martes, 31 de agosto de 2010
Reserva de Biósfera: Podocarpus. El Cóndor eje de riqueza ecológica
viernes, 27 de agosto de 2010
Encuentran 25 nuevas especies de árboles en la Amazonia ecuatoriana
El hallazgo es uno de los frutos de 15 años de análisis intensivo de una pequeña parcela del Parque Natural Yasuní, localizado al este del país, fronterizo con Perú.
Aunque el ser humano identifica nuevas especies de forma casi rutinaria, principalmente insectos o ranas, es raro encontrar árboles ignotos.
Se trata de una planta elegante, de corteza fisurada, suave y corchosa, que se eleva más de 20 metros sobre un suelo enrojecido por el color cobre de las hojas caídas, por las cuales el árbol ganó el apelativo de "cupria".
Entre ellas hay dos géneros nuevos, es decir, familias de especies hasta ahora desconocidas para los seres humanos.
Ello la convierte en el pedazo de tierra con más biodiversidad del planeta, por encima de las selvas de Malasia, pues en tan sólo esas 50 hectáreas existen más especies de árboles que en Estados Unidos y Canadá juntos.
En el parque, que con casi un millón de hectáreas es la mayor reserva natural de Ecuador, viven más de mil especies de animales.
miércoles, 25 de agosto de 2010
Tortugas híbridas abren camino para recuperar isla Pinta
En 1972, cuando se creía que en la pequeña isla del noroeste del Archipiélago no quedaban tortugas, el biólogo estadounidense Joseph Vagvolgyi vio una. Rescataron a la gigante de su propio hogar, ya devastado por las 40.000 cabras, aproximadamente, que consumían todo su alimento. Pero ahora, en la cuna del solitario George, 39 gigantes de paso lento trabajan para restaurar la isla de 60 kilómetros cuadrados y 777 metros de altura máxima.
El proyecto no es nuevo, pero ha llegado a uno de los pasos más esperados, expresa Washington Tapia, coordinador técnico del Parque Nacional Galápagos (PNG). Todo comenzó con el exterminio de las cabras, culminado por completo en el 2003.
Para lograr el equilibrio, en mayo pasado se introdujo a gigantes con caparazón tipo montura, parecidos a George, para que actuaran como ingenieros constructores de caminos naturales.
El proyecto está liderado por el Parque Nacional Galápagos, con financiamiento estatal, privado y la organización no gubernamental Galápagos Conservancy. Además cuenta con el apoyo académico de la Universidad Suny, Estados Unidos, que envió a cuatro estudiantes de posgrado para que realizaran el monitoreo diario, durante dos meses, para lo cual debían permanecer en la isla por dicho periodo.
Tapia informa que la selección y preparación de las tortugas que fueron liberadas tomó dos años. Tres de las 39 tienen un rastreador satelital, que permite registrar sus movimientos, temperatura, masa corporal, entre otros indicadores, de forma inmediata; las demás cuentan con un sistema de monitoreo que registra los mismos datos, pero solo se puede acceder a ellos acercándose a la tortuga y descargando la información, proceso que se estima realizar una vez cada seis meses.
En esta bitácora digital se registra, por ejemplo, que una de cada tres tortugas se asocia con el cactus arbóreo, porque a los pocos días de su llegada detienen su paso, generalmente, cuando están a dos metros de uno de estos tradicionales puntiagudos.
En julio registraron que 580 metros es la mayor distancia alcanzada por una de las tortugas, que algunos grandes machos están realizando caminatas en amplios círculos y al final que quedan en el mismo lugar, y que la mayoría de las hembras se mantienen juntas, cerca del área donde se las introdujo.
La última entrada al blog, el 13 de agosto, informa del inicio de la tabulación de la información recogida durante los dos meses de monitoreo, mientras que en el Parque Nacional Galápagos, los registros continúan y los datos preliminares apuntan a afirmar que las tortugas se adaptaron de manera ágil a su nuevo ambiente, pues apenas fueron liberadas empezaron a alimentarse y en tres días ya recorrían cientos de metros.
Tapia expone que hasta ahora los 39 ejemplares híbridos se desplazan en al menos un tercio de la isla, y esto es una buena señal de adaptación.
Además informa que ya se comienzan a hacer evidentes los recorridos de sus anchos caparazones, pues se han abierto camino entre la espesa vegetación, que impedía a la flora pequeña desarrollarse y no resultaba atractiva para que las aves construyeran nidos.
