lunes, 30 de noviembre de 2009

Fausto y el solitario George

Desde Las Encantadas
Paula Tagle
Los esfuerzos de un grupo de personas han hecho posible que una solitaria tortuga pueda dejar descendientes en las islas Galápagos.

El mundo entero habla del solitario George. Amigos y conocidos envían correos electrónicos para compartir las buenas nuevas. Mi padre fue el primero en comunicarme la noticia: “Hija, a ti que te alegran estas cosas, George va a ser papá”.

Y para ser franca, inicialmente tomé el anuncio con bastante escepticismo. Es cierto que la hembra ha puesto huevos, que por los últimos 15 años esta señorita no ha tenido otro contacto que con George, pero precisamos esperar al menos 120 días para saber si los huevos han sido fecundados. Además, George nunca fue mi personaje favorito.

Puede deberse a que he tenido que escuchar chistes de todo tipo, chovinistas, homofóbicos, incluso racistas. Cuando se trata de una simple y triste historia: las tortugas de Pinta desaparecieron, los balleneros de los 1800 se llevaron miles, los chivos competían con las pocas que quedaban, y al final, un buen día, fue George solamente, el último sobreviviente de su subespecie*.

Cada vez que topaba el tema George temía los comentarios escabrosos o que hirieran sensibilidades de la gente en mi grupo. Además, en mi lista muy personal de prioridades, una tortuga de Pinta no tiene más importancia que los cientos de tiburones que se asesinan ilegalmente en la Reserva Marina o el petrel de Galápagos en riesgo por las ratas introducidas. Pero no niego que George es un símbolo de lo que no debería pasar a ninguna especie, que es un medio para recordarnos de lo que somos capaces. Gracias a él, el planeta conoce los problemas que enfrentan las tortugas gigantes de Galápagos, y también, los magníficos programas para rescatarlas y restaurar su hábitat.

Fausto
Porque en el Centro de Reproducción y Crianza Fausto Llerena, del Parque Nacional Galápagos, hay un total de 75 tortugas adultas, (incluyendo a George y a las dos hembras que cohabitan con él), y 806 tortuguitas. El caso de Pinta es el más dramático. No obstante, en Española ocurrió algo similar; hasta 1972 quedaban solamente doce hembras y dos machos. Un tercer macho de la misma subespecie vivía ya por muchos años en el Zoológico de San Diego. ‘El gringo Diego’ fue gentilmente enviado de vuelta, y de estas quince tortugas adultas han nacido cerca de mil quinientas repatriadas a su lugar de origen. Este programa puede considerarse un éxito rotundo porque en 1978 se erradicaron por completo los chivos de la isla.

Sea para el caso de Española,   Pinzón, o de San Salvador, también libre de chivos y con más de quinientos galapaguitos de vuelta, ha existido un hombre detrás de cada tortuga nacida y cuidada en el Centro de Crianza. Es Fausto Llerena, 35 años dedicado a los reptiles gigantes.

Fausto fue uno de los primeros en advertir un comportamiento distinto en George: “Ya no era el mismo, empezó a mostrar mayor aprecio por sus compañeras del corral”.

Cuando le pregunto si tiene alguna tortuga favorita, Fausto responde que no, que a todas las quiere y trata por igual.

Muy disciplinado en su trabajo de cada día, incluyendo los domingos, Fausto se encarga de la alimentación, limpieza, observación y mediciones de las tortugas en el centro. Presenta un informe mensual al Parque donde registra tasa de natalidad, mortandad, éxito de nacimientos, entre otras cosas.

Fausto comenta: “me gusta hacer lo que hago, porque todos los días se aprende algo. Siempre espero la época de anidación de tortugas para comprobar el éxito de nacimientos. Durante la incubación de julio a marzo hay que estar pendiente, especialmente de los incubadores, controlando la temperatura. Porque si los huevos están a menos de 28ºC eclosionan machos y a más de 29,5ºC hembras”.

Justamente los 3 huevos de la pareja de George se desarrollan con este procedimiento. Dos están siendo incubados para que produzcan hembras, y el tercero para que sea un macho. Esa es la norma en el centro de crianza, dos hembras a uno, porque gracias a ellas, las ponedoras, las poblaciones se incrementan a mayor velocidad; cabe anotar que en el caso de las tortugas gigantes, de larga vida y lenta reproducción, el concepto velocidad tiene otro ritmo.

Fausto es un hombre parco, de semblante serio aunque de dulce sonrisa. Es difícil sacarle un comentario, pero cuando se expresa, lo hace en forma concisa, utilizando vocabulario técnico y directo.

Fausto es originario de la provincia de Tungurahua, llegó con sus padres a las islas Galápagos en 1954. “Yo he sido criado y envejecido aquí en Santa Cruz”. Tal como las aproximadamente cinco mil tortuguitas, criadas en el centro que hoy lleva su nombre.

Cuando le pregunto qué sintió ante la iniciativa de que el centro se llamara Fausto Llerena, él responde “hacen estas cosas con las personas que ya no existen. Al principio pensé que era una broma”.


Números por nombres
A Fausto lo conozco desde 1992, es decir, un año antes de que las señoritas tortugas del volcán Wolf fueran “invitadas” al corral de George. Ellas tienen número, no nombre propio, y al principio se mantenían distantes y temerosas del Solitario. Fausto debía formar dos montículos de hoja elefante, o taro (el alimento de las tortugas en el Centro de Crianza), porque George se negaba a compartir su comida con las hembras. Las tortugas de Wolf no son de la misma subespecie de George. Se asumió que eran las más cercanas genéticamente hablando, debido a que el volcán Wolf es, geográficamente, lo más próximo a Pinta. Por estudios de ADN ahora sabemos que son las hembras de Española las que comparten en mayor porcentaje el material genético de George. 

