lunes, 7 de diciembre de 2009

Sembrando y cuidando un árbol en la ciudad

Texto: María Inés Plaza Lazo

El árbol correcto en el lugar correcto  es agradable a los ojos, a la nariz y a su sombra. Una regeneración urbana no lo puede dejar olvidado, ya que no se trata de decoración, sino de un actante imprescindible en la vida humana.

Sin sus cerezos, Kioto no sería la misma y las luces de Japón no tendrían que celebrar para el Hanami (Festival de Primavera). Nueva York no tuviera pulmones sin Central Park, Suiza sin sus pinos, Canadá no tendría escudo sin las hojas de arce y Miami no sería la playa consentida sin sus palmeras.  

“Fue ahí cuando me di cuenta que sin árboles no hay gente. No es nada romanticón, es solo vida”, dice Patrick Lichtfield, director de la Asociación Internacional de Arboricultura, que cuenta actualmente con 22.000 miembros a nivel mundial, dedicados a fomentar la siembra y el cuidado del árbol dentro del casco urbano.

Uno de los pulmones de la ciudad: 
El parque Centenario.
La arborización urbana es una motivación para sensibilizarnos acerca del cuidado del medio ambiente,  una oportunidad para sentirnos parte de la acción en torno al problema medioambiental, pues el hecho de plantar árboles,  cuidarlos, conocer acerca de ellos, nos muestra que las áreas verdes no son un simple adorno sobre las calles.

En la Plaza San Francisco: 
Fauna y flora conviven dentro del orden urbano.
Trópico seco
Es más bien un problema de raíces. No se ve, pero si estas no están plantadas en el lugar correcto, entonces la función que cumpla el árbol no será del todo favorable. 

Si en el Sahara hubiera árboles, este desierto seguramente tendría más personas viviendo en él. De acuerdo con Lichtfield, el árbol es entonces más importante en la ciudad que en el bosque. “El valor de un árbol en la calle es más alto que uno rodeado de miles de árboles más”, comenta. “Cuesta, pero no se compara”.  

Junto con la fotógrafa Chantal Fontaine, Lichtfield recorrió la ciudad de Guayaquil y sus áreas verdes. Lo entrevistamos en el Parque Histórico, donde nos relata su compromiso con los árboles que, según él, parte desde su activismo ambiental en Ecuador, cuando tenía 20 años.

Durante ese tiempo, alrededor de 1979, Lichtfield trabajaba para el Centro de Recreación Económica del Azuay (CREA). Las nuevas plantaciones, paralelas a los avances urbanos, les mostraron que los árboles son tan necesarios como un centro de salud limpio y ordenado. Suecia, su país natal, con sus tantos bosques, no le mostró la importancia de una ciudad arborizada, ya que para él no había necesidades verdes, con tantos árboles alrededor. 


Plaza Rodolfo Baquerizo Moreno: Los árboles embellecen
espacios y dan sombra a los transeúntes.
Ahora el arboricultor considera fundamental una conciencia sobre la importancia de áreas verdes. La convivencia del árbol y el hombre dentro del mismo espacio demanda de orden, cuidado y seguridad. Debido a su entusiasmo en flora, Patrick Gourét Lichtfield estudia arboricultura en la Universidad de Farmer, Inglaterra, y debido a su interés por América latina, estudia su historia moderna, idiomas indígenas y traducción al español en México. 

Actualmente lleva la batuta de fundaciones como National Arborist Association EE.UU., la International Society of Arboriculture (ISA) y la European Arboricultural Council (EAC), así como es miembro del comité editorial de la revista Arborist news.

Lleva paralelamente a cabo actividades de sensibilización (exposiciones, charlas) en torno a la necesidad de cuidar el medio ambiente en la universidad Alnarp en Hvilan, Suecia, donde trata el tema del “uso de la tierra”.


La regeneración urbana no deja a un 
lado a los importantes árboles.

Corazón de mangle

Por ser  una ciudad ubicada sobre el nivel del mar, según el arquitecto y funcionario del Municipio al servicio de las áreas verdes, Abel Pesantes, el suelo de Guayaquil proporciona una humedad constante al sistema radicular (perteneciente a las raíces) de los árboles, lo cual beneficia la absorción de los nutrientes y por ende el desarrollo de las especies como samanes, acacios, almendros, guayacanes, pero sobre todo del mangle.

Dentro de la esfera urbana, los árboles requieren de supervisión técnica constante, ya que de lo contrario, el sistema radicular y foliar (perteneciente a las hojas) de los mismos puede desarrollarse y generar daños a las viviendas, calles, sistemas de cableado eléctrico, red de agua potable y servidas. 

Frente a las críticas hechas a algunos escenarios de la regeneración debido a la carencia de áreas verdes, Pesantes explica que un problema importante relacionado con la plantación de los árboles es la compactación del suelo. Cuando este está compactado, su densidad aparente aumenta y su porosidad disminuye. 

Estos efectos impiden el desarrollo de las plantas porque el suelo se hace impenetrable para el desarrollo de la raíz y, además, limita el agua y el oxígeno disponibles para las raíces, lo que provoca que estas se desarrollen superficialmente, causando la rotura del pavimento y daños en la infraestructura.

A pesar de estos riesgos, las áreas verdes no pueden ser reducidas, ya que el árbol cumple funciones imprescindibles como amortiguar el ruido  del tráfico vehicular, regular las temperaturas, reducir y eliminar malos olores. Además, sirve como hospedero de especies silvestres, favoreciendo a la fauna urbana.

Por esto, Pesantes resalta que en la actualidad se promueve el mantenimiento técnico e integral de los árboles llevando a cabo cronogramas de poda, fertilización, riego y manejo de plagas.

Asimismo, se utilizan criterios técnicos para la selección y siembra de especies apropiadas para cada proyecto, considerando siempre la ubicación y el área donde serán trasplantados.

Guayaquil, con respecto a otras ciudades del país, cuenta con un proyecto variado de regeneración que se identifica plenamente, según Pesantes, con las necesidades de la población al participar de forma activa en el proceso de implementación y mantenimiento de las áreas verdes.

Los beneficios sociales de su arborización están relacionados con la salud pública, la recreación y el bienestar en general, agradando a los ojos con sus formas ornamentales, que contrastan con los edificios.

Los beneficios ambientales incluyen el control de la contaminación del aire y el ruido; un realce del paisaje con impactos positivos en la psique humana y su educación, para que un madero de guerrero sepa defender su patrimonio, lo gestione y lo mantenga como un pedacito de cielo.

Fuente: La Revista

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