Este deseo de ver convivir tortugas y aves se volvió realidad, según las entradas de la bitácora digital, pues ahí se detalla la observación de tres halcones, dos machos y una hembra (identificados así por la diferencia de tamaño), y se enfocan en el nido de una pareja que, semanas después de permanecer en él, tiene una cría.
“Hay un nido de halcón de Galápagos justo al lado del camino que conduce a nuestro campamento cerca de las tortugas (...). Los adultos se han vuelto muy protectores, y desde entonces hemos sido bombardeados por sobrevuelos, tanto que sentimos sus alas como cepillo en nuestras cabezas. Les gusta flotar alrededor de cinco metros por encima de nosotros”, describen.
El próximo paso, que se espera cumplir en dos meses, es tener cifras exactas sobre el impacto en la vegetación de isla Pinta, detalla el coordinador técnico del PNG, y así, en un futuro aún lejano, introducir especies de tortugas gigantes con capacidad de reproducción, para repoblar el lugar que fue puerto de piratas y casa de cabras, para volver a tener una isla donde no exista ningún solitario George.
domingo, 22 de agosto de 2010
Mundo San Rafael: Pedales, caballos y escenarios
El arácnido nos recibe al ingreso del bosque de La Esperanza, en el cantón General Elizalde, mejor conocido como Bucay, recinto silvestre a 170 metros de altura cuyas posibilidades turísticas son poco conocidas por los habitantes de Guayaquil, quienes menos aún saben que allí respira un saludable bosque protegido atravesado por las vertientes que nacen de las siete cascadas que agitan la zona con su tierno estruendo.
Tras una charla instructiva de seguridad, el descenso comienza junto a una de las cristalinas vertientes para diez metros después enfrentar una curva que intimida al inicio a dos de las ciclistas, pero que luego se recuperan para adentrarse alegremente en un camino de tierra que descubre escenarios sembrados de montañas de verde intenso, tímidas neblinas y erguidas plantaciones de plátano.
Una hora y media dura este recorrido que cumple estaciones en una finquita con un trapiche para moler caña de azúcar y otras en las límpidas vertientes para probar moras silvestres, aunque también cumplimos improvisadas paradas para atender a dos ciclistas que resbalaron en la ruta (el botiquín estuvo listo para aliviar pequeños raspones en las rodillas).
Con el entusiasmo intacto nos dirigimos luego a la hacienda San Rafael (2.420 hectáreas), en donde los turistas suelen disfrutar del almuerzo para luego cumplir un paseo que me permitió cambiar las dos ruedas de la bicicleta por las cuatro largas patas de Caponero, un caballo color caoba mezcla de paso peruano y criollo que parecía más bueno que el pan y más tranquilo que una fotografía, claro que también demostró obediencia para enrumbar sin ningún reparo hacia una cercana plantación de bambú.
Tal escenario misterioso estilo Señor de los Anillos bien merece varios disparos de cualquier cámara de fotos, la cual seguramente también debería utilizarse sin descanso durante esa cabalgata por los caminos lastrados que atraviesan esta finca que antes era propiedad de la azucarera Valdez, hoy también parte del Consorcio Nobis.
Los caballos permiten un acercamiento emotivo al ambiente rural que se respira en el Mundo San Rafael, que posee además un lago asediado por garzas color nieve.
Tarifas sin IVA: Bicicleta, $ 25; caballos, $ 17 y $ 5 niños; descenso de cascadas (canyoning), $ 20; transporte desde Guayaquil, $ 120 (once personas). Mundo San Rafael abre los sábados y domingos, y opera de lunes a viernes solo con reserva previa.
Sin embargo, siempre se recomienda reservar al 228-8006, 09-875- 1587,lavellan@pronobis.com.ec.
miércoles, 18 de agosto de 2010
No son focas
No hay guía de Galápagos a quien no le irrite la confusión constante que tienen los pasajeros de todas las nacionalidades del mundo entre lobo marino y foca. Incesantemente repetimos “en Galápagos no hay focas, son todos lobos, dos especies distintas”. Dicho esto, segundos después, no falta el visitante que exclame extasiado “qué linda la foca”.
Yo ya no me altero. Repito la aclaración una, o hasta dos veces; luego, si los descubro felices llamando foca a cada lobo marino que se topan, hago de oídos sordos y no me complico.
Sin embargo, las diferencias son grandes. Tanto focas como lobos pertenecen al mismo orden, Pinnípedos, pero se clasifican en dos familias distintas, la de los lobos es otariidae (que tienen orejas) y de las focas phocidae (sin orejas).
