En seguida Mayer Rodríguez, guía de ecoturismo de la zona, se acordó de que hasta hace unos 10 años se veían verdaderos grupos de charapas. Esto sobre todo en las pequeñas playas que se forman en las épocas de verano, adonde llegan a depositar sus huevos.
La charapa o Podocnemis unifilis es una tortuga común de agua dulce en la Amazonia. Y está evaluada por la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN, en inglés) como una especie vulnerable.
Los depredadores naturales, la caza indiscriminada y la contaminación de los ríos y lagunas con derrame de petróleo han diezmado su población.
Por ejemplo, en la zona del Tiputini, al norte del Parque Nacional Yasuní (PNY), los huaorani, los quichuas y los colonos acostumbran recolectar los huevos o atrapar los ejemplares para consumirlos como alimento. A eso se suma el tráfico de las tortugas.
Frente a esa situación crítica, la Estación de Biodiversidad Tiputini, de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ), tiene un programa para tratar de salvar de la extinción a esta especie.
David Romo, director (e) de la Estación, cuenta que el proyecto se consolidó hace tres años. Todo empezó con la ejecución de un plan de investigación de un estudiante quichua sobre la crianza en cautiverio. Se construyeron nidos artificiales de arena y se recolectaron los huevos. Al final de esa incubación, eclosionaron 600 charapas.
Para mantenerlas, en la estación se habilitó una piscina, a 5 m de la ribera izquierda del Tiputini. Allí crecen 35 ejemplares, el 10% de la eclosión de marzo y abril pasados y que se mantendrán como reserva.
Diego Mosquera, administrador de la Estación Tiputini, reconoce que hubo algunos problemas como el ataque de hormigas y la alteración de patrones ambientales. Incluso en este año la recolección de huevos fue toda una competencia con los huaorani.
Hubo que probar varios mecanismos de alimentación durante la etapa de crianza. Hasta se incluyó en la piscina a un caimán para que ayude a limpiar de bichos las aguas del criadero.
No obstante, el proceso no se detuvo. En este año se avanzó con un estudio de población.
Para eso se tomaron las muestras del ADN de las tortugas que nacieron en cautiverio y a futuro se atraparán algunos ejemplares para evaluar su ADN.
Romo asegura que “si el mismo resulta muy similar con el de nuestras tortugas, significa que sí hay una reducción sustancial de la población. Estarían apareándose entre parientes muy cercanos”.
Cuando el proyecto esté funcionando al 100%, se transmitirá la experiencia a los huaorani y quichuas que viven en la zona. La intención es que ellos también armen sus propios criaderos y eviten la depredación.
Una iniciativa que busca iguales objetivos está en marcha en la zona del Cuyabeno desde el 2004. Involucra a 130 familias cofanes y quichuas de Playas de Cuyabeno, Zábalo y Zancudo.
Por cada charapa pequeña liberada, los indígenas recibieron un estímulo de 25 centavos y por cada ejemplar adulto, 50 centavos.
Quelonio amazónico
Estas pequeñas tortugas son nativas de Sudamérica. Habitan en la Amazonia de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Guyanas y Brasil.
En la etapa juvenil viven en lagos y esteros. Al alcanzar una talla promedio de 40 cm (alrededor de los 10 a 12 años) la hembra madura sexualmente y empieza a desovar en las playas.
Machos y hembras recorren grandes distancias en diferentes hábitats acuáticos, en búsqueda de su alimento. Son omnívoros, comen larvas e insectos, frutos y plantas urticantes.
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