jueves, 4 de febrero de 2010

‘Las petroleras me consideran un enemigo’

Jaime Plaza. Desde el Yasuní

El misionero capuchino José Miguel Goldáraz relata sus vivencias desde que llegó a la zona del ITT hace 38 años.

Hoja de vida
José Miguel Goldáraz
Oriundo de España, llegó hace 38 años a la Amazonia. En sus inicios acompañó en las misiones al también misionero Alejandro Lavaka. Es autor de varias obras.
Aparte de evangelizar, asesora a las organizaciones indígenas y colonas para exigir atención de las autoridades y de las petroleras. Trabaja en la Vicaría de Aguarico, en Nuevo Rocafuerte.

En la comunidad Edén-Yuturi. José Miguel Goldáraz saluda con Juan Tapuy, padre de cuatro hijos

Hay quienes piensan que sacar el petróleo del ITT (bloque Ishpingo-Tambococha-Tiputini) traerá progreso para esta región.

Si fuese así, la situación sería distinta en la zona de la vía Auca (sur del Yasuní). Allí lo que más ha desarrollado es la carretera, pero eso ocurrió con base en paros y más paros. Si no no se hace nada.

Más bien creo que será una repetición todavía más grave de los conflictos ocurridos en la zona de Sacha y de Shushufindi: derrames petroleros y problemas sociales permanentes.

Desde hace 38 años que llegué aquí, no se ha hecho por una planificación petrolera o del Gobierno sino a punta de paros, de invasiones de tierras. Con protestas ante la compañía, han logrado algo de infraestructura.

El Gobierno y las petroleras debieran impulsar verdaderos programas de desarrollo. Pero hasta ahora les mantienen con dádivas, donaciones y bonos.

Así los naporuna (gente del Napo) pierden la creatividad de trabajar para sí mismos. Tal es así que en la comunidad Edén logramos que la petrolera entregue una piladora de arroz y otra de café, incluso había un colegio en proyecto. Hoy una piladora no funciona y la otra ni la desmontan. Ahora tienen que comprar hasta yuca, ya no toman chicha sino cerveza o vino.

No soy enemigo de las petroleras, sino de la mala explotación y de la manipulación que hacen con la gente.

He buscado que ellos tengan una conciencia crítica, de que son dueños de esta zona, que aquí las petroleras no pueden entrar aunque les ordene el Estado.

El problema es que se han comido la manzana prohibida: el dinero y las dádivas de las petroleras.

Por ese acompañamiento a las comunidades indígenas, las petroleras ahora me consideran su enemigo. Pero no es así, si no que me opongo a la mala explotación, a la manipulación que hace con la gente, a la cantidad de íconos y eslóganes que les meten en la cabeza, diciendo que esto es progreso.

Mi lucha es por una calidad de hombre que sienta al Yasuní como suyo. Me dicen que esto no es competencia mía sino del Estado y que si los nativos se oponen, van contra la Nación.

Me impulsa es el afán de salvar al hombre y su dignidad, cultura y lengua. Aunque ya nadie quiere hablar kichwa.
Esa es una manera muy absurda de presentar una riqueza nacional como si fuese del Estado. Y frente a esta lucha han instalado campamentos militares en Pompeya y en Edén, como si ellos fuesen los defensores del petróleo, cuando esto es del pueblo.

He vivido siempre en las bases y por eso evito ir para arriba. Ese es un mundo de principios, conceptos, eslóganes y falsedades. La realidad se mira aquí en medio de la Amazonia.
Quizás a la gente se le vea mejor vestida, pero eso es pura apariencia. El alcoholismo creo ha aumentado tres veces en 20 años; la migración de las chicas que luego se prostituyen en el Coca ha aumentado en 100%, porque antes no salían; y los jóvenes no tienen trabajo, por lo que se van al Coca o se apegan a las compañías.

Por eso aquí la juventud está esperando a las petroleras como a Maná del cielo, que les va a dar plata. Pero un dinero no para invertir en algo, sino una plata coyuntural para la diversión.

