sábado, 6 de febrero de 2010

Un santuario que deslumbra por su riqueza en especies

En el noreste del Yasuní. César Rodas camina por el bosque en busca de alguna ave o animal que habita en la zona. Hay cada vez menos especies
Texto: Jaime Plaza. Fotos: Diego Pallero. Desde el Yasuní

Los expertos dicen que el Yasuní es el área con más biodiversidad de la región. Al navegar por sus ríos se miran especies como el delfín rosado.

Un chapuzón repentino rompe la aparente quietud de las aguas del río Yasuní. El avance de la lancha se detiene y César Rodas busca con avidez dónde volverá a aparecer.

Él está casi convencido que se trata de un delfín rosado, aunque no descarta que sea un paiche, considerado por sus 2,5 metros o más el pez más grande de agua dulce.

Cinco minutos después, un soplido de agua alerta sobre el sitio donde emergerá. Hasta que se confirma que, precisamente, es un delfín rosado. Este encuentro inesperado ocurre a una hora de navegación, adentrándose en el Parque Nacional Yasuní (PNY) desde Nuevo Rocafuerte, el poblado más extremo en la Amazonia ecuatoriana. Aunque parezca irreal por su color y por habitar en plena selva, verlo impresiona. Por este cetáceo está entre las más llamativas de entre las miles de especies, cuyo hábitat es el Yasuní.

Un equipo de científicos de Ecuador y de la Universidad de Maryland, EE.UU., ratifica que es el área con mayor biodiversidad en Sudamérica. Además, que rompe los récords mundiales para una amplia gama de grupos de plantas y animales, desde insectos y anfibios hasta árboles.

Y esa gran diversidad de especies fue una de las mayores razones por las que en 1989, la Unesco declaró al Yasuní como Reserva de Biósfera.

Mientras se sigue navegando por el afluente, se descubre decenas de aves como el martín pescador o el cacique de plumaje negro y amarillo, que construye su nido en los árboles a orillas del río.

Rodas, ex trabajador de una petrolera y hoy dedicado al ecoturismo, no para de advertir la presencia de algunos animales. Lo que más anuncia son las charapas, una especie de tortugas acuáticas y que apenas advierten la presencia de extraños, se sumergen entre las aguas turbias.

Pablo Jarrín, director de la Estación Científica Yasuní, habla de varias hipótesis que explican esta riqueza biodiversa. Por ejemplo, la alta radiación solar que ayuda a que haya una gran variedad de vida, aparte de la influencia de los Andes y de la Amazonia central, combinación de factores climáticos y biológicos que permite mayor riqueza.

Al adentrarse a pie hacia el bosque, las impresiones son más intensas. Sorprende el grito ruidoso de algunas aves. Se trata de una bandada de guacamayos -dice Rodas-, pero hay que aguzar la vista para divisarlos a más de 30 metros de altura, posados sobre las copas de los árboles de ceiba.

El aleteo repentino de un ave grande causa un sobresalto. Solo al descubrir que, junto a un tronco, hay un nido con cuatro huevos de azul intenso, se sabe que fue una perdiz que huyó asustada.

La singular travesía avanza y aunque no aparecen, las huellas marcadas en el ingreso hacia un saladero indican que allí frecuentan pecarís, saínos... Es el sitio a donde acuden a comer los minerales de la tierra para mejorar la digestión de los alimentos, aunque cada vez es más difícil mirar esas escenas naturales.

Aún más reducida se vuelve la posibilidad de encontrarse con una manada de monos, pese a que en el Yasuní están registradas 11 especies, como el barizo de dorso dorado o el mono aullador.

A diferencia de que sí se pudo observarlos en una incursión hacia el centro del Yasuní por el río Tiputini, en 2008, esta vez no aparecieron.

Rodas coincide con el misionero José Miguel Goldáraz que es por la cacería indiscriminada que hubo en épocas anteriores. Igual ocurre con los peces en los ríos y en la laguna Jatuncocha.

Controlar esa depredación es la tarea del guardaparque Robinson Sanmiguel y sus compañeros, desde el sitio Tambococha, orilla izquierda del río Yasuní. Su mayor temor es que si se explota el bloque Ishpingo-Tambococha-Tiputini (ITT) las consecuencias serán peores.

“Los de la (petrolera) Repsol al llegar dijeron que utilizarían tecnología de punta para evitar daños. Pero cuando ocurrió un gran derrame en su bloque especies como tortugas de tierra y otros animales hasta se calcinaron con el crudo regado”. Lo mismo sucede con los insectos que caen los mecheros, encendidos en los pozos petroleros.

Rodas recuerda que, en los sitios donde se perforaron los pozos de exploración Ishpingo 1 y 2, y Tambococha, por largas temporadas ya no había venados, huanganas, pecari y otros animales que acudían a los saladeros. “Se alejaron por la presencia de las cuadrillas y las explosiones”.

Asimismo, en el estudio de Universidad de Maryland se advierte que los proyectos en los bloques 31 e ITT son la amenaza más grande.

Los bosques también serán muy vulnerables por la destrucción que ocurrirá. Renato Valencia, investigador de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), resalta que “solo en una parcela de 50 ha, encontramos 1 200 especies de árboles y arbustos”. Advierte que al destruirlos se dejará escapar el dióxido de carbono (121 520 000 toneladas métricas)
almacenado en troncos y ramas.

Un banco de ADN

Pablo Jarrín cree que el Yasuní es un gran banco de ADN, clave para encontrar nuevos principios aplicables a la industria y a la tecnología. “Allí está la riqueza que el país puede usar cuando se acabe el crudo”.

Según Jarrín, puede ser utilizada en farmacéutica, desarrollo industrial, mejoras de procesos químicos y alimenticios a partir de plantas, insectos y todos los organismos que habitan en el Yasuní.

También hay quienes aseguran que es una de las mayores fuentes de agua dulce.

EL YASUNÍ EN IMÁGENES

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