En Galápagos tenemos dos géneros de la familia otariidae: los lobos marinos de Galápagos (Zalophus galapagoenis) y los lobos de dos pelos, o también conocidos como lobos finos (Arctocephalus galapagoenis). Los primeros son más abundantes, además de juguetones, confianzudos, bulliciosos, encantadores, en resumen, las estrellas de las islas, a mi parecer.
Desde el 2003 existe el Proyecto Lobo Marino, en cooperación con el departamento de comportamiento animal de la Universidad de Bielefeld de Alemania, la Estación Científica Charles Darwin y el Servicio Parque Nacional Galápagos, bajo la dirección del Dr. Fritz Trillmich. Durante dos periodos al año, entre septiembre y enero y entre marzo y mayo, el grupo estudia la demografía, reproducción y comportamiento de buceo de estos animales.
Lobos del Islote Caamaño, de Floreana y de Fernandina han sido marcados con caravanas plásticas de colores en las aletas delanteras para determinar su distribución y migración. Para el estudio del buceo se han colocado registradores de tiempo y profundidad en varios lobos por un periodo de hasta dos semanas. Al recuperar los registradores se descubrieron cosas que jamás hubiéramos sospechado, como que las hembras adultas de lobo marino pueden bucear a una profundidad máxima de 520 metros.
En el caso de las hembras de lobo fino (que pesan 27 kg menos que las hembras de lobo marino) la profundidad máxima registrada ha sido de 131 metros, aunque los métodos de forrajeo y las profundidades a las que llega cada especie varía mucho de isla en isla, y todavía queda bastante por investigar.
Hace poco la Organización Científica para la Conservación de Animales Acuáticos (ORCA) reportó una colonia conformada por hasta 30 lobos finos viviendo en las costas del Perú, en Piura. Parece tratarse de una comunidad reproductiva, con machos dominantes, hembras y bebés. Es decir que el lobo fino, hasta hace poco considerado como único a las islas Galápagos, se ha establecido ahora a 1.500 kilómetros de su antiguo hogar. Esto se puede deber a los cambios climáticos de nuestro planeta que han hecho, entre otras cosas, que las temperaturas del mar se incrementen en los últimos años.
Los lobos marinos son entonces indicadores de los cambios climáticos en el planeta y de la salud de los océanos. Queda mucho por aprender todavía pero, ¡por favor, recuerde que en Galápagos no hay focas, todos son lobos!
domingo, 15 de agosto de 2010
Tras las huellas de una ciudad ancestral
Ciento dos años después de que el arqueólogo estadounidense Marshall Saville realizara las primeras investigaciones sobre los cerros de Hojas y de Jaboncillo (en Manabí) sobre otros asentamientos de la civilización manteño-huancavilca, un equipo liderado por el arqueólogo ecuatoriano Jorge Marcos Pino ha iniciado estudios científicos en el sitio, el cual desde mediados del 2009 junto con los cerros Negrita, Bravo y Guayabal, que se extienden desde Portoviejo hasta Montecristi, cerca de Picoazá, son parte del Patrimonio Cultural del país.
Marcos ha tenido varios acercamientos previos con esta elevación. El primero fue en 1998 cuando empezó la escritura del libro Pueblos navegantes de la Costa del Ecuador, en el que narró el proceso histórico del desarrollo prehispánico de la zona Litoral del país y el cual publicó hace cinco años.
El arqueólogo ecuatoriano, quien es coordinador de investigación y patrimonio de la Corporación Ciudad Alfaro (institución pública encargada de promover el desarrollo cultural, educativo, académico, tecnológico, social y turístico de Manabí), sostiene que es esta la que ejecuta el proyecto de investigación en los cerros de Hojas y de Jaboncillo. “Estamos coordinados por el Ministerio Coordinador de Patrimonio y, por supuesto, el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC) es el que tiene la competencia general sobre todos los yacimientos”, agrega.
Durante ese tiempo se reunió la documentación que produjeron en el sitio arqueológico especialistas como el estadounidense Saville, el inglés Richard Lunniss (quien vive en Ecuador desde hace 30 años y también forma parte del equipo liderado por Marcos) y los ecuatorianos Emilio Estrada (en los años cincuenta) y Jacinto Jijón y Caamaño (en los años veinte) y Florencio Delgado. Este último fue quien realizó en el 2008 el inventario básico para poder declarar Patrimonio Cultural a la zona de cerros situados entre Portoviejo y Montecristi.
La segunda parte de la primera fase comenzó este mes y culminará en diciembre próximo. En octubre se prevé inaugurar en el sitio tres centros de interpretación, que ayuden a comprender el modo de vida de los manteño-huancavilcas.