En el tiempo que estoy acá, la zona de Aguarico (norte del Parque Nacional Yasuní) ha cambiado tremendamente. Esta era gente que no tenía contacto con nadie. En su aspecto exterior y en sus relaciones sociales no salían de su ayllu. No había ni escuelas ni organización, no conocían el dinero y dependían de sus patronos.

Lo peor de todo es la pérdida de valores culturales y de identidad. Esa energía de lucha ha desaparecido. Su filosofía era no robes, no mientas, no seas vago. No obstante, hoy mienten como kosakos y roban todo lo que pueda. Han cambiado los conceptos, son totalmente diferentes.

Con los huaorani es mucho peor. Como son de un temperamento más fogoso, han visto que una petrolera resulta gran campo de cacería, entonces allá apuntan para todo. Tal es su dependencia con relación a las petroleras, que no producen nada. La cacería de monte la utilizan para vender y no para su alimento, porque ellos comen la ‘caicha’ (chatarra).
Mi impulso es el afán de salvar al hombre y su dignidad, cultura y lengua. Ahora, por ejemplo, estoy escribiendo una gramática y un diccionario del kichwa, para salvarlo, ya que ni los naporuna quieren hablarlo. Solo hablan en castellano e incluso inglés.
Esta tarea es dura, a veces desesperante por la lentitud y porque parece que va para atrás. Pero al mismo tiempo es un reto y me gusta esta adrenalina, es un aliciente fuerte como sacerdote que busca salvar no solo a las almas sino a la personas.

Esto es como una lucha entre una pulga contra un elefante. Creo que hasta ahora no venzo ni una batalla, pero voy a ganar la guerra. Los kichwas ya tienen sus títulos de tierras y tienen una organización, aunque a medias al estar minadas porque sus dirigentes han sido corrompidos por las compañías.

Temo que esos males se repitan una y otra vez en la zona del bloque ITT. Cuando se presenta un gran derrame, la gente de las petroleras viene a remediar con tecnología de punta, pero no es de punta ni de rabo. De acuerdo a cómo se lleva la política de remediación en el país, es imposible evitar este círculo vicioso, que se mantiene desde el tiempo de la Texaco (hoy Chevron).

Creo que como toda obra en construcción, debería tener prevención. Al hacer los contratos petroleros deben establecer un 30% para remediar o evitar la contaminación. Pero no se hace.

Como campesino que fui, me duele por el daño que se hace a la selva y a los animales. Cuando vine por primera vez, las compañías organizaban cuadrillas para que salgan de cacería y abastezcan de alimento para el personal. Además, destrozaron las lagunas porque pescaban con tacos de dinamita. Las petroleras eran juez y parte, incluso tenían una suerte de tribunales.

Mantendré firme mi posición contra la explotación del ITT, aunque me consideren un enemigo.


Fuente:

1 comentario:

eloy dijo...

DA MUCHA PENA EN NO ESTAR ENTERADO DE LO QUE PASA REALMENTE EN NUESTRAS COMUNIDADES QUE SON PARTE DE LA AMAZONIA,QUIENES SON ENGAÑADOS POR EL AMOR AL DINERO Y AL LUCRO PERSONAL;ESE MALDITO DINERO QUE HACE QUE LAS PERSONAS VENDAN SU ALMA Y EL DE LOS DEMAS.LA DESINFORMACION Y LA CORRUPCION QUIENES SE ENCARGAN DE DESUNIR AL PUEBLO Y AL PAIS.LO QUE UD.HACE POR ESAS COMUNIDADES ES PENSANDO EN SU FUTURO,SI ES QUE ELLOS NO SE DAN CUENTA,ES PORQUE EL VIRUS DE LA CODICIA ESTA EN ELLOS.SIGA ADELANTE CON LO QUE HACE QUE LA MEJOR ARMA PARA MI ES LA INFORMACION QUE TODOS SEPAN EL DAÑO QUE SE ESTA HCIENDO A LAS COUNIDADES,LA NATURALEZA Y AL PERU.

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