Es la luz, el momento, las circunstancias. Los ocasos del Ecuador halagan los ojos de quien sabe detenerse para contemplarlos.
Turistas contemplan el final de la tarde en Puerto Villamil, en la isla Isabela. Por estar al extremo oeste de las Galápagos, Puerto Villamil es la población ecuatoriana más lejana del continente en que puede observarse la caída del sol.
La tarde se despide en puerto El Carmen, en la provincia de Sucumbíos, cuya espesura parece proteger los últimos rayos del sol.
El volcán Tungurahua luce especialmente apacible en los últimos minutos de la tarde. Aunque en ciertos días muestra nuevamente nubes de ceniza sobre el cráter.
La Plaza Grande, bajo los tonos de un sol que se esconde en el Centro Histórico quiteño, exhibe el Monumento a los Próceres (d), la Catedral y la iglesia El Sagrario (c).
Los surfistas generalmente son sorprendidos por el atardecer en playas como Punta Carnero (foto), Engabao, Montañita y Canoa.
Fuente: La Revista
Turistas contemplan el final de la tarde en Puerto Villamil, en la isla Isabela. Por estar al extremo oeste de las Galápagos, Puerto Villamil es la población ecuatoriana más lejana del continente en que puede observarse la caída del sol.
En pareja o en plena soledad. Alegre o nostálgico. Cerca o alejado de casa Huyendo o queriendo ser encontrado. En cualquier situación, el ocaso es un mágico momento que puede agitarnos el alma o adormitarla.
El Ecuador presenta “cuatro mundos” de escenarios magníficos para vivir con entusiasmo aquella hora del día, generalmente entre las 18:30 y las 18:50, en que el sol comienza a besar el horizonte en una despedida bendita que se repite a diario para abrir paso a los tonos rojizos, anaranjados y lilas, que poco a poco preparan el ambiente para la llegada de la noche.
La tarde se despide en puerto El Carmen, en la provincia de Sucumbíos, cuya espesura parece proteger los últimos rayos del sol.
Viajar es pedir prestados momentos ajenos, en sitios ajenos, en circunstancias ajenas, para con la complicidad de nuestros sentidos apropiarnos de vivencias que nunca habríamos tenido en casa.
Estas gráficas nos regalan escenarios que, bajo la luz del ocaso, podemos darnos cuenta de que siempre fueron nuestros.
El volcán Tungurahua luce especialmente apacible en los últimos minutos de la tarde. Aunque en ciertos días muestra nuevamente nubes de ceniza sobre el cráter.
“Siempre es conmovedor el ocaso, por indigente o charro que sea, pero más conmovedor todavía es aquel brillo desesperado y final que alumbra la llanura, cuando el sol último se ha hundido, nos duele sostener esa luz tirante y distinta”.
Jorge Luis Borges
Jorge Luis Borges
La Plaza Grande, bajo los tonos de un sol que se esconde en el Centro Histórico quiteño, exhibe el Monumento a los Próceres (d), la Catedral y la iglesia El Sagrario (c).
Los surfistas generalmente son sorprendidos por el atardecer en playas como Punta Carnero (foto), Engabao, Montañita y Canoa.
Fuente: La Revista
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