MEJÍA, Pichincha. La Laguna Verde, ubicada en medio de los cerros Illiniza norte (foto) y el Illiniza sur, situados en territorio de Cotopaxi. |
Áreas protegidas
Su nombre se debe a dos cumbres rocosas cubiertas de nieve, se dice que la una es el varón y la otra es la hembra. Se trata de la Reserva Ecológica Los Illinizas (REI), dueña de una riqueza particular en flora y fauna en sus 149.900 hectáreas.
Aquí se da la palma de ramos, también el árbol de incienso, esta especie que al alcanzar la madurez entre los 30 a 40 años, contiene una goma que se extrae tras cortar la corteza y al secarla se convierte en el material aromático utilizado especialmente en festividades religiosas. La explotación indiscriminada de este recurso pone en riesgo la vida de otras especies como el loro oreji-amarillo.
Personal de la REI participa en cursos de capacitación sobre manejo de áreas protegidas. |
Las zonas del río Toachi, los páramos occidentales de los cerros Illiniza y Corazón, la laguna volcánica del Quilotoa, Zarapullo, cerro Azul, Jaligua Alto y Tenefuerte, pertenecientes a los cantones Mejía, La Maná, Sigchos, Pangua y Pujilí son parte de la REI, ubicada entre Pichincha y Cotopaxi y establecida en diciembre de 1996 por el Instituto Ecuatoriano Forestal, de Áreas Naturales y Vida Silvestre, año en el que también fue declarada área protegida.
Geológicamente, la mayor parte de la Reserva presenta rocas volcánicas antiguas. Estar ubicada en el ramal occidental de los Andes ecuatorianos, y en un rango altitudinal entre los 800 y 5.265 metros sobre el nivel del mar, ha permitido a la REI el desarrollo de una gran riqueza de especies de mamíferos, aves, anfibios, reptiles, peces e invertebrados terrestres.
Esas características permiten identificar cuatro tipos de ecosistemas: el páramo, fuente de agua en cantidad y calidad que está apta para el consumo humano y agrícola. El bosque de ceja andina, que limita con los páramos y su presencia disminuye por el avance de la frontera agrícola. En esta área se encuentran especies nativas endémicas de plantas como pumamaqui, quishuar o el árbol de papel (Polylepis) que también están amenazados. Otro de los ecosistemas son los bosques de neblina, donde existen diversas especies maderables, cuya extracción no cesa y amenaza la supervivencia del olivo, podocarpus, el colorado, cedro y el arrayán, explotado para la elaboración del carbón. Finalmente está el bosque subtropical.
Fuente de aguas termales ubicada en los páramos del Illiniza sur, en la parroquia San Juan de Pastocalle, perteneciente a Latacunga. |
La extracción descontrolada de la madera, la deforestación, la expansión de la frontera agrícola y la minería amenazan el futuro de esos ecosistemas. La tenencia de tierras aparece también como uno de los mayores problemas, según el plan de manejo elaborado el año pasado. Muchas de las propiedades de la zona cuentan con títulos de propiedad, incluso desde antes de la declaratoria de área protegida, otros con derechos a posesión y los invasores, quienes explotan los recursos naturales sin control ni planificación, indica el plan.
El estudio, que entró en vigencia en enero de este año, evalúa que respecto a la fauna hay alrededor de 400 especies de aves, de las cuales, 25 se encuentran en alguna categoría dentro del Libro Rojo del Ecuador, 43 especies de anfibios, 23 especies de reptiles. Mientras que la herpetofauna (reptiles y anfibios) del área protegida se compone por el 42% de especies endémicas y el 40% de estas especies se encuentran en alguna categoría de amenaza.
Árbol de palma de ramos, una de las especies en peligro de extinción. |
“En forma general se evidencia que la gestión de manejo en el área es débil, no hay presencia y peor aún acción o gestión en diferentes puntos estratégicos dentro y en las zonas de influencia del área. La presencia más regular se localiza exclusivamente en El Chaupi, en la zona alta, pero en otras como Ramón Campaña, Moraspungo, El Corazón, Zumbahua, Quilotoa, Guasaganda, Pucayacu, Sigchos, Palo Quemado, Las Pampas, Sarapullo, son totalmente nulas”, indica el plan.
Cuestiona también la débil gestión y acción de los administradores del Área Protegida para detener el mal uso de la tierra, así como la falta de alternativas productivas y de sobrevivencia de la gente local.
Según los responsables del área, una de las tareas en las que están empeñados es la capacitación a la población con charlas de educación ambiental.
No obstante, Miriam Heredia, quien labora en la hostería Nina Rumí, señala que pese al trabajo de los operadores de turismo y autoridades, la gente sigue quemando pajonales de la Reserva, en particular en verano, época en que el fuego consume grandes extensiones, lo que afecta en la disminución de agua. “Se debe invertir más en campañas de concienciación”, dice la moradora del sector, visitado por unos 2 mil turistas anuales.
La falta de personal es uno de los graves problemas, pues la Reserva apenas cuenta con dos guardaparques, más otro proporcionado por el Municipio de Quito que son insuficientes para controlar las 149.900 ha.
A ello se suma la falta de presupuesto, pues aunque en el plan de manejo se indica que se requiere un financiamiento de $ 3’260.000 en cinco años; sin embargo, lo único seguro con lo que se cuenta es con un promedio de $ 10 mil anuales.
La falta de personal es uno de los graves problemas, pues la Reserva apenas cuenta con dos guardaparques, más otro proporcionado por el Municipio de Quito que son insuficientes para controlar las 149.900 ha.
A ello se suma la falta de presupuesto, pues aunque en el plan de manejo se indica que se requiere un financiamiento de $ 3’260.000 en cinco años; sin embargo, lo único seguro con lo que se cuenta es con un promedio de $ 10 mil anuales.
Fuente: eluniverso.com