Entre el espacio que se extiende desde la Reserva Ecológica El Ángel hasta el Parque Nacional Llanganates, pasando por Carchi, Sucumbíos, Imbabura, Pichincha, Cotopaxi, Tungurahua e incluso parte de Napo, y otros cientos de hectáreas que se encuentran fuera del Sistema Nacional de Áreas Protegidas, como las haciendas Bretaña y Zuleta, se identificaron apenas 47 cóndores, según el Censo Nacional de Cóndores Andinos Región Centro Norte, publicado en marzo del 2009, y en otro informe presentado hace tres meses por el Grupo Cóndor se reafirma la baja densidad de la especie.
El estudio, ejecutado del 2008 al 2009, a cargo de la Sociedad para la Investigación y Monitoreo de la Biodiversidad Ecuatoriana (Simbioe) y la organización internacional The Peregrine Fund, se realizó con el objetivo de determinar el estado silvestre de la especie. Los resultados confirmaron el peligro de perder al ave insigne del escudo nacional.
Desde entonces, otras organizaciones se han unido para mantener la fugaz e imponente sombra que hace el cóndor andino cuando extiende sus alas y suma más de tres metros de envergadura.
Ximena Pazmiño, representante de la Fundación Zoológica del Ecuador y directora del Zoológico de Guayllabamba