domingo, 12 de septiembre de 2010

Las Tunas: Balcón oceánico

Playa que atrae a bañistas y surfistas, manglares que disfrutan los ecoturistas, tranquilidad que seduce a cualquiera.
Por Moisés Pinchevsky
Basta asomarse a cualquiera de los balcones que apuntan al océano de la comuna Las Tunas, al sur de Manabí, para entender las palabras de Javier Holguín (37 años), director de turismo comunitario de este balneario ubicado a dos horas y media de Guayaquil, por la Ruta del Spondylus.
“Queremos convertirnos en una versión apacible de Montañita. 

Playa que atrae a bañistas y surfistas, manglares que disfrutan los ecoturistas, tranquilidad que seduce a cualquiera. Es una pequeña comuna manabita de la parroquia Salango, del cantón Puerto López, que invita al sosiego.

Javier Holguín
Eso: apacible y relajada, sin bulla, donde los turistas nacionales y extranjeros puedan venir para descansar, caminar por la playa o el manglar, hacer cabalgatas, surfear, comer mariscos, en fin, para disfrutar todo lo que tenemos para ofrecerles”, indica con su voz también tranquila, que recuerda cómo hace una década Las Tunas ni siquiera aparecía en los mapas.

“Eso era injusto, porque nosotros tenemos todo lo que tienen los demás balnearios… y más. Pero simplemente no aparecíamos. No existíamos. Estaban Ayampe (al sur de nosotros) y Puerto Rico (al norte). Pero no nosotros. Era como si el país negara que estábamos aquí”. Pero esos tiempos de injusta negación acabaron para Las Tunas, porque (repito) basta asomarse a cualquier balcón de este apacible malecón de unos 300 metros de extensión para comprender las palabras de Holguín.

Encontrar un “mirador” privado frente al mar es fácil en este balneario saludablemente sembrado de rústicas cabañas de hospedajes de un piso de alto, cuyos balcones, cual empinadas torres de madera, caña guadúa y cemento, exhiben un panorama deseado para cualquier visitante que busque descanso en medio de la belleza escénica: un océano de tonos azulados que acaricia con espuma una playa amplia y limpia, pequeños grupos de surfistas, entre adolescentes pobladores de la zona y turistas, que recorren con sus tablas buscando la zona perfecta para lanzarse al agua, y una familia de visitantes que a lomo de caballo recorre senderos invisibles sobre la arena.
Algunos surfistas ya disfrutan de las olas en este ambiente relajado.
Tortugas y ballenas
Aunque uno de los principales atractivos ahora no está a la vista. Son las tortugas marinas que salen del océano justo en esta zona y época para enterrar sus huevos en la arena, en donde eclosionarán tras un período de 45 a 70 días. El centro de turismo comunitario de Las Tunas ofrece un paquete de dos recorridos (uno diurno y otro nocturno, por $ 15) para observar en la playa los sitios donde las tortugas han puesto sus huevos, los cuales están protegidos con cañas y plástico, como si fueran una vitrina, gracias a una iniciativa de los pobladores para que ni los perros ni otras amenazas agredan los huevos.

Es un programa que, además de brindarles la satisfacción de proteger esa especie, les permite ofrecer este tour que incluye la visita a la única iglesia construida enteramente de bambú. Otras opciones son el tour hacia las cuevas que los pobladores llaman “huecos feos o misteriosos” ($ 35), donde –según cuenta una leyenda local– hace años se apareció un personaje misterioso que se identificó como el guardián de las especies del bosque, el paseo en el bosque de manglar ($ 30), que ha sido objeto de un proyecto local de reforestación, la cabalgata por la playa ($ 30) y el paseo náutico hacia los islotes de Salango y Los Ahorcados ($ 30).
Además, durante la temporada de avistamiento de ballenas jorobadas Las Tunas resulta atractiva para contemplar esos cetáceos. ¿Desde dónde? Pues también desde esos balcones del malecón. “Hace dos meses, un turista español que se hospedaba llegó un día afligido porque no pudo ver las ballenas jorobadas en el tour náutico que hizo mar adentro. Estaba asomado en la terraza de su hotel, cuando de repente comenzó a llamar a sus compañeros: ¡Una ballena estaba saltando frente donde se encontraba!, narra una empleada del hotel comunitario ($ 8).

Hay mucho para disfrutar en Las Tunas. Aunque también resulta muy tentador llegar para no hacer nada. Simplemente refugiarse en sus cabañas al pie del océano para recostarse en una hamaca recibiendo la brisa marina, o para arrimarse al barandal donde el paisaje marino abraza a los pobladores y turistas que departen en las diversas actividades, aunque luce desierto a partir de las 21:00.

Tiempo atrás Las Tunas pasó injustamente inadvertida ante el turismo, lo cual dejó como premio que este destino haya permanecido casi virgen ante el tráfico masivo de turistas. Aquí no hay discotecas ni grandes almacenes, tampoco edificios ni multitudes. Eso permite que este lugar sea tan especial. (M.P.)

Fuente: La Revista Guayaquil, Ecuador

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