Las exportaciones de este producto aumentan sostenidamente. Entre enero y julio del 2010 sumaron 5,4 millones de dólares, en el 2009 fueron 6,9 millones y 4,8 millones en el 2008.
Experiencia. Pastor Mero es uno de los más antiguos artesanos de los talleres en La Pila, cerca de Montecristi, en la compleja confección de los paja toquilla. |
La prenda ganó relevancia cuando el presidente de Estados Unidos, Theodore Roosevelt, la usó durante una visita a la construcción del Canal. “La gente se quedó admirada y lo convirtió en moda”, cuenta Rosendo Delgado, uno de los más reputados tejedores del sombrero.
Dedicación. Mero se encarga de prensar la paja que, previamente, ha sido cocinada, secada, sahumada con azufre para blanquearla y escogida cuidando que el color sea idéntico. |
En su modesto taller y almacén, este hombre, cuya familia teje desde hace dos siglos, evoca con orgullo que el sombrero Montecristi ha sido usado por personalidades como el primer ministro británico Winston Churchill y el mandatario estadounidense Harry Truman.
Las manos de estos artesanos humildes tejen el glamour de ricos y famosos dispuestos a pagar hasta 35.000 dólares por una de sus joyas, como el Fedora Clásico, entre los más apreciados.
“Los gringos compran sumamente barato”, reflexiona Delgado sin amargura sobre el abismo entre precios, que en casos más moderados van de los 80 a los 1.200 dólares para una pieza adquirida en su tienda.
“Los gringos compran sumamente barato”, reflexiona Delgado sin amargura sobre el abismo entre precios, que en casos más moderados van de los 80 a los 1.200 dólares para una pieza adquirida en su tienda.
Selección de los más finos. En la tienda de Rosendo Delgado, donde se emplean las fibras más delgadas, un sombrero cuesta $ 800, pero en Estados Unidos la cifra se multiplica por 44. |
La brecha es todavía más amplia con respecto a Manuel Alarcón, un artesano de 76 años que provee a Delgado y recibe $ 200 por un fino y $ 300 por un superfino, que en el estante de su amigo –dedicado ahora a la difícil tarea de curar los accesorios– suben a $ 500 u $ 800.
Alarcón lamenta que la tradición se esté perdiendo entre los jóvenes, muchos de los cuales han emigrado porque con lo que se gana al mes “no alcanza”.
Fuente: eluniverso.com
Alarcón lamenta que la tradición se esté perdiendo entre los jóvenes, muchos de los cuales han emigrado porque con lo que se gana al mes “no alcanza”.
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