lunes, 15 de noviembre de 2010

Reserva Chimborazo protege belleza entre las nubes y los suelos

El volcán Chimborazo tiene cinco puntas, entre los 6.100 y 6.310 metros
 de altura. Del nevado más alto del país nace una veintena
 de riachuelos que proveen agua a la provincia y zonas cercanas.
Áreas protegidas
Entre los vientos helados del páramo y los suelos esponjosos de los pajonales de la Reserva de Producción Faunística Chimborazo (RPFC) se teje una historia de amor ancestral que intenta explicar la riqueza natural de la zona.


Los habitantes de las 38 comunidades que se asientan dentro de esta zona de 58.560 hectáreas repiten el relato que sus abuelos les contaron: el taita Chimborazo y la mama Tungurahua mantenían un romance de siglos, su amor se manifestaba entre vientos, lloviznas y relámpagos, y fruto de esa relación nacieron los valles, páramos, riachuelos y las lagunas ubicadas hacia el occidente de ambos volcanes. 


Esta riqueza fecundada entre dos grandes de la naturaleza, según la mitología andina, se convirtió en área protegida en octubre de 1987, cuando se establecen programas para la recuperación de la cobertura vegetal que el ganado bovino, principalmente, se había encargado de destruir, y se crean controles para la expansión agrícola. Iniciativas que, según las autoridades locales, están dando resultados, pues las comunidades han entendido que a mayor conservación, mayor turismo y bienestar.


Dentro de la reserva existen tres ecosistemas: los páramos pajonales o bosques alto andinos, con suelos esponjosos que atrapan dióxido de carbono y filtran aguas puras hacia los ríos; los páramos arenales, el único páramo seco que existe en Ecuador; y los pastos naturales, recuperados con la reducción del ganado bovino y la inserción de camélidos como llamas, alpacas y vicuñas, animales con patas blandas y esponjosas que no alteran los suelos andinos. 

La perdiz de páramo es una pequeña ave que se adapta a las
zonas andinas y busca comida en los sitios áridos de la reserva
.
Estos sistemas naturales pueden ser ignorados después de ver al imponente Chimborazo, de 6.310 metros de altura. Los alrededores de la reserva parecen áridos y desolados, pero entre los sistemas que ahí convergen están los bofedales (humedales de altura), de vital importancia para la regulación hídrica de las poblaciones aledañas. Patricio Hermina, responsable de la RPFC, explica que estos ecosistemas almacenan las aguas provenientes de precipitaciones pluviales, deshielo de glaciares y principalmente afloramientos superficiales de aguas subterráneas. 


Estos terrenos llenos de almohadillas verdes absorben los líquidos y los llevan hasta los suelos negros orgánicos, que pueden llegar a medir hasta dos metros de espesor (los bosques tropicales tienen alrededor de diez centímetros), logrando purificar aún más el agua que llega a los ríos, entre ellos el Chagpobio, el primer afluente de las aguas que forman el río Guayas, cumpliendo la composición del Escudo Nacional, comenta. 


Pero no solo el suelo se destaca en esta reserva, el Libro Rojo de las Plantas Endémicas del Ecuador documenta la existencia de 146 especies propias de la zona, un número bajo en comparación con las áreas cercanas, pero alto al considerar que la RPFC es de menor tamaño y su rango altitudinal dificulta la supervivencia de especies, aclara la Guía Interpretativa, donde también se refiere que en esta zona está el 35% de las especies vegetales endémicas de la provincia de Chimborazo, que cuenta con 419 en total. 


Entre la neblina, el grupo faunístico predominante es el de las aves. Los recorridos de diferentes ornitólogos han generado una lista de 60 especies. Entre las que mejor se han adaptado al frío están la perdiz y la agachona de páramo, que prefieren las zonas más desprovistas de vegetación, donde usualmente encuentran rocas cubiertas de líquenes y pocas plantas pequeñas y rastreras, y donde se mimetizan con el fondo pardo arenoso de los páramos secos. Pero, sin duda, el mayor representante plumífero que soporta el frío con la energía desprendida de sus alas en constante movimiento es el colibrí estrella del Chimborazo, una pequeña ave de largo pico y colorida vestimenta que agita los pasivos musgos. 

Las alpacas, además de las llamas y vicuñas, son especies
 camélidas que no dañan la cobertura vegetal de los páramos.
En este ecosistema los anfibios no son un grupo representativo actualmente, pero hace varias décadas la RPFC fue hábitat de las extintas ranas jambato, endémicas del Ecuador, y ahora solo cobija a otras cinco especies, también en peligro de extinción, según investigaciones de la Pontificia Universidad Católica de Quito. 


Mientras, dentro de esta área protegida se registran al menos 17 especies de mamíferos, según el Libro Rojo de Mamíferos del Ecuador, entre ellas, la musaraña, el chucuri, dos tipos de murciélagos, ratones de campo, conejos silvestres, lobo de páramo, entre otros. Pero sin duda los que más se resaltan son los bien cobijados camélidos.


A fines de los años ochenta se inició el Plan de reintroducción y manejo de la vicuña, impulsado por el Ministerio del Ambiente, que introdujo alrededor de 30 vicuñas peruanas que ahora llegan a 3.250 ejemplares que caminan libremente, según el último censo realizado en el 2009, indica el director provincial del Ambiente de Chimborazo, Pablo Fierro.


La vicuña está declarada animal intangible, es decir, ningún ser humano la puede depredar. Sin embargo, la Fundación alemana GTZ contrató a Fundación Eco Ciencia para la elaboración de un Plan de Manejo de la Vicuña, comenta Fierro, quien refiere también que, debido a la ahora considerable población de este animal, se le podría quitar la distinción e impulsar un manejo sustentable de la especie.

Vegetación y fauna atraen a miles de turistas al año, 8.000 en promedio, según el responsable de la Reserva; pero mientras el Plan Gerencial del 2006 detalla como óptima la presencia de catorce guardaparques, solo hay siete, que reparten su tiempo entre las labores de control y las guías turísticas.

En ese escenario, la historia de amor entre gigantes continúa transmitiéndose de generación en generación: después de fecundar a los valles, las lagunas y los páramos, la mama Tungurahua cubrió al Chimborazo con neblina e inició un romance clandestino con el volcán Capac Urcu, pero los vientos dispersaron la neblina y el Chimborazo los descubrió. Este descargó su ira hacia el ahora conocido como Altar, que a partir de ese momento tomó su forma actual: más pequeño y con sus puntas quebradas. La misma suerte tuvo el volcán Carihuairazo, ubicado dentro de la Reserva, por alcahuete. 

Desde entonces, la mama Tungurahua mira hacia el nororiente, evitando la mirada todavía celosa del Chimborazo. Pero, según tradición oral del pueblo Puruhá, el taita Chimborazo “tampoco fue un santo”, pues al ver una doncella sola por el campo, se ataviaba de elegantes trajes y bajaba a poseerla; y por eso, de cuando en cuando, la mama Tungurahua le arrojaba bocanadas de ceniza que dejaban plomizo y deslucido su inmaculado traje blanco.

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