Pero también hay en menor escala casos de leishmaniasis, hongos en el pulmón e intestino.
Esos cuadros son atribuidos al clima tropical de esta zona. Y que se complican por el aislamiento y la lejanía en que se encuentra. A este sector, a más de 300 km del Coca, Orellana, en el extremo noreste de la Amazonia, solo se llega en lanchas, navegando por el río Napo. Es la población más cercana al bloque petrolero Ishpingo-Tambococha-Tiputini, en el Yasuní.
Eso también hizo que antes se presenten problemas obstétricos o de pacientes con traumatismos, que deben ser trasladados en canoas a remo o a motor. Esa situación hace que se compliquen los cuadros.
Frente a ese panorama difícil, el Hospital Franklin Tello, de Nuevo Rocafuerte, se convirtió en un centro asistencial referencial para la gente de esta zona.
Hoy atiende entre 20 y 30 pacientes diarios. Tal es la demanda que, pese a que Aguarico tiene unos 6 000 habitantes, en los archivos del hospital hay 10 000 historias clínicas. Además de la gente de la zona, acuden pacientes de la frontera norte de Perú. En este sector aparte de los de este centro no hay más médicos.
Pero para alcanzar las actuales condiciones, Amunarriz puso a prueba su tenacidad, a parte de la vocación. Recuerda que hace 39 años, cuando llegó a Nuevo Rocafuerte, encontró un hospital muy limitado. Funcionaba en un local con paredes de madera hecho por el Municipio y encomendado desde 1965 a la Vicaría de Aguarico. “Disponía de un microscopio, rayos X y reactivos de coloraciones para microscopía, además de la asistencia de dos religiosas como enfermeras. Pero tampoco era suficiente para una buena atención”.
Durante muchos años, Amunarriz fue el único médico que atendió allí. Llegó con algo de experiencia en tratamiento de patologías tropicales y conocimientos en microscopías. Pero, ante la dificultad de traslado al Coca y otras urbes, improvisó como cirujano para operaciones como cesáreas, politraumatismos y otras. Hasta hizo de dentista, en especial al visitar a huaorani y kichwas como misionero.
En los años siguientes, con el apoyo del Municipio, se construyeron nuevos pabellones para montar un laboratorio más amplio, sala de partos y de descanso para el personal. En un recorrido por el hospital se puede evidenciar las buenas condiciones.
Mucho depende de las gestiones de Amunarriz y las de su congregación. Por ejemplo, para cubrir los USD 110 000 que costó el equipo de rayos X recurrió a una multicolaboración del Ayuntamiento del Tudela, España y varias ONG.
A su vez, el Ministerio de Salud aporta con el sueldo para cuatro internos y enfermeras, y con alrededor de USD 17 000 anuales para mantenimiento del hospital y con un ‘stock’ de medicinas.
Amunarriz, ha atendido al menos a tres generaciones de la población local. Entre estas está la familia de Zaira Erazo, quien reconoce que la atención es buena y que ellos acuden con confianza. Hoy al ‘padre doctor’, como lo conocen, le preocupa un rebrote agudo del mal de Chagas, causado por un chinche. “De entre 2 030 muestras analizadas, hay 73 casos positivos”.
Manuel Amunarriz, además del sacerdocio, se graduó en Biología en la Universidad Complutense y en Medicina, en la de Navarra, Pamplona, España.
La consulta es gratuita. Además tiene una farmacia donde hay medicamentos a precios módicos.
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