Sin embargo, es ya muy tarde para probar con Española; una señorita de Wolf, la 107, se ha adelantado, y un 21 de julio del 2008 escarbó su nido para depositar nueve huevos, de los que quedan tres intactos. Si efectivamente eclosionan pequeños descendientes de George, estos no serán 100% subespecie de Pinta; habría que esperar muchísimas generaciones, de cruces y selecciones, para obtener un espécimen heredero del ADN de George. Varias generaciones en lenguaje de tortuga gigante significa, siglos. Sin embargo, este es ya un primer paso. Una historia alegre, y definitivamente, mucho más constructiva y simpática que las múltiples que he escuchado del ex Solitario.

Fausto comenta:

“El que la compañera de George pusiera huevos fue una sorpresa para mí, porque ya había pasado bastante tiempo. Es muy posible que los huevos estén fertilizados, porque todo parece normal, el peso, el tamaño. Si nacen los hijos de George, se completa lo que siempre se ha esperado: el 100% de lo que siempre quisimos”.

Entonces, a esperar, que habrá mucho por contar. Mientras tanto, celebremos con el Parque Nacional Galápagos, con la Estación Científica Charles Darwin, que proporciona asesoramiento al Parque, con Fausto y con Galápagos entero la posibilidad de que George se convierta finalmente en padre.

Al cierre de esta edición la hembra numero 106 (la otra compañera de George) hizo un nido perfecto donde se encontraron ocho huevos. Tres están siendo incubados para producir machos, y los otros cinco, hembras.

*Varios herpetólogos consideran que las diferencias entre poblaciones son suficientes como para considerarlas distintas a nivel de especies.

Pintura de: Graciela Legarda Brückmann, tomada del blog Colofón

Fuente: La Revista

sábado, 28 de noviembre de 2009

Especies únicas, otras evoluciones en Galápagos

Desde Las Encantadas
Paula Tagle
Érase una vez un cormorán macho y un cormorán hembra que llegaron a una isla lejana, de fuego y lava. Asustados y cansados de la larga travesía, 600 millas de mar inacabable, buscaron refugio en lo alto de un mangle rojo. 

No tenían idea de lo que les esperaba en estas nuevas tierras; corría un viento de cambio y novedad, mientras se acurrucaban uno junto al otro para pasar la noche sin luna, iluminada por flujos rojizos de lava provenientes de La Cumbre.

Así podría empezar la historia de los primeros cormoranes de Galápagos, de los ancestros del actual cormorán no volador, la única especie de cormorán en el mundo incapaz de volar.

No se trata de un ave particularmente llamativa. De plumaje café, patas palmípedas gigantes y alas ridículamente pequeñas, el único color que resalta es el turquesa verdoso de los ojos; un tono similar al del agua de las pozas de la isla Fernandina, rodeadas de mangles.

Sin embargo, no es por lindo que es famoso, es por único. ¿Cómo fue que llegamos a tener esta especie incapaz de volar, cuando las otras 29 del planeta vuelan? No ocurrió de un día para el otro. Fue un proceso largo, de millones de años de cambios, adaptaciones y selección natural. Los cormoranes son, por tanto, un ejemplo maravilloso de evolución.

Pudo haber sido tal como al principio de esta nota. Una pareja, o tal vez diez individuos o quince, en general, una población pequeña arribó por casualidad a una isla de Galápagos. Normalmente los cormoranes, conocidos como “pato cuervos” en la Costa, no cubren con facilidad largas distancias. Y entre el Ecuador continental y Galápagos existen nada más y nada menos que 600 millas. Tal vez gracias a una tormenta, o empujados por vientos fuertes, unos pocos, obviaron el obstáculo del espacio y arribaron a la isla. 

Pero una vez ahí debían encontrar alimento, refugio, un hábitat similar y, además, una pareja para reproducirse. Solo después de que un grupo logra  tener crías viables se puede hablar de que la población se ha establecido.

Un sitio ajeno implica retos; había que adaptarse a las distintas circunstancias. Tal vez el alimento se hallaba más profundo que en su remota zona de origen, por lo que debían esforzarse mayormente al bucear. Puede ser que un cormorán naciera más pesado que los otros, o con alas atrofiadas, características con las que estaría mejor adaptado a las nuevas circunstancias.

En todo caso, la naturaleza se encarga siempre de elegir, y si con las nuevas características los individuos están mejor adaptados, sobreviven, se reproducen y transmiten el cambio a las siguientes generaciones, hasta que, miles de años, o millones de años después, se convierten en una nueva especie distinta de sus ancestros.

El cómo haya ocurrido exactamente, lo desconocemos. No creo que exista un estudio que determine con certeza cuál fue el ancestro del cormorán áptero de Galápagos, pero en todo caso, así es como se origina una nueva especie: arribo, poblaciones pequeñas, tal vez una mutación que se dispersa más rápidamente en poblaciones pequeñas, luego selección natural, es decir, si con la nueva característica están mejor adaptados, sobreviven y se reproducen, de no estarlo, perecen.

El requisito principal para que esto ocurra es  aislamiento. Aislamiento es la clave para el cambio. Y Galápagos es un archipiélago bastante aislado del resto de continentes.

Entonces podemos seguir jugando con nuestra imaginación, y terminar con el cuento... El cormorán macho y el cormorán hembra  tuvieron polluelos. Uno nació con alas pequeñitas, patas demasiado grandes y bastante pesado. ¡No podía volar! Pero en la isla no había depredadores, así que el no volar nunca representó un problema.

