Esta ave es una de las trece especies de pinzones de Darwin de Galápagos. Se alimenta, oficialmente, de semillas tamaño mediano.
Desde Las Encantadas
Paula Tagle
nalutagle@eluniverso.com
“Los pinzones son un gran ejemplo de radiación adaptativa, de allí el interés de los visitantes por agregarlos a su lista de avistamientos”.
Cada humano tiene su forma particular de empezar un nuevo año, aunque sea febrero. Hay quienes escriben en sus diarios grandes resoluciones: dejar de fumar, perder treinta libras, hacer un largo viaje. Otros se ponen filosóficos y prometen buscar la verdad interior, o dedicarse al altruismo y servir a los demás. Muchos lo inician bailando, desmemoriados gracias al alcohol u otros aditivos. Pero Walter Pérez, terminó el 2009 y empezó el 2010 de una manera muy particular.
El 31 de diciembre, caminando por el barranco atrás de Puerto Ayora, se topó con un pinzón de Darwin de pico mediano en plena tarea de construir su nido. Sin meditarlo demasiado Walter se sentó en un rincón a observar la minuciosidad de este pajarito que ramita tras ramita aumentaba lentamente, con arduos ires y venires, el bultito acolchonado donde un día, tal vez, crecerán sus pichones.
Fue como un imán. Walter no alcanzó a cuestionarse por este repentino interés suyo; simplemente le dieron ganas de quedarse observando, y se quedó, no una o dos horas, sino varias horas al día, y por varios días, ensimismado en la maravilla del comportamiento animal, y con cámara en mano lo fue documentando. El primer día vio al macho laborando solo. Sobre un cactus Opuntia, a pocos metros del suelo, ramitas de palo santo, líquenes y hojas, iban llegando en el pico del empecinado pajarito.
En los textos se lee que únicamente el macho pinzón construye el nido. Elabora varios, y luego la hembra se encarga de elegir el que más le apetece. Sin embargo, me cuenta Walter, que a partir del segundo día la hembra participó por igual de la obra.
Esta es una de las trece especies de pinzones de Darwin de Galápagos. Se alimenta, oficialmente, de semillas tamaño mediano, así evita la competencia con el pinzón de pico pequeño y el de pico grande. El macho es negro, la hembra café con puntillos más oscuros en el pecho.
¿Qué hizo Walter a primeras horas del primer día del año? Otra vez, caminar hasta el cactus y deleitarse con la labor, incansable, de este par de aves.
Los pinzones son un gran ejemplo de “radiación adaptativa (RA)”, de allí el interés de los visitantes por agregarlos a su lista de avistamientos. La RA es el proceso por el cual, de un ancestro común, se ramifican varias especies, cada una ocupando un nicho específico.
Esto ocurre con poblaciones que comparten un mismo ambiente, que de alguna manera deben evitar la competencia y por tanto evolucionan hacia extremos diferentes, y ocurre también cuando las poblaciones se encuentran aisladas unas de otras en espacios geográficos separados. Los pinzones de Darwin, las tortugas gigantes, los cactus Opuntia, son todos ejemplos increíbles de RA. Por eso, a Galápagos se lo conoce como Laboratorio de Evolución.
¿Y qué de Walter? Que me parece muy lindo, muy dulce, que un hombre adulto, habitante de este mundo complicado con ruidos, cuentas, carencias afectivas y quién sabe qué otros conflictos, en fin, que un ser de estas islas, elija como entretenimiento de fin y comienzo de año, el simple deleite en las cosas sencillas, pero que definitivamente son las que mejor nos vinculan al prodigio de la vida en el planeta Tierra. Claro, sencillas desde nuestro punto de vista, porque ya van dos semanas y el pobre pinzón ¡aún no termina su casa!
Cada humano tiene su forma particular de empezar un nuevo año, aunque sea febrero. Hay quienes escriben en sus diarios grandes resoluciones: dejar de fumar, perder treinta libras, hacer un largo viaje. Otros se ponen filosóficos y prometen buscar la verdad interior, o dedicarse al altruismo y servir a los demás. Muchos lo inician bailando, desmemoriados gracias al alcohol u otros aditivos. Pero Walter Pérez, terminó el 2009 y empezó el 2010 de una manera muy particular.
El 31 de diciembre, caminando por el barranco atrás de Puerto Ayora, se topó con un pinzón de Darwin de pico mediano en plena tarea de construir su nido. Sin meditarlo demasiado Walter se sentó en un rincón a observar la minuciosidad de este pajarito que ramita tras ramita aumentaba lentamente, con arduos ires y venires, el bultito acolchonado donde un día, tal vez, crecerán sus pichones.
Fue como un imán. Walter no alcanzó a cuestionarse por este repentino interés suyo; simplemente le dieron ganas de quedarse observando, y se quedó, no una o dos horas, sino varias horas al día, y por varios días, ensimismado en la maravilla del comportamiento animal, y con cámara en mano lo fue documentando. El primer día vio al macho laborando solo. Sobre un cactus Opuntia, a pocos metros del suelo, ramitas de palo santo, líquenes y hojas, iban llegando en el pico del empecinado pajarito.
En los textos se lee que únicamente el macho pinzón construye el nido. Elabora varios, y luego la hembra se encarga de elegir el que más le apetece. Sin embargo, me cuenta Walter, que a partir del segundo día la hembra participó por igual de la obra.
Esta es una de las trece especies de pinzones de Darwin de Galápagos. Se alimenta, oficialmente, de semillas tamaño mediano, así evita la competencia con el pinzón de pico pequeño y el de pico grande. El macho es negro, la hembra café con puntillos más oscuros en el pecho.
¿Qué hizo Walter a primeras horas del primer día del año? Otra vez, caminar hasta el cactus y deleitarse con la labor, incansable, de este par de aves.
Los pinzones son un gran ejemplo de “radiación adaptativa (RA)”, de allí el interés de los visitantes por agregarlos a su lista de avistamientos. La RA es el proceso por el cual, de un ancestro común, se ramifican varias especies, cada una ocupando un nicho específico.
Esto ocurre con poblaciones que comparten un mismo ambiente, que de alguna manera deben evitar la competencia y por tanto evolucionan hacia extremos diferentes, y ocurre también cuando las poblaciones se encuentran aisladas unas de otras en espacios geográficos separados. Los pinzones de Darwin, las tortugas gigantes, los cactus Opuntia, son todos ejemplos increíbles de RA. Por eso, a Galápagos se lo conoce como Laboratorio de Evolución.
¿Y qué de Walter? Que me parece muy lindo, muy dulce, que un hombre adulto, habitante de este mundo complicado con ruidos, cuentas, carencias afectivas y quién sabe qué otros conflictos, en fin, que un ser de estas islas, elija como entretenimiento de fin y comienzo de año, el simple deleite en las cosas sencillas, pero que definitivamente son las que mejor nos vinculan al prodigio de la vida en el planeta Tierra. Claro, sencillas desde nuestro punto de vista, porque ya van dos semanas y el pobre pinzón ¡aún no termina su casa!
Fuente: La Revista Guayaquil, Ecuador
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