jueves, 16 de septiembre de 2010

Cabalgando hacia el Antisana

El volcán Antisana  posee el área nevada más extensa del país.
Por Moisés Pinchevsky
Según la mitología indígena, el Antisana es un volcán macho porque sus laderas están pobladas por achupallas, plantas del páramo cuyas hojas alargadas y puntiagudas se estiran como ramillete de lanzas. Los volcanes hembras, en cambio, expresan su feminidad a través de las hojas de sus frailejones, que también son alargadas pero más anchas, simulando los pétalos de una flor que se abre al romance.


La creencia apunta a que los volcanes comparten historias de amor, todas ellas bajo el ojo protector de sus espíritus guardianes llamados chusalongos, vocablo que viene de dos palabras quichuas: chusa, que significa pequeño, y longo, traducido como hombre joven. Los chusalongos también tienen su carácter cariñoso, porque pueden encender de pasión estos fríos nevados cuando se topan con alguna mujer extraviada que, por cierto, generalmente queda embarazada del imprevisto encuentro.

La leyenda se convierte en buena excusa cuando una joven indígena resulta encinta fuera del matrimonio, y también permite a los guías entretener a sus viajeros mientras a lomo de caballo se abren paso por el páramo andino rumbo al volcán Antisana (5.758 m), el cuarto de mayor altura en el país.

No se juega con el amor ni con la montaña. Pero las historias de ambos encienden el espíritu mientras los jinetes profundizan en este helado escenario salpicado de vida silvestre. “En el camino podemos ver aves como el curiquingue, el cóndor, el colibrí Estrellita del Ecuador, el colibrí gigante y gaviotas de páramo, así como conejos, algunos ratones, zorros (aunque difíciles de ver, por su gran astucia) y pumas (aún más difíciles de encontrar)”, indica Carlos Beate, gerente de operaciones y guía de Jahuapacha, operadora de estos paseos que parten desde Quito en vehículo hacia la hacienda Antisana, a 45 minutos de la capital.

Hace más de 100 años, la hacienda hospedó a Edward Whymper mientras hacía estudios geológicos y botánicos sobre la zona. En su crónica señalaba la existencia de grandes bandadas de cóndores, de hasta 200 individuos, aunque agregaba cómo los chagras de la zona los cazaban por considerarlos perjudiciales. Un estudio actual indica que hoy existen solo 76 de esas aves en todo el país, algunas de las cuales residen en esta zona.


Una excursión sobre el páramo sembrado de colores conduce a este nevado ubicado en la provincia del Napo, junto a la frontera con Pichincha.
Para toda edad
Los viajeros llegan a la histórica hacienda Antisana para recibir los caballos y la recomendación de ponerse abrigos gruesos, bufandas, guantes y gorros de lana que cubran las orejas. Las indicaciones de seguridad se resumen en cabalgar a paso lento y moderado, según la habilidad del visitante, aunque no es necesario ser un jinete experimentado para hacer la excursión.
“La actividad puede realizarse tomando las precauciones necesarias, sin importar la edad o las condiciones físicas. Sin embargo, personas con problemas cardiacos o pulmonares deberían evitar altitudes sobre los 3.500 metros”, advierte Gonzalo Gortaire, guía de montaña y socio de Carlos Beate.

La cabalgata se inicia a los 4.050 metros sobre el nivel del mar (msnm) y tras dos horas alcanza los 4.250 msnm, atravesando coloridos escenarios como la laguna de Santa Lucía, hábitat de patos de páramo y gallaretas; un flujo de lava de doce kilómetros de largo y dos de ancho, conocido como el Antisanilla, y el llamado Valle de los Chusalongos, pequeño cráter de tres picos que abriga un pequeño pantano y nidos de grandes aves, como curinquingues, cóndores, halcones y águilas, todas especies aquí protegidas.

A medida que el coloso del Antisana se muestra más cercano, erguido y brillante en el área glaciar más amplia del país (debido a que su cumbre tiene forma de muela), la reserva natural que lo rodea exhibe con orgullo sus diferentes pisos bioclimáticos: la zona de ceja andina, el páramo, el superpáramo y el pantano. El cambio de vegetación muestra cómo las plantas se reducen para adaptarse al exigente clima de este medio.

Los caballos se aproximan a la zona nevada antes de emprender la marcha de regreso, porque los 1.500 metros que separan a los jinetes de la cima están destinados a los andinistas con experiencia. Pero no es necesario llegar más alto para descubrir que el Antisana, conocido como un volcán solitario y celoso que suele ocultarse en la neblina, se exhibe amigablemente con su manto blanco a quienes se aproximan con humildad para conocerlo, para admirarlo, para entenderlo. Una vivencia que nos enseña que conquistar una montaña también es un acto de amor. (M.P.)
Contacto: (02) 323-8555, carlos.beate@andandotours.com . Tarifa: $ 80 por persona (grupo de cuatro turistas). El programa dura ocho horas e incluye un almuerzo en el restaurante de especialidades Mucki’s, ubicado en la zona de El Tingo.
Fuente: La Revista Guayaquil, Ecuador

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