El tiburón ballena tiene manchas en la parte superior del cuerpo, únicas en cada individuo. Estas facilitan su identificación. |
Impresionante. Esa es la palabra repetida por aquellos que han buceado cerca de un tiburón ballena. Jonathan Green, científico, fotógrafo marino y buzo con 25 años de experiencia, comenta: en 1989 fue la primera vez que vi un tiburón ballena (al que descubrió en las Encantadas). Pregunté sobre su biología y comportamiento, pero nadie sabía nada. Ahora, al fin, a través del Proyecto Tiburón Ballena de Galápagos, empezamos a estudiarlo.
Green ha buscado financiamiento para investigar a esta especie por más de diez años y en el 2009 su idea empezó a consolidarse. Después de acompañar a George y Kymberly Rapier, dos estadounidenses de la fundación WellMed que quedaron fascinados tras bucear entre tiburones ballena en las Galápagos, les propuso aportar económicamente con el estudio científico y estos donaron más de $ 250.000. Además, el proyecto recibe apoyo de la Fundación Conservación Internacional.
En junio pasado, el Parque Nacional Galápagos (PNG) de Ecuador, las fundaciones Charles Darwin y WellMed y la Universidad de California Davis, de Estados Unidos, emprendieron lo que hasta ahora se denomina el más ambicioso proyecto para desentrañar los misterios que rodean al tiburón ballena, una especie gigantesca que ha estado en los océanos desde hace al menos 60 millones de años y de la que se conoce casi nada, aseguran las instituciones.
Mathías Espinosa, buzo con más de 20 años de experiencia en Galápagos, dice que cuando vio por primera vez al pez más grande del mundo su corazón se quedó paralizado. “Ver a un tiburón ballena es el sueño de todo buzo”, asegura. Describe que las reacciones de los turistas que ha acompañado a esa expedición son diversas: algunos se quedan quietos bajo el mar y otros mueven todas sus extremidades, como saltando dentro del agua.
Pero la historia que más le ha impactado se remonta a 1990, cuando acompañó a una pareja suiza. “Álex y Eva (esposos) salieron encantados y se regresaron a su país muy felices”, recuerda. Cinco años después, Álex volvió a Galápagos y tomó el mismo tour para bucear con el pez más grande del mar. Mathías preguntó por Eva y Álex dijo: Está en mi mochila.
Eva había muerto de cáncer al pulmón y su último deseo fue que sus cenizas sean depositadas en el mar que rodea a la isla Darwin, donde había nadado con el tiburón ballena. “Ella me dijo que había sido el lugar que más le había impresionado en la vida”, le comentó Álex.
En la Reserva Marina de Galápagos (RMG), estos tours no son muy comunes, pues solo llegar hasta estas islas toma catorce horas de navegación, casi ninguna empresa va por menos de siete días y el costo oscila entre cuatro y cinco mil dólares, explica Espinosa.
Hasta ahora, los datos estimados del tiburón ballena refieren que puede medir hasta 18 metros, que puede llegar a vivir unos 70 años, que alcanza su madurez sexual como a los 30, que se alimenta de plancton (microorganismos que viven en el mar), principalmente, y que prefiere las aguas tropicales de Australia o el Caribe.
El tiburón ballena, que se encuentra en la categoría de especie vulnerable en la lista roja de la Unión Internacional por la Conservación de la Naturaleza (IUCN), llega a las islas Darwin y Wolf, en el norte del Archipiélago de Galápagos, entre junio y noviembre, cuando el agua está más fría, tiempo que aprovechará el Proyecto Tiburón Ballena de Galápagos. Green ha buscado financiamiento para investigar a esta especie por más de diez años y en el 2009 su idea empezó a consolidarse. Después de acompañar a George y Kymberly Rapier, dos estadounidenses de la fundación WellMed que quedaron fascinados tras bucear entre tiburones ballena en las Galápagos, les propuso aportar económicamente con el estudio científico y estos donaron más de $ 250.000. Además, el proyecto recibe apoyo de la Fundación Conservación Internacional.
En junio pasado, el Parque Nacional Galápagos (PNG) de Ecuador, las fundaciones Charles Darwin y WellMed y la Universidad de California Davis, de Estados Unidos, emprendieron lo que hasta ahora se denomina el más ambicioso proyecto para desentrañar los misterios que rodean al tiburón ballena, una especie gigantesca que ha estado en los océanos desde hace al menos 60 millones de años y de la que se conoce casi nada, aseguran las instituciones.
Mathías Espinosa, buzo con más de 20 años de experiencia en Galápagos, dice que cuando vio por primera vez al pez más grande del mundo su corazón se quedó paralizado. “Ver a un tiburón ballena es el sueño de todo buzo”, asegura. Describe que las reacciones de los turistas que ha acompañado a esa expedición son diversas: algunos se quedan quietos bajo el mar y otros mueven todas sus extremidades, como saltando dentro del agua.
Pero la historia que más le ha impactado se remonta a 1990, cuando acompañó a una pareja suiza. “Álex y Eva (esposos) salieron encantados y se regresaron a su país muy felices”, recuerda. Cinco años después, Álex volvió a Galápagos y tomó el mismo tour para bucear con el pez más grande del mar. Mathías preguntó por Eva y Álex dijo: Está en mi mochila.
Eva había muerto de cáncer al pulmón y su último deseo fue que sus cenizas sean depositadas en el mar que rodea a la isla Darwin, donde había nadado con el tiburón ballena. “Ella me dijo que había sido el lugar que más le había impresionado en la vida”, le comentó Álex.
En la Reserva Marina de Galápagos (RMG), estos tours no son muy comunes, pues solo llegar hasta estas islas toma catorce horas de navegación, casi ninguna empresa va por menos de siete días y el costo oscila entre cuatro y cinco mil dólares, explica Espinosa.
Hasta ahora, los datos estimados del tiburón ballena refieren que puede medir hasta 18 metros, que puede llegar a vivir unos 70 años, que alcanza su madurez sexual como a los 30, que se alimenta de plancton (microorganismos que viven en el mar), principalmente, y que prefiere las aguas tropicales de Australia o el Caribe.
Eduardo Espinoza, científico del proyecto, relata que la primera expedición empezó el miércoles 6 de julio y duró doce días. En este tiempo, un grupo de siete científicos de las instituciones nombradas logró marcar (colocar dispositivos satelitales) a catorce tiburones ballena, de los cuales trece son hembras y once están preñadas.
Con este marcaje, los científicos podrán rastrear a los tiburones a unos 1.000 kilómetros de la costa de Ecuador, en aguas del océano Pacífico, y empezar a procesar la información que les permita cumplir los principales objetivos del estudio: conocer los patrones de migración, identificar el índice de abundancia de la especie y saber por qué la mayor parte de tiburones hallados son hembras y están preñadas, además de descubrir dónde alumbran a sus crías.
Alex Hearn, científico de la Universidad de Davis, relata que una de las particularidades que viven durante el marcaje del tiburón ballena es que este aparece de repente. “Primero vemos solo una sombra, no sabemos si es un tiburón o un cardumen de peces, y de pronto, lo vemos, enorme”.
Este proyecto está enmarcado dentro de un plan estratégico de monitoreo de las principales especies de tiburones en la Reserva Marina de Galápagos, que se lleva a cabo desde hace cuatro años, donde ya se han marcado tiburones de otras especies como por ejemplo el tiburón martillo.
La primera etapa de marcaje se completó el 20 de julio y tienen previstas otras dos de unos doce días cada una; la siguiente será entre septiembre y octubre y la última entre noviembre y diciembre de este año.
Mientras tanto, las marcas instaladas ya han emitido las señales de las posiciones donde ahora se encuentran estos tiburones y muestran que la mayoría de ellos se ha dirigido hacia el oeste del Archipiélago.
Las primeras informaciones reveladas por los tiburones marcados arrojan resultados sorprendentes, dice Espinoza: una hembra joven de 4,2 metros en una semana se alejó 2.500 kilómetros al oeste de Galápagos, en un recorrido coincidente con corrientes marinas, mientras que otros tres adultos siguen en el Archipiélago.
En tanto, Green resalta la importancia de esta investigación, pues según el científico, el riesgo de extinción se evidencia porque “en los últimos años se han visto cambios en la población de los tiburones ballena tanto en el tamaño (reducción) como en la frecuencia de avistamientos”.
Green explica que los tiburones ballena son víctima de caza debido a la demanda del mercado asiático por las aletas de tiburón. “Un juego de aletas del tiburón ballena puede llegar a venderse entre quince y veinte mil dólares, por eso debemos protegerlos”, comenta.
Pero los científicos se muestran optimistas. “Si las cosas salen bien este año el proceso de investigación se puede extender por tres o cuatro años”, dice Espinoza, y añade que este programa tiene como finalidad el impulso de estrategias de conservación para el misterioso gigante de gigantes.
Fuente: Diario eluniverso.com