miércoles, 25 de agosto de 2010

Tortugas híbridas abren camino para recuperar isla Pinta

Isla Pinta, Galápagos. Las tortugas tienen un equipo de rastreo en la cima de su caparazón. Este registra su recorrido.
Gabriela Jiménez
Hace más de cuatro décadas George era solo George, no un solitario, no el único en su especie, no el sobreviviente en un hábitat afectado por la acelerada reproducción de cabras... solo una más de las tortugas gigantes que dominaban la isla Pinta, en el Archipiélago de Galápagos. Sus compañeros de genes habían muerto en manos de piratas que apetecían su carne o, años después, porque con la introducción de cabras su comida escaseó. Y George se convirtió entonces en el único representante de las Geochelone nigra abingdoni.

En 1972, cuando se creía que en la pequeña isla del noroeste del Archipiélago no quedaban tortugas, el biólogo estadounidense Joseph Vagvolgyi vio una. Rescataron a la gigante de su propio hogar, ya devastado por las 40.000 cabras, aproximadamente, que consumían todo su alimento. Pero ahora, en la cuna del solitario George, 39 gigantes de paso lento trabajan para restaurar la isla de 60 kilómetros cuadrados y 777 metros de altura máxima.

El proyecto no es nuevo, pero ha llegado a uno de los pasos más esperados, expresa Washington Tapia, coordinador técnico del Parque Nacional Galápagos (PNG). Todo comenzó con el exterminio de las cabras, culminado por completo en el 2003.

Las tortugas son rastreadas con equipo de telemetría en la isla Pinta, Galápagos, que tiene 60 km cuadrados de extensión.
Después, ya sin especies introducidas ni nativas, la vegetación inició un proceso de recuperación, pero nada fue igual, pues las cabras habían alterado las propiedades del suelo, y los arbustos leñosos crecieron con mayor rapidez, impidiendo el paso de la luz a las plantas pequeñas y convirtiendo a Pinta en un sitio poco atractivo para la anidación de aves.

Para lograr el equilibrio, en mayo pasado se introdujo a gigantes con caparazón tipo montura, parecidos a George, para que actuaran como ingenieros constructores de caminos naturales.

El proyecto está liderado por el Parque Nacional Galápagos, con financiamiento estatal, privado y la organización no gubernamental Galápagos Conservancy. Además cuenta con el apoyo académico de la Universidad Suny, Estados Unidos, que envió a cuatro estudiantes de posgrado para que realizaran el monitoreo diario, durante dos meses, para lo cual debían permanecer en la isla por dicho periodo.

Tapia informa que la selección y preparación de las tortugas que fueron liberadas tomó dos años. Tres de las 39 tienen un rastreador satelital, que permite registrar sus movimientos, temperatura, masa corporal, entre otros indicadores, de forma inmediata; las demás cuentan con un sistema de monitoreo que registra los mismos datos, pero solo se puede acceder a ellos acercándose a la tortuga y descargando la información, proceso que se estima realizar una vez cada seis meses.

Los cuatro estudiantes de posgrado de la Universidad de Suny, que permanecieron en la isla durante dos meses, iniciaron un blog donde describen las experiencias y avances del proyecto.

En esta bitácora digital se registra, por ejemplo, que una de cada tres tortugas se asocia con el cactus arbóreo, porque a los pocos días de su llegada detienen su paso, generalmente, cuando están a dos metros de uno de estos tradicionales puntiagudos.

En julio registraron que 580 metros es la mayor distancia alcanzada por una de las tortugas, que algunos grandes machos están realizando caminatas en amplios círculos y al final que quedan en el mismo lugar, y que la mayoría de las hembras se mantienen juntas, cerca del área donde se las introdujo.

La última entrada al blog, el 13 de agosto, informa del inicio de la tabulación de la información recogida durante los dos meses de monitoreo, mientras que en el Parque Nacional Galápagos, los registros continúan y los datos preliminares apuntan a afirmar que las tortugas se adaptaron de manera ágil a su nuevo ambiente, pues apenas fueron liberadas empezaron a alimentarse y en tres días ya recorrían cientos de metros.

Tapia expone que hasta ahora los 39 ejemplares híbridos se desplazan en al menos un tercio de la isla, y esto es una buena señal de adaptación.
Además informa que ya se comienzan a hacer evidentes los recorridos de sus anchos caparazones, pues se han abierto camino entre la espesa vegetación, que impedía a la flora pequeña desarrollarse y no resultaba atractiva para que las aves construyeran nidos.

Este deseo de ver convivir tortugas y aves se volvió realidad, según las entradas de la bitácora digital, pues ahí se detalla la observación de tres halcones, dos machos y una hembra (identificados así por la diferencia de tamaño), y se enfocan en el nido de una pareja que, semanas después de permanecer en él, tiene una cría.

“Hay un nido de halcón de Galápagos justo al lado del camino que conduce a nuestro campamento cerca de las tortugas (...). Los adultos se han vuelto muy protectores, y desde entonces hemos sido bombardeados por sobrevuelos, tanto que sentimos sus alas como cepillo en nuestras cabezas. Les gusta flotar alrededor de cinco metros por encima de nosotros”, describen.

El próximo paso, que se espera cumplir en dos meses, es tener cifras exactas sobre el impacto en la vegetación de isla Pinta, detalla el coordinador técnico del PNG, y así, en un futuro aún lejano, introducir especies de tortugas gigantes con capacidad de reproducción, para repoblar el lugar que fue puerto de piratas y casa de cabras, para volver a tener una isla donde no exista ningún solitario George.

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