Y siendo más pesado que los otros podía bucear más profundo, ayudado por sus grandes patas... Este cormorán áptero un día también tuvo polluelos, que nacieron tal como el padre, incapaces de volar, pero excelentes buceadores. Luego de muchos, muchos años, Fernandina e Isabela contaban con una población de criaturas únicas en el mundo: los cormoranes no voladores.

Fuente: La Revista

jueves, 26 de noviembre de 2009

Un piquero bibliotecario

Desde Las Encantadas
Paula Tagle

Un niño llega corriendo hasta el salón comedor del barco, tiene una sonrisa de oreja a oreja y casi no puede hablar de la emoción. “Hay un piquero patas azules en la biblioteca”, alcanzo a escuchar.

Los adultos lo atienden brevemente para volver a concentrarse en su cena, después de todo, los niños tienen pródiga imaginación. Pero el pequeño no se mueve, insiste, “hay un piquero en la biblioteca”. Yo le creo, una vez, hace muchos años, tuve un piquero en mi cabina. No era un patas azules, sino un piquero de Nazca. Los tripulantes lo habían encontrado en la proa del barco, y para sorprenderme, lo dejaron sobre mi cama, gran ave marina, totalmente desconcertada.

Al llegar a la biblioteca constato que, efectivamente, se trata de un piquero patas azules, que por sus propios medios ha entrado desde la popa del barco. La puerta estaba abierta, ¿y por qué no? Inspeccionar, curiosear, andar, quién sabe qué lo llevó hasta adentro. Pero allí estaba, muy cómodo sobre un sofá, como esperando que le trajéramos un cafecito, y dispuesto a leer libros de ajenos parajes, de criaturas distintas a él, de mamíferos, reptiles y pájaros terrestres de extravagantes colores.

Después de todo, no hay nada más agradable que encerrarse un rato en la biblioteca, cualquiera que sea, en el lugar que sea. Los libros transportan a otros tiempos y mundos, son la mejor forma de volar, de vivir magia pura. Y al parecer hasta los piqueros sucumben al encanto de las bibliotecas, al menos este piquero de todos los piqueros de patas azules.

Se corrió la voz, y ahora que el evento había sido constatado por un adulto, los demás hicieron caso. ¿Por que será que los niños tienen tan poca credibilidad, cuando son seres no contaminados aun por las telarañas de una sociedad en que la competencia y el engaño son pan de cada día? Llegaron con sus cámaras, cinco, luego diez, luego veinte. El piquero que originalmente aparentaba estar muy cómodo en su biblioteca comenzó a mostrar señales de nerviosismo. Quería salir, ya no estaba a gusto, era tiempo de ir con los suyos. ¿Pero cómo? Hubo que explicar a los pasajeros que de no evacuar nosotros, el piquero no se atrevería a moverse de su sofá. La gente entendió, abrimos la puerta y le señalamos la ruta por seguir.

Él, muy seguro y elegante, caminó con sobriedad hasta la popa. Afuera, el ambiente era más familiar. El aire puro, la isla a lo lejos, pero, todo tan oscuro; ¿cómo iba a llegar a tierra? Inspeccionó la popa, lentamente, sin miedo. Los curiosos observábamos de lejos, queríamos darle tiempo a que se acostumbrara, y sobre todo, no deseábamos forzarlo a cometer ninguna locura.

Corría el riesgo de despegar, y desorientado en la negritud de la noche, caer en el agua, donde quién sabe qué le podría haber ocurrido. Obviamente que los piqueros, como la mayoría de las aves marinas, logran impermeabilizar sus plumas con aceite de la glándula pineal. Mojarse no era el problema, no se hundiría; pero existía la posibilidad de que se quedara por demasiadas horas en el mar donde podía convertirse en presa fácil para cualquier depredador nocturno.

Por más que intentábamos mantener a los fotógrafos a distancia, la gente seguía llegando. Una cosa es ver a un piquero en tierra, con sus nidos, bailando la danza de cortejo, otra my diferente tenerlo bien instalado en un barco de turismo. Así que decidimos guardarlo de la mirada de curiosos, llevarlo a un rinconcito oscuro donde pudiera pasar la noche tranquilo. En la mañana, con luz, volaría a su isla.

Con mucho cuidado, Antonio Adrián y Aura Banda lo envolvieron en una toalla. Tenían que ser cautos, porque un picotazo de piquero puede ser cosa seria, de puntos y cirugías. Pero el ave se dejó cubrir los ojos y conducir hasta la proa, donde lo pusieron a buen recaudo en una cajita.

La primera cosa que hizo Aura al levantarse fue ir a buscar a su piquero. Ya no estaba, había partido seguramente con la aurora, a encontrar alimento, a agruparse con los suyos, a hacer cosas de piqueros. ¿O será que este patas azules ya no tenía interés en andar con los de su especie? Siempre hay un explorador, en cada grupo, que quiere llegar un poquito más lejos. ¡Y qué más lejos que a la biblioteca de un barco de turismo!

Pintura de: Graciela Legarda Brückmann, tomada del blog Colofón

Fuente: La Revista

lunes, 23 de noviembre de 2009

Un nuevo hábitat de aves acuáticas se crea en el islote El Palmar

No son cientos, son millares de aves acuáticas. Garzas, Cigüeñuelas, gaviotas, fragatas, cientos de pequeños pájaros residentes y migratorios, pero sobre todo patos silbadores. La superficie grisácea, cobriza o achocolatada de unas 60 hectáreas del islote El Palmar está repleta de ellos. 

