En esta área protegida habitan miles de especies de fauna y flora. Los expertos dicen que es una gran fuente para el desarrollo biogenético.
El Yasuní no solo es un refugio de cientos de miles de especies, sino que esa riqueza natural constituye un verdadero banco de ADN, que puede ser aprovechado por la biotecnología y la industria.
Ese es el valor que resalta Pablo Jarrín, director de la Estación Científica Yasuní, sobre esta reserva natural ubicada en la Amazonia.
A su vez, un equipo de investigadores de las universidades San Francisco de Quito y Maryland, de EE.UU., concluyó que se trata del santuario más biodiverso de Sudamérica. En un informe emitido el mes pasado, se detalló que en una sola hectárea del bosque del Yasuní se calcula que existen 100 000 especies de insectos. Además, que contiene al menos 121 especies de reptiles, 596 especies de pájaros, 382 especies de peces y 204 especies de mamíferos.
También tiene un valor cultural y humano especial. Es el último rincón que queda para la supervivencia de los tagaeri y taromenane, que optaron por evitar el contacto con el resto de la población. Para su protección se estableció la Zona Intangible.
Con la intención de conservar esa riqueza natural y patrimonial, alrededor del Yasuní se han dado al menos cuatro designaciones. El 26 de julio de 1979 fue declarado Parque Nacional. Una parte de su territorio original pasó a ser territorio huaorani, con el propósito de permitirles un espacio propio para su desarrollo.
Además, es considerado un refugio de pleistoceno (una época geológica que comenzó hace 2,59 millones de años y finalizó hace 12 000 años). Y en 1989, por la variedad de flora y fauna en buen estado de conservación, la Unesco lo declaró Reserva de biósfera. Esta incluye al Parque Nacional y el territorio huaorani.
Pero su conservación está en permanente amenaza. Lo minan la colonización, el tráfico de madera y de fauna, además de la explotación petrolera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario