martes, 14 de septiembre de 2010

Un laboratorio de la PUCE sigue hallando más vida en el Yasuní

El Yasuní es conocido por su biodiversidad única. La Unesco la nombró “reserva humana y biológica”.
Alexandra Ávila
¿Qué causas originan y mantienen la alta diversidad de especies de plantas en un bosque tropical? ¿Cuán dinámico es un bosque megadiverso?, estas preguntas motivaron la creación de una parcela de 50 hectáreas dentro del Parque Nacional Yasuní.

Desde hace catorce años, en la Estación Científica Yasuní (ECY), administrada por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), un grupo de científicos y biólogos monitorea las especies que abundan en esta parte de la Amazonía ecuatoriana, ubicada a dos horas de Pompeya, Orellana.

Trampa para semillas utilizada por la estación científica en la zona de estudio del Parque Nacional Yasuní.
En esta parcela, entregada por el Estado a la PUCE a través de un comodato por 99 años, los biólogos levantan información de árboles, tallos, hojas o semillas que pudieran darles pistas sobre los cambios y transformaciones que sufre el bosque tropical húmedo que caracteriza al Parque Nacional Yasuní, refiere Renato Valencia, director del proyecto y decano de la Escuela de Ciencias Biológicas de la PUCE.

Describen con minuciosidad el color, estructura y el tamaño de plántulas y tallos, e identifican todos los árboles de más o menos un centímetro y características a nivel de especie, en el denominado Proyecto Bosque Dinámico del Yasuní.


El dendrómetro realiza el estudio del crecimiento circunferencial de los árboles y plantas.
“Entender la dinámica de un bosque significa saber cómo varía a lo largo del tiempo, cómo son los periodos de crecimiento de las especies, la mortalidad, cada cuánto se abre un claro en el bosque (árboles muy grandes que se caen y dejan espacios para competir por la luz), entre otros aspectos”, explica el biólogo.

En estos años de trabajo se ha podido identificar y establecer un registro de 304.000 tallos. Se han descubierto 2 géneros nuevos (uno agrupa a familias de especies) y cerca de 25 especies nuevas para la ciencia, informa el director de la estación científica, Pablo Jarrín.

En total se han identificado 1.200 clases de árboles y plantas que viven en una parcela de un kilómetro de largo. Esta muestra convierte al Yasuní en el pedazo de la Tierra con mayor biodiversidad. En tan solo esas 50 hectáreas existen más especies de árboles que en Estados Unidos y Canadá juntos, explica Jarrín.

Asistentes técnicos de la estación científica de la PUCE realizan estudios de análisis del carbono.
Para recolectar esta información específica utilizan distintas técnicas. Por ejemplo, Miguel Zambrano, quien tiene un conocimiento empírico de las plantas, es el encargado de colocar trampas en el campo, unas estructuras de cuatro patas cubiertas con una malla fina en donde se acumulan desde hojas secas, flores, hasta semillas que caen de los árboles o son traídas por el viento.

Cada quince días, Zambrano verifica en el interior del bosque si existen especies nuevas. Si encuentra una distinta, guarda su rastro en fundas plásticas y luego lo lleva a la estación científica para su análisis. Independientemente lleva un registro propio de los hallazgos. Cada día revisa 50 trampas.

En todo el campo, Zambrano ha instalado 200 trampas y ha logrado monitorear mediante este método 1.800 especies distintas.

Medición de plántulas en el cuadrante estudiado por la Estación Científica de la PUCE.
Otras de las formas para obtener la información de las especies y determinar los cambios están a cargo de Anelio Loor y Everaldo Zambrano. Ambos investigadores miden con mucho detenimiento cada plántula (pequeñas plantas), comparan el crecimiento por año, las etiquetan y las enumeran. Con este censo de especies se puede determinar cuántas han muerto o han crecido. También llevan apuntes de dimensiones y especificaciones del color de las hojas, edad y el grosor de los tallos.

Loor reconoce que hace tres años las plántulas morían menos, ahora están muriendo más. Cree que aquí también se sienten los impactos del cambio climático, principalmente por la sequía.

En esta parcela se analizan los árboles que han muerto. Gabriel Grefa, otro investigador, está a cargo de estudiarlos. Al igual que con los vivos, mide el grosor de estos con un instrumento denominado penetrómetro. Busca analizar cuánto tiempo tardan en podrirse.

En cuanto a los árboles que se encuentran en esta parcela, son generalmente de cedro, seique o conocido como “chuncho”, que pueden llegar a medir hasta 50 metros. En una hectárea se puede encontrar hasta 60 de este especie.
Gabriel Refa analiza la densidad de la madera en descomposición.
De las 50 hectáreas de esta parcela del Yasuní, el 80% es de bosque firme en colinas o pendientes y el 20% de valle o bosque inundable.

Con estos elementos de estudio, los biólogos determinan cuánto dióxido de carbono se almacena en el bosque del Yasuní. Se ha podido establecer que en 1997 se capturaron 154 toneladas de carbono en las colinas, mientras que en el 2003 fueron 155. Además, en los mismos años los valles concentraron 100 toneladas y 100,5, respectivamente.

La cantidad de carbono que almacenan es un factor clave para conocer la capacidad de los bosques de absorber los gases que provocan el calentamiento global, explican los biólogos.

Las preguntas de cómo coexiste tanta diversidad en tan corto territorio aún no han sido contestadas. “Se concentran tantas especies en una pequeña área, es un enigma para la ecología, es increíble”, concluye Pablo Jarrín.

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