Perro de orejas cortas. Fotografía de Santiago Espinosa
Redacción Sociedad
En medio de la Amazonia, un sistema auspiciado por National Geographic monitoreo las especies. El objetivo es determinar su densidad poblacional.
Ante el mínimo signo de movimiento o de calor corporal, una luz fosforescente ilumina el verdor de la selva. Es que un dispositivo acciona automáticamente una cámara para captar la imagen de un tapir, capibara, pava u otro animal o ave que cruza por el sitio.
Protegidas dentro de un pequeño cajetín metálico, permanecen semiocultas entre la vegetación. Son 40 cámaras, entre digitales y semiautomáticas y están ubicadas en zonas estratégicas: senderos y saladeros dentro de los 6 km2 que comprende el bosque protector Tiputini, en el límite norte del Parque Nacional Yasuní.
Protegidas dentro de un pequeño cajetín metálico, permanecen semiocultas entre la vegetación. Son 40 cámaras, entre digitales y semiautomáticas y están ubicadas en zonas estratégicas: senderos y saladeros dentro de los 6 km2 que comprende el bosque protector Tiputini, en el límite norte del Parque Nacional Yasuní.
Pues se trata de un sistema de cámaras, mediante el cual pretende monitorear la densidad poblacional de las especies de fauna de la zona. Es decir, documentar el tipo de animales de la zona y generar información que eventualmente permita protegerlos, mediante acciones de manejo.
Surgió hace tres años por iniciativa de John Blake, un investigador de la Universidad de Misuri, EE.UU., que visitó esta parte de la Amazonia ecuatoriana.
Junto al ecuatoriano Jaime Guerra, Blake armó una propuesta para enviarla a diferentes lugares en busca de financiamiento. La organización National Geographic la acogió y financió la compra de cámaras, rollos, baterías…
Diego Mosquera es quien tomó la posta hace algo más de un año. Desde entonces, cada dos o tres semanas, emprende un recorrido desde la Estación de Biodiversidad Tiputini por cada uno de los sitios. Va carganda una pequeña mochila, en cuyo interior lleva rollos fotográficos y pilas de repuesto y el infaltable cuaderno de apuntes, una suerte de bitácora.
Antes de retirar el rollo y reemplazarlo por otro, desactiva el sensor valiéndose de un pedazo de imán que cuelga del cajetín. Luego, con un lápiz en mano, Mosquera realiza apuntes sobre el sitio de visita, la fecha y la hora, el número de captaciones...
Las primeras fotografías fueron tomadas en el 2005 y durante estos años se han registrado más de 20 000 captaciones. En la mayoría aparecen venados, pecarí de labio blanco y de collar, pavas, murciélagos, caimanes, tapires, guantas, guatusas, murciélagos...
También se registraron otras raras en la región como el ave curasao nocturno y hasta el perro de orejas cortas (Atelocines microtis). David Romo, codirector de la Estación Tiputini, indica que es uno de los animales más difícil de localizar en la Amazonia.
Al principio, el entusiasmo crecía ya que cada vez se captaban más especies nuevas. Un día aparecía un tapir, otro día un sahino y hasta los monos..., animales comiendo o copulando.
No obstante, según recuerda Mayer Rodríguez, uno de los guías de la estación que casi se conoce de memoria los senderos y saladeros, lo más sorprendente fue cuando empezaron a aparecer uno y otro jaguar.
Mosquera calcula que en este bosque protector habitan al menos siete jaguares, a parte de 11 tigrillos. A esa conclusión se llegó tras analizar las fotos captadas de esta especie en diferentes lugares, y épocas. Pero lo más determinante es la fisonomía, ya que sobre todo las manchas en cada uno son únicas (son como una suerte de huellas digitales).
Aún más, por lo general la densidad es de un jaguar por cada 25 a 30 km2. Pero en la Estación Tiputini es más de uno por km2.
El responsable actual de este proyecto tiene dos teorías que pudieran explicar aquella densidad: “una porque aquí disponen de un montón de alimento. Otra porque los jaguares se sienten presionados por estar rodeados ante las actividades en la ex zona de la Oxi, de los huaroani, quichuas y la exploración petrolera en el norte del Yasuní. Entonces se concentran aquí porque nadie les molesta”.
Estas y otras conclusiones empiezan a surgir basándose en la información que es recopilada mediante este sistema de cámaras.
Pues cada uno de los datos es registrado en un archivo que Diego Mosquera guarda en la Estación. Hasta este sitio se llega después de navegar por los ríos Napo y Tiputini y trasladarse en carro durante siete horas desde Coca, capital de la amazónica Orellana.
Allí, en medio del bullicio de grillos, monos, guacamayos... Diego Mosquera y sus compañeros están pendientes cada día de encontrarse con alguna nueva especie.
Al principio, el entusiasmo crecía ya que cada vez se captaban más especies nuevas. Un día aparecía un tapir, otro día un sahino y hasta los monos..., animales comiendo o copulando.
No obstante, según recuerda Mayer Rodríguez, uno de los guías de la estación que casi se conoce de memoria los senderos y saladeros, lo más sorprendente fue cuando empezaron a aparecer uno y otro jaguar.
Mosquera calcula que en este bosque protector habitan al menos siete jaguares, a parte de 11 tigrillos. A esa conclusión se llegó tras analizar las fotos captadas de esta especie en diferentes lugares, y épocas. Pero lo más determinante es la fisonomía, ya que sobre todo las manchas en cada uno son únicas (son como una suerte de huellas digitales).
Aún más, por lo general la densidad es de un jaguar por cada 25 a 30 km2. Pero en la Estación Tiputini es más de uno por km2.
El responsable actual de este proyecto tiene dos teorías que pudieran explicar aquella densidad: “una porque aquí disponen de un montón de alimento. Otra porque los jaguares se sienten presionados por estar rodeados ante las actividades en la ex zona de la Oxi, de los huaroani, quichuas y la exploración petrolera en el norte del Yasuní. Entonces se concentran aquí porque nadie les molesta”.
Estas y otras conclusiones empiezan a surgir basándose en la información que es recopilada mediante este sistema de cámaras.
Pues cada uno de los datos es registrado en un archivo que Diego Mosquera guarda en la Estación. Hasta este sitio se llega después de navegar por los ríos Napo y Tiputini y trasladarse en carro durante siete horas desde Coca, capital de la amazónica Orellana.
Allí, en medio del bullicio de grillos, monos, guacamayos... Diego Mosquera y sus compañeros están pendientes cada día de encontrarse con alguna nueva especie.
En busca de recursos
Cada fotografía es codificada y debidamente archivada. Luego de procesar los datos, el siguiente paso es la interpretación de la información.
La mayoría de las cámaras funcionan con película de 4.1 megapixeles. Se piensa en la necesidad de reemplazarlas por digitales.
John Blake gestiona ante la National Science Fundation, de EE.UU, un aporte de USD 15 000. Con eso se compraría algunas cámaras digitales y de video.
Las cámaras están en senderos y saladeros con mayor presencia de animales, de acuerdo con un sondeo a los guías de la zona.
Los saladeros ubicados en las márgenes de los ríos son más visitados por guacamayos, loros y otras aves más pequeñas. A los del interior de los bosques acuden capibaras, tapires, monos… estos últimos bajan y busca de algún nutriente entre la arena.
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