domingo, 23 de mayo de 2010

Historias de pelícanos



Julián (en primer plano) es un pelícano que visita el hotel Sol y Mar, en Puerto Ayora.
Desde Las Encantadas
Paula Tagle
Pertenecientes a un orden animal bautizado con su propio nombre, Pelecaniformes, los pelícanos son aves marinas relativamente grandes, de patas palmeadas y sobre todo de buche expandible en el que pueden guardar varios galones de agua.
Tal vez no sean las criaturas más carismáticas de la costa, pero todo el mundo que haya estado cerca de un bote de pesca o en un mercado de mariscos en la playa los conoce bien. Siempre a la espera de excedentes, sobras, pedazos, lo que sea que el pescador les quiera donar (o ellos logren arranchar), no porque no puedan valerse por ellos mismos para zambullirse en el agua y conseguir alimento, pero cuando hay una manera más fácil, ¿por qué hacerlo?
Y así se conocen cientos de historias de pelícanos, porque son parte de la vida del hombre y la mujer de mar. Existen ocho especies distintas en el mundo, la nuestra, el pelícano café (Pelecanus occidentales), tiene una distribución que va desde la costa norte de Perú hasta California, en el lado Pacífico, y desde las Guayanas hasta el estado de Georgia, en el Atlántico.
Yo he conocido a varios personajes pelícanos. Está Pelícano Jack, por ejemplo, que cada miércoles llegaba sin falta a la proa del Polaris a posar para las fotos de turistas encantados con su presencia. Jack tenía la membrana entre sus dígitos algo rota, por eso podíamos reconocerlo. Y lo más gracioso es que ahora, que ya no hay Polaris, Pelícano Jack se posa en la proa del barco que lo reemplaza, el National Geographic Endeavour.
Puntual, infaltable, cada miércoles en la noche, tipo 20:00, llega a descansar en las barandas de nuestro barco (y a dejarlo todo sucio también).
Otro pelícano conocido de Puerto Ayora es Julián. Llegó al hotel Sol y Mar hace cuatro años. Tenía un anzuelo enganchado en el ala, con la mitad de su extremidad ya prácticamente perdida. Renato Pérez, uno de los propietarios del hotel, lo encontró caminando alrededor de la piscina, por donde a veces también se pasean otros tipos de animales, desde iguanas hasta garzas azules. Con los cuidados y cariño de Renato y los empleados del hotel, Julián se fue recuperando, y ahora nadie lo saca de las instalaciones del Sol y Mar.
Cuando otros pelícanos se posan alrededor del área social, Julián los hecha a picotazo limpio, reclamando esta área abierta a bahía Academia como su propio y exclusivo territorio. Varios lobitos curiosos que eventualmente trepan por el muelle del Sol y Mar se llevan el susto de su vida cuando Julián, celoso, aparece por detrás de las mesas para interponerse entre ellos y la piscina. Aunque de todas formas los lobos logran de vez en cuando escabullirse, saltando con gracia en la alberca, que seguro es como juguete nuevo para estos mamíferos marinos que no se pierden de ninguna posibilidad de descubrimiento.
Y quien haya caminado por el mercado de pescado en Bahía Pelícano, de Puerto Ayora, seguro que ha podido observar el show que dan tanto pelícanos como lobos. Es como si se hubieran puesto de acuerdo. Los pelícanos esperan en fila india los restos de pescado.
Luego de que el pescador limpia un pez, el pelícano trepa a la mesa para llevarse los pedazos no deseados. Apenas agarra lo suyo, vuela y se coloca ordenadamente al final de la fila, y el siguiente pelícano entonces se sube a la mesa a llevar su parte, mientras los demás siguen a la espera, a veces empujándose y picoteándose, pero todos en relativo orden.
De vez en cuando aparece un lobo que intenta colarse; pero es difícil abrirse campo entre tanto barullo, así que al lobo le toca esperar su turno y volver a la fila. Protagonistas de poemas, cuentos, fábulas y de la vida diaria de la gente de mar, estas son solo algunas de las tantas historias de pelícanos para contar.
Fuente: La Revista

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