecifes, y la vida puede seguir su curso.
Luego están los nidarios, que fueron los primeros en juntar nervios y músculos, lo que les permitió combinar movimiento y comportamiento a la vez. Un buen ejemplo son las aguamalas, que se desplazan y alimentan al mismo tiempo.
Después aparecieron los platelmintos (gusanos planos), y con ellos se “inventó” la cacería; organismos simples pero con simetría bilateral, una ventaja para el movimiento dirigido en una sola dirección.
De ahí evolucionaron los gusanos con cuerpos anillados, que hace 530 millones de años empezaron a escarbar en el fondo marino, liberando CO2 a la atmósfera. Esto contribuyó a la formación del escudo que permitiera el desarrollo de nueva vida en la tierra.
Siguieron los moluscos, con un solo pie pegajoso; desarrollaron boca, con dientes, en lugar del orificio único (para todas las funciones) de los organismos anteriores.
Finalmente llegamos a los equinodermos, criaturas con simetría radial, filtradoras, de esqueleto interno. Constituyen el más grande phylum sin representantes terrestres o en agua dulce. Tienen el poder de restaurar tejidos, órganos, patas y logran incluso la completa regeneración a partir de una sola extremidad.
En Galápagos se han descrito aproximadamente 200 especies, la mayoría de ellas a profundidades mayores de cien metros.
Dentro de este grupo se consideran erizos, pepinos y estrellas marinas. Hay una en particular que me ha causado curiosidad en los últimos meses, se trata de la estrella de sol (Heliaster cumingii). Abundaba antes de El Niño 1982-83, luego sus avistamientos escasearon.
En mis veinte años en las islas, la había observado en contadas ocasiones. Pero en los últimos meses, por algún motivo, han sido bastante conspicuas. Su cuerpo es rojizo, de un radio de 9 centímetros y con 32 hasta 40 rayos (o patas). Los rayos están libres solo en un 25%, por lo que parece más bien un erizo sin espinas.
Se alimenta de bálanos y otros invertebrados sésiles, y es endémica. ¿Cuál será el motivo de su reciente relativa abundancia? Tal vez se deba a que las aguas en Galápagos no terminan de enfriarse, presentando temperaturas de 2 a 3 grados centígrados más elevadas que lo normal para esta época del año. ¿Será que ha disminuido su depredador? Muchas preguntas se me cruzan por la cabeza. Una relativa abundancia no es casualidad, nada en el planeta lo es. Cuando una cosa cambia, todo se afecta.
Habrá que seguir observando, investigando, y gozando con la diversidad de la zona de entre mareas.
Después de los equinodermos, los mares se poblaron de artrópodos, hasta que aparecieron los cordados, grupo al cual pertenecemos, pero eso es otra historia.
Fuente: La Revista Guayaquil, Ecuador

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