Los avances de este mes involucran la limpieza de la maleza en los cerros de Hojas y de Jaboncillo, donde se han descubierto conjuntos de estructuras rectangulares de piedra, cuyos perímetros se delinean con sogas. También se han hallado senderos empedrados que conectan a los conjuntos.
Marcos señala que “son 500 años del ocultamiento de estos yacimientos y eso se da porque la naturaleza se ha encargado de lograrlo”. En el bloque A, las estructuras de piedras alineadas entre sí “pueden pertenecer a viviendas”, dice el arqueólogo inglés Lunniss, mientras que atrás de estas y separadas por montículos de tierra constan terrazas agrícolas, donde se encontraron silos (recipientes para almacenar granos y otros comestibles).
Marcos, Lunniss e Hidrovo coinciden en que es muy pronto para determinar el sistema de vida sociopolítico, religioso y la actividad laboral que tenían los habitantes de estos yacimientos, porque “falta el proceso de excavaciones en el que se logra conocer estos detalles”.
Admiten que puede demorar cien años en establecerse una tesis de cómo se desarrolló la comunidad que allí habitó, “pero hay datos que pueden conocerse antes”, asegura Hidrovo.
Por su experiencia, Marcos explica que se hablaría de un “estado prehispánico”, y Lunniss agrega que “por las grandes dimensiones de algunas estructuras en el centro de cada conjunto se puede determinar que desde ellas se dominaba al resto”.
Entre las piezas halladas constan pedazos de figuras esculpidas, una estela con un atlante (figura de hombre mitológica) en su centro, metates y fragmentos de columnas. El total de las ruinas alcanzan las 3.500 hectáreas, refiere Marcos. Esta dimensión supera a Ingapirca (Cañar), que tiene siete hectáreas; Cochasquí (Pichincha), 83,9 hectáreas; y Agua Blanca (Manabí) 900 hectáreas.
Estudio trata sobre nativos manabitas
Marcos menciona que esto evidencia “una gran planificación para trabajar y controlar los cerros. Los manteños lo que estaban haciendo en este sector era integrarse políticamente; como en ningún otro sitio se ve claramente que las estructuras responden mucho más a un plan de trabajo urbano”.
Considera también que ante ese sistema de planificación urbana cuando llegan los españoles “ya existía una formación estatal interesante en la Costa”.
Explica que “probablemente la capital de ese estado prehispánico formado donde se reunían los diferentes jefes de cada una de las regiones o zonas, estaba aquí”.
En tanto, Lunniss cree que los habitantes de la cultura manteño-huancavilca se trasladaron hasta las elevaciones por razones “ceremoniales, religiosas y cosmológicas. Por estar más cerca de los dioses pueden haber determinado que el lugar era sagrado. Además, desde acá arriba podían controlar mejor el sector, eso les daba poder”.
Sobre estas y otras hipótesis trabajan las 24 personas del equipo que lidera Marcos. Entre ellas constan ciudadanos de Picoazá, entre civiles, arquitectos, conductores y topógrafos. El arqueólogo ecuatoriano afirma que el proyecto, que contendrá una segunda fase el próximo año, comprende también un trabajo etnográfico, ecológico y antropológico.
Miguel Rodríguez, habitante de Picoazá, comanda a los ayudantes de esa localidad en la investigación del sector. A él se lo conoce como el guardián de los cerros, porque desde hace 26 años, cuando sembraba con su padre en las faldas del lugar, se interesó por la historia de la cultura manteño-huancavilca, así que decidió cuidar el sector que ahora es Patrimonio Cultural del país. Dice que ha aprendido mucho de los arqueólogos que llegan al lugar, pero ellos también aprenden de él.
Marcos sostiene que es necesario que se cree una institución que pueda gestionar el manejo del yacimiento arqueológico encontrado. Esa entidad, enfatiza, debe estar adscrita a los ministerios del Ambiente, de Turismo y de Coordinación de Patrimonio.
viernes, 13 de agosto de 2010
Salango mojado
Son dos especies las que anidan allí: el pelícano peruano y el café, este último algo más pequeño, según Ivo Gutiérrez, guía nativo de este tour que comienza en el museo de Salango, frente al océano, desde donde una embarcación tipo yate cumple una travesía de unos 15 minutos hasta esta playa, en cuyos alrededores revolotean, además, los piqueros de patas azules.
Esta alianza ha encontrado un mar de sosiego y atractivos en el relajado sur de Manabí.
Informes Ligia González, (04) 236-0896, (04) 278-0304, (09) 052-8332, www.salangotours.com