La isla pequeña, ubicada en la desembocadura del río Daule, donde se une con el Babahoyo y forma el Guayas, lejos y cerca al mismo tiempo de centros poblados, en medio del bullicio de miles de vehículos que circulan por los puentes entre Guayaquil y La Puntilla y del ruido de aviones que decolan o aterrizan en el aeropuerto José Joaquín de Olmedo resulta ideal para el descanso, conseguir alimentos y para la anidación.

Saber qué especies hay, qué atrae a estas aves a escoger este sitio como hábitat y cuáles son las características de ese montón de arena y sedimentos acumulados a lo largo de decenas de años movilizó a un equipo de estudiantes y técnicos de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo a realizar un primer estudio de acercamiento. 

Pequeñas canoas llegan al islote cubierto en gran parte de vegetación, sobre todo de totorales. El suelo, aunque se ve seco, es inseguro, pantanoso e inestable donde abundan grandes y pequeños charcos de los que brotan burbujas con agua lodosa. Una pisada en el lugar equivocado puede sumergir a una persona hasta la cintura.

Hacia el centro del islote el terreno se vuelve más pantanoso. Con la llegada del grupo de investigación, liderado por la bióloga Nancy Hilgert, directora de la Escuela de Ciencias Ambientales de la UEES, cientos de patos se alborotan, salen asustados entre la vegetación y cubren el cielo de una masa oscura en medio de un ensordecedor derroche de silbidos. Son patos migratorios o residentes como el pato silbador ventrinegro (Dendrocygna autumnalis), pato silbador canelo (Dendrocygna bicolor), dice Hilgert.  

Más distantes, otros se secan, descansan y acicalan. Alimentándose entre los patos también hay cigüeñuelas de cuello negro (Himantopus mexicanus).

El sitio lo comparten con varias especies de chorlitos y playeros, aves migratorias del norte de tonos grises, castaños, y cafés que se mimetizan en la arena. Cerca se asolean gaviotas reidores (Larus atricilla), así como especies de la fragata magnífica (Fregata magnifiscens).

Al parecer el apacible lugar con extensos playones de arena y el suelo con esa mezcla de lodo, limo y arcilla natural que se va formando con la sedimentación rica en nutrientes y en varias  especies de invertebrados  que sirven de alimento para las aves, se convierte en un hábitat para ellos, refiere la bióloga.

En una próxima visita, la escuela de Ciencias Ambientales de la UEES prevé el estudio de plantas y la investigación de posibles sitios de anidación.

En el lugar se extrajeron muestras de suelos para la investigación de la composición de los sedimentos que arrastran los ríos Daule y Babahoyo que al llegar a la isla se mezclan para formar un nuevo suelo.

Aunque en la Dirección de Medio Ambiente del Municipio no existen estudios al respecto, esa oficina planea una visita al lugar. El interés también se manifiesta desde el Ministerio del Ambiente que ha ofrecido analizar el tema para planes de conservación. “El objetivo es que se declare zona protegida”, agrega la bióloga.

Pero la lucha por la conservación de ese nuevo hábitat se enfrenta a un problema tan viejo como el mismo islote: el elevado nivel de sedimentación que afecta la navegación del río Guayas y amenaza con inundaciones en el futuro, lo que ha motivado la preocupación de autoridades entre quienes se analizan estudios de dragado.

En la cuenca del Guayas se produce un promedio de 3 milímetros de sedimentación interanual, unos 102 millones de metros cúbicos, que se distribuyen en toda esta área, según el Departamento de Estudios y Supervisión de Cedegé.

Con el trabajo no se busca desaparecer al islote, sino ejecutarlo técnicamente para conservarlo, dice Israel Bastidas, funcionario de Cedegé. Posición que los biólogos respaldan y piden que  se cumpla.

Más datos: Registro
Aves observadas
Chorlito semipalmado (Charadrius semipalmatus), Chorlito Níveo (Charadrius alexandrinus), Chorlo silbador (Charadrius melodus ), Chorlo Tildío (Charadrius vociferus ), Playero Arenero (Calidris  alba), playero rojo (Calidris canutus ), playero occidental (Calidris mauri), Playero pectoral (Calidris melanotos) especies migratorias boreales que vienen de Norteamérica, así como el Cola de Bote mayor (Quiscalus mexicanus) fueron parte de las aves registradas.

Flora
Totora o junco (Schoenoplectus californicus). Plantas flotantes como: lechuga de río (Pistia stratiotes) nativa y jacinto de agua (Eichornia crassipes).

viernes, 20 de noviembre de 2009

40 objetos surgen del reciclaje de plásticos

Guido Ramos impulsa la iniciativa de aprovechar los residuos plásticos en la elaboración de mangueras, recipientes, piletas... Procesa tres toneladas diarias.

Redacción Sociedad

sociedad@elcomercio.com

Solo las iniciativas individuales y aisladas como la de Guido Ramos intentan sacar provecho de la basura plástica que se produce en el país. Se calcula que en Quito y en Ecuador solo entre el 3% y 5% de estos desechos es reciclado.

Hace 27 años, Ramos decidió hacer de los cúmulos de basura su mina de oro. Con ayuda de técnicos extranjeros, armó un proyecto para volver útil a esa desagradable basura que contamina parques, ríos y el suelo en sí. De las 1 500 toneladas de basura que se generan a diario en Quito, el 14% corresponde a residuos plásticos.

Para ese propósito, armó su empresa Plástico Tortuga e importó máquinas trituradoras, fundidoras y amoldadoras que le permitan encaminar su propuesta a favor del medioambiente. Aunque también se ingenió en armar otras. Hoy tiene una fábrica, instalada en dos galpones grandes, en el sector El Inga, al este de Quito.

Pero Ramos advierte que solo le permite aprovechar los residuos plásticos de baja intensidad. Es decir, solo puede procesar el material usado en fundas y cubiertas de invernaderos.

En el país todavía no existe la posibilidad de reciclar las botellas elaboradas en material conocido como PET (en especial las descartables en las que vienen las gaseosas, agua o jugos). Hasta ahora únicamente hay quienes las recolectan para que sean enviadas desde el puerto de Guayaquil a China y a Japón, para que allá sean aprovechadas.

El proceso en Plásticos Tortuga se inicia con la recolección de los residuos en los botaderos y en otros sitios. Luego el material recolectado es trasladado hasta El Inga, en donde se hace el triturado y la fundición en hornos a más de 350 grados de temperatura.

Una especie de masa gelatinosa café oscura –el color se logra con pigmentos- cae de la fundidora. Enseguida, obreros como Xavier Catagña lo toma y lo coloca en una especie de rodillo y finalmente lo lleva hacia una amoldadora para dar forma al producto planificado. Se aprovecha para elaborar tuberías para desagües y de presión, mangueras, recipientes con capacidad desde 40 a 220 litros, moldes para construcción y hasta 5 000 rótulos o nomenclaturas de las calles de Quito.

En la entrada a la fábrica de Ramos, la calle está cubierta por una especie de moqueta o de adoquines. También se confecciona techos, sillas, mesas, balsas, maseteros y figuras decorativas como cascadas y piletas. Son alrededor de 40 productos que logra fabricar con las tres toneladas promedio de estos desperdicios que llegan a diario hasta este lugar.

Esta alternativa ha permitido a Ramos incluso crear fuentes de trabajo. En el proceso ocupa a 25 empleados y obreros, estos últimos la mayoría son de la zona. Norma Cumbal y Segundo Arce, por ejemplo, participan en retocar los objetos que salen con alguna falla en el amoldado; Bertha Catagña se dedica a depositar los residuos en la trituradora.

El mentalizador de la iniciativa está convencido de que “es muy importante reciclar para salvar al planeta y no habrá hueco donde depositar. Hay que hacer menos contaminación en el país…”.

En países como España el reciclaje está tan enraizado. Incluso hay leyes como aquella mediante la cual se multa a quienes no cumpla con las disposiciones.

Los buenos ejemplos a favor del medioambiente

Guido Ramos indicó que cuenta con licencia ambiental municipal para el funcionamiento y proceso en su fábrica.

En Ecuador, las iniciativas de Loja y Santa Cruz son las más avanzadas en cuanto a la clasificación de los residuos urbanos.

No somos plastificados, reciclemos se denomina la decimoquinta edición del Café Scientifique, impulsado por la Corporación Café Scientifique.

La cita para el debate se realizará el martes 24, 18:00, en Café Libro, en la calle Leonidas Plaza, 23-56, entre Wilson y Veintimilla.

Fuente:

martes, 17 de noviembre de 2009

En Puerto Hondo hay interés por el mangle, pero hace falta apoyo

Sobre un cielo azul intenso, los manglares, con su variedad de tonalidades verdosas, se estiran con sus raíces entretejidas como tela de araña, copadas de ostiones y mejillones incrustados. El silencio del lugar es solo interrumpido por la sinfonía de trinos y chillidos de  garzas, patos, pelícanos, fragatas y pájaros. “Escuche la música de los manglares”, expresa Jacqueline Zambrano, miembro del Club Ecológico del lugar. Y, entonces,  el ambiente se llena de melodías naturales.

La quietud  permite captar el sonido del caer de las hojas sobre el agua y el soplar de la brisa veraniega. “Es la voz del manglar”, dice la joven,  de 31 años, mientras hunde con suavidad el remo sobre el agua del brazo de mar que se extiende a lo largo del sector de Puerto Hondo, un área que ella;  su esposo, Rafael Ángel, y sus  hijos de 15 y 14 años decidieron  proteger junto con otros jóvenes del sector agrupados  en el  Club Ecológico, creado en 1995.

Unas dos mil hectáreas, que pertenecen a la reserva faunística Manglares del Salado, ubicada entre los kilómetros 15 y 20 de la vía a la costa, fueron declaradas Bosque Protector Manglares de Puerto Hondo en julio de 1987.

A lo largo de esos cinco  kilómetros se extienden  las especies de mangle rojo (Rhizophora mangle), mangle blanco (Laguncularia racemosa), mangle negro (Avicennia germinans) y mangle jelí o mangle botón (Conocarpus erectus).  Además de plantas  como musgos, líquenes, helechos, bromelias y orquídeas, y   otras   especies de árboles y arbustos.

En ese entorno existen unas 115 clases de aves residentes como el pelícano (Pelecanus occidentales), cormorán (Phalacrocórax brasilianus), fragata (Fregata magnificens), garceta nívea (Egretta thula) o martín pescador (Megaceryle T. torquita), además de otras migratorias y endémicas.

También hay mamíferos, reptiles y anfibios, vertebrados acuáticos, algunos artrópodos (crustáceos, arácnidos e insectos) y moluscos.

“Luchamos para que el poco verde que queda de este ecosistema se mantenga”, dice Jacqueline al señalar que se sienten  impotentes para enfrentar el avance de camaroneras que se avistan donde la hilera de manglares es más ralo. A esto se suman la expansión de urbanizaciones y la basura de  miles de visitantes que llegan los fines de semana al complejo turístico que construyó el Municipio de Guayaquil y otros centros recreacionales. Ellos, dice, talan los árboles y así aumentan la erosión del suelo. 

Los miembros del club advierten que en  el lugar no hay un plan de  control. Los fines de semana llegan  unos cinco mil visitantes y en los feriados esa cifra se registra solo en un día. “La cantidad de basura  es impresionante”, dice la dirigente.

Con charlas  se ha  involucrado a  voluntarios de la comunidad  con quienes  se recoge la basura cada viernes. El  trabajo  también se enfoca a capacitar a 70 niños del  club infantil.

La falta de controles ya tiene consecuencias. Un estudio con tres muestras recogidas en septiembre pasado  dio positivo en la presencia de coliformes fecales, algo que, según los habitantes, no era visible hasta hace poco. 

La investigación  parte de una tesis de maestría de la bióloga Rosa Sigüencia que determinó la presencia de Escherichia coli  (organismos presentes en las heces fecales) en mejillones y ostiones recogidos en cuatro puntos: complejo turístico, Terminal Portuaria Internacional (TPI), área de camaroneras y en el sector del conchal.

El estudio demuestra la necesidad de planes de control y la ampliación a una investigación más a fondo de metales pesados, dice  la bióloga, quien añade que no hay control de desagües, así como la presencia masiva de bañistas, quienes incluso están en riesgo de verse afectados.

Detalles: Actividades
Programas
En el lugar funciona el Centro de Educación Ambiental de Puerto Hondo, donde se dictan charlas a habitantes y visitantes.

Recursos
Uno de los problemas del Club Ecológico de esta zona es la falta de fondos. Se mantienen con los recorridos en canoas a lo largo del manglar y el alquiler de equipos para kayac.

sábado, 14 de noviembre de 2009

La tecnología del botijo: eficiencia energética de subsistencia

Elena Marcos 
¿Es realmente necesario consumir tanta energía para disfrutar de una elevada calidad de vida? Refrigeración de agua a través del tradicional botijo o el invento de un brasileño de conseguir lámparas de luz natural a través de botellas de agua que refractan la luz hacia el interior de la vivienda son algunos de los inventos que, pudiendo parecer bastos, ahorran energía a la vez que nos aseguran una vida cómoda. 
 

Se les denomina tecnologías blandas, y se refieren al aprovechamiento de las leyes de la física de una forma sencilla, sin necesidad de la compleja tecnología industrializada. 

El botijo, o la capacidad de refrigerar a través del barro

Probablemente,a muchos nos avergonzaría hacer una fiesta en casa y sacar a la mesa un botijo lleno de agua fresca, en lugar de sacar una jarra de agua de la nevera. Pero técnicamente, sería lo más eficiente. El agua del interior del botijo se enfría debido a la evaporación del agua a través de los poros de la arcilla, de forma que se disipa la energía térmica del agua contenida en el interior. Este mecanismo, sin embargo, sólo funciona en ambientes cálidos y secos, no en climas húmedos.

Mohammed Bah Abba inventó un sistema de refrigeración de alimentos aprovechando este principio. Este invento recibió un premio de la Fundación Rolex en 2000, y consiste en una vasija de barro dentro de otra más grande. El espacio entre ambas es rellenado por arena que debe permanecer húmeda constantemente. La evaporación constante del agua de la arena produce un efecto refrigerante constante. La verdura aguanta en el interior de este invento como si se tratase de una nevera.


Más información 
wikipedia.org

Extractores eólicos
El aprovechamiento de las leyes de la física no se realiza únicamente a través de las técnicas más tradicionales; también hay inventos más actuales que aprovechan estas características. Por ejemplo, los extractores eólicos, que permiten renovar el aire del interior de la vivienda sin necesidad de electricidad, rebajando, además, la temperatura interna de la casa. Se trata de un extractor metálico situado en los tejados con hélices colocadas en forma de esfera que gira gracias a la acción del viento. Cuando no hay viento, se ponen en marcha gracias a la diferencia térmica entre el interior de la casa y el exterio

Iluminación natural mediante reflexión

Alfredo Moser es un brasileño dedicado a la mecánica de autos que se quedó sin luz en su taller cuando menos falta le hacía. Y no se le ocurrió otra cosa que inventar 'la lámpara de luz natural'. Rellenó botellas de coca cola de dos litros con agua y 50ml de lejia, insertándolas en el tejado. La botella se cierra con su propia tapa, y sobre ésta se coloca algo opaco para evitar que se degrade con el tiempo. El resultado es que las lámparas expanden por el interior de la habitación la luz natural que recibe la parte de la botella que está en el tejado.  de Ofrece entre 40 y 60 W de luz, en función de la luminosidad del día, y es necesario hacer la instalación con cuidado para evitar goteras. Lógicamente, el invento sólo funciona durante el día, pero ahorra un montón de energía aquellos que deben iluminar la estancia durante el día por carecer de ventanas. Se está utilizando bastante en barriadas pobres de Brasil.

Más información 
elblogverde.com


Fuente: 

miércoles, 11 de noviembre de 2009

La publicidad, los relojes y las diez y diez

Existe una tradicional regla publicitaria no escrita, según la cual todos los relojes deben señalar las 10:10 cuando son fotografiados para figurar en un anuncio.

Pero no es tal hora fruto del capricho, sino de un minucioso análisis estético de la imagen y de su impacto psicológico.

Para empezar, no resultan estéticas las horas en las que se superponen las agujas, pues da la impresión de que el reloj tan solo tiene una. Por ello se eliminan las 12:00, las 13:05, las 14:10, las 15:15 y las demás en que se cumpla esa regla. Por el mismo motivo se rechazan aquellas en las que las agujas estén muy próximas, pues ofrece una sensación de amontonamiento sin sentido al quedar libre el resto de la esfera. Parece que unos diez minutos (60 grados de arco) podría considerarse una distancia de separación mínima.

Tampoco son admisibles las horas en las que las agujas se oponen, pues dan la impresión de ser una sola manecilla que atraviesa la esfera por su centro, cual flecha de cupido atravesando un corazón. Por ello se eliminan las 12:30, las 18:00, las 08:05, las 17:55 y las demás en que se cumpla esa regla. Por la misma razón se rechazan, como en el caso anterior, las horas que estén muy próximas a ese ángulo recto de 180 grados de arco. Y también en este caso los diez minutos parecen corresponderse a una distancia de separación mínima.

Tenemos límites “superiores” e “inferiores” que no nos permiten acercar las manecillas a menos de unos diez minutos ni separarlas más de veinte, para mantener cierta “distancia de seguridad” respecto del ángulo nulo y del ángulo plano. Notar que si las separamos más de treinta minutos (más de 180 grados de arco) nos encontramos en la otra mitad en la misma situación.

Tal como está la situación con la esfera dividida en dos sectores (a un lado y al otro de las agujas), la solución más equilibrada visualmente es que uno de los sectores sea el doble de grande que el otro. Al dividir los 360 grados de arco en tres partes, obtenemos 120 grados de arco, lo que se corresponde con veinte minutos. ¡Ya tenemos el ángulo que deben formar las agujas!


En principio, cualquier hora que mantuviese las manecillas con un ángulo de 120 grados de arco serviría, pero es mejor no utilizar aquellas en la aguja larga señala al 12, al 3, al 6 o al 9, pues aunque muchos diseños sustituyen los números por señales, es muy habitual que estos números se mantengan. Y, en tal caso, la aguja podría superponerse con el número o estar demasiado cerca, dando sensación de continuidad y amontonamiento. La eliminación de horas como las 11:15, las 15:45 y otras como estas, dará a la imagen una mayor claridad.

Llegados a este punto son pocas la horas que nos pueden servir: las 00:20, las 01:25, las 01:50, las 02:55, las 03:35, las 04:40, las 05:05, las 06:10, las 06:50, las 07:55, las 08:20, las 09:05, las 09:25, las 10:10 y las 11:40.

A continuación eliminamos aquellas que su lectura comporte un valor negativo, como en el caso de las 02:55 o “las tres menos cinco” o las 04:40 o “las cinco menos veinte”, porque es preferible, a nivel psicológico, un lenguaje más positivo como “las cinco y cinco” o “las seis y diez”, por ejemplo. Así nos quedan ocho posibilidades, de las que eliminamos las 01:25 y las 09:25, porque esos veinticinco minutos suponen que la aguja corta esté a medio camino entre la hora marcada y la siguiente, formando un ángulo menor que el buscado.

De las seis restantes mantenemos aquellas que permitan ver claramente la marca del reloj, que se suele colocar en la parte superior, por encima del centro del círculo. Estas horas son: las 06:10, las 08:20 y las 10:10.

La primera de ellas no nos sirve en el caso de que se ponga alguna indicación —como el modelo o tipo de reloj— en la esfera, ya que el lugar idóneo es en la parte inferior por debajo del centro del círculo. Así que quedan dos.

Si la esfera fuera un rostro, las agujas dibujarían una mueca de tristeza a las 08:20 y una sonrisa a las 10:10. No resulta difícil escoger.

Las 10:10, hora conocida como happy hour por aquello de la sonrisa, es la elegida por cuestiones fotogénicas. Y la costumbre se ha seguido para los relojes digitales sin importar el modelo, la procedencia o el precio. Aunque algunas marcas intentan dar un toque de originalidad o rebeldía cambiando la hora, pero solo se atreven a cambiarla un poquito como en el caso del Omega que señala las 10:08, o el Pulsar que señala las 10:09. Y aunque la hora no tenga esta justificación en los relojes digitales, se sigue la costumbre en algunos de sus anuncios.

Otra cosa más. Cuando hay segundero señala hacia los 25 o los 35 segundos, porque marcar los 30 —que sería la posición que dividiría el círculo en tres partes iguales— dejaría la imagen algo rígida y este pequeño desvío lateral rompe el dibujo puramente matemático.

Cosas de la costumbre…

Fuente: www.sabercurioso.com

lunes, 9 de noviembre de 2009

Baltasar Ushca es el nieto del Chimborazo

Flavio Paredes Cruz/ Redacción Cultura

Entre el sincretismo religioso, el respeto por sus ancestros y las necesidades de la sociedad actual, el oficio del hielero vive sus días finales. Una crónica desde su hogar, al pie del coloso.

‘Buenos días de Dios”. La luz naranja que pinta el cielo que rodea al Chimborazo hace olvidar a los coloridos faros de neón que adornaban el autobús que, en la ruta Quito-Riobamba, recorría la Panamericana.

Ahora, el amanecer llega con esa frase que Baltasar Ushca pronuncia, mientras ata un becerro a una estaca junto a la acequia que corta su propiedad.

Sombrero que alguna vez fue negro, saco de hilo blanco, pantalón casimir verde, botas de caucho. En silencio, cumple la rutina diaria de amarrar a los animales. Pone sobre el lomo de tres burros algunas prendas de ropa vieja y dobla plásticos. Si otrora los hieleros sacrificaban cuyes negros a los pies del Coloso para que la suerte los acompañara en la ascensión, en esta mañana Baltasar sorbe de la cuchara la sopa de papa y fideo que le dará el vigor para realizar su labor. Su rostro se pierde tras el humeante plato de loza.

La candela en la cocina de leña ilumina el interior de su hogar. El hollín cubre las paredes de bloque y el techo de zinc, que sustituyeron al adobe y a la paja. La aculturación muestra sus rasgos en el lugar, desde la cama que oculta el espacio del suelo donde antes se dormía en contacto con la Pacha Mama, hasta los cartones que se amontonan en un rincón y las gafas que luce Édison, el menor de sus nietos. Cuando sale para cumplir con su jornada, Baltasar deja atrás a María Lorenza Tenesaca, su mujer, y a Carmen, su hija. Otros nietos, Carlos y Lourdes, lo acompañan hasta la riel de tren que bordea la vivienda. Desde allí, la ruta será en solitario.

La población de Cuatro Esquinas recibe al hielero con las paredes pintadas de propaganda electoral. Los tres burros y el hielero caminan sobre la vía polvorienta y pedregosa, en sentido contrario algunos muchachos uniformados van a la escuela. A los lados se abren los cultivos de cebada, avena y papas. Si en la tierra están grabados los surcos para la siembra, en la cara de Baltasar se dibujan las arrugas de sus 67 años; son pocas, pero son profundas.

Documentales, fotografías y reportajes han recorrido el mundo entero con el rostro del hielero, varios han ganado premios. Baltasar es ajeno a ello; a pesar de que fue invitado a recibir un reconocimiento en Estados Unidos. No realizó el viaje por pedido de su familia.

El expedicionario Marco Cruz lo conoce desde la infancia y en sus varias ascensiones al Chimborazo su relación ha crecido. Él guía nuestros pasos tras el hielero, en una ruta que se matiza por el cambio de la vegetación y el colorido del paisaje. De la tierra negra y el pasto verde, hasta la nieve blanca y la roja chquiragua.

En el trayecto de Baltasar, un momento de magia y pausa es necesario. Parece que el universo se detiene para ver cómo la mano áspera del hielero toma la hoz, corta un montón de paja y, después de sacudirla, con una técnica muy vieja tuerce la yerba hasta convertirla en sogas artesanales.

Luego todo recobra movimiento, el viento, el agua, el gavilán que vuela en círculos y los asnos que siguen su camino hasta la ‘Razu Surcuna’ (la mina de hielo).

Es un camino de niebla y rocas volcánicas, silencioso. Solo algunos rótulos de tabla rompen el equilibrio, en ellos se señala la distancia faltante para ver al hielero en acción. Un intento fatuo para folclorizar el oficio, para convertir al hombre en un atractivo turístico.

Sobre los 4 800 metros, se devela una morrena del glaciar Carlos Pinto. Baltasar toma pico, vara y azadón y empieza a cortar este hielo que lleva aquí centenares de años. Cuando el bloque se desprende, la nubes dejan ver la cara del Chimborazo, como un viejo venerable que mira tras la ventana.


El tiempo en esta altura no se mide con reloj, sino a través de las gotas de agua que se desprenden del hielo. El sonido del segundero se suplanta por el golpe del hacha, el jadeo del hielero y el latido del corazón que se acompañan en el unísono. Baltasar habla un castellano incipiente, pero José, quien trabajara como albañil en la capital antes de volver a su terruño para guiar a turistas hasta el nevado, traduce sus pocas palabras: “Juan Ushca se llamaba mi padre, era un ‘cabeza blanca’, un albino, hijo del taita Chimborazo. Con él aprendí a extraer el hielo, a cargarlo, a amarlo desde los 15años, cuando acepté esta enseñanza como única herencia”.

Resopla, chupa hielo. El frío es intenso, pero se dobla las mangas de su deshilachado saco.

Eran días cuando la ruta era atravesada por cinco o seis grupos, los hieleros bajaban maldiciendo e insultando al viento para que no les coja el mal aire. Ahora Baltasar camina en soledad y silencio, observando que los burros no se precipiten por la pendiente rocosa.

Sin embargo, siente temor ante las voces que escucha expandirse por la montaña, entre el balido de las vicuñas.Cuenta que cierta vez, mientras descendía con el cargamento, se encontró con una persona sombría. “¿Adónde vas?”, le preguntó Ushca. “A conocer a los hieleros”, fue la respuesta que obtuvo y el extraño desapareció tras la neblina.

Para evitar sustos, cuando Baltasar se aleja de la mina de hielo, le pide al gran y viejo Chimborazo que no se enoje, que le proteja ante las desgracias y el cansancio, que le deje volver. Porque sabe que es el único en subir a las barbas de su abuelo y que no tiene otra fuente de trabajo, además de esa. Por eso reza: “Taita Chimborazo. Dios se lo pague”.

Todo ello constituye una cuestión de sincretismo religioso, donde el hielo sagrado, permite una comunión con el cuerpo de la montaña. Un aspecto que se mantiene como parte de una memoria colectiva ancestral, pero que Baltasar hace casi mecánicamente, dos días por semana, jueves y viernes.

El suyo es un testimonio construido desde el silencio y la contradicción. Antes de la despedida, Baltasar pide que en Navidad se traiga caramelos para sus nietos. La frase deja una sensación de tristeza suspendida en el aire. Luego, tal vez previendo el final de sus días y retomando la dignidad y el privilegio de su oficio, dice en voz alta: “No vaya a olvidarse de mí... soy Baltasar Ushca, el último hielero del Chimborazo”.

La historia de un oficio

El oficio del hielero tiene raíces en el imperio romano y los pueblos árabes. Llegó al Nuevo Mundo, bajo el dominio español, como una mita. En Ecuador se instaló en el Cayambe, el Cotacachi y el Chimborazo.

En el Indo Kush, en Afganistán, los bloques de hielo se recogían con redes, tras el derretimiento del glaciar. En el Cumbal, en Colombia, el hielo desciende sobre trineos.

El hielo extraído del Chimborazo se comercializaba en Guaranda, Guayaquil, Babahoyo y Riobamba. Su consumo desapareció ante las refrigeradoras y el hielo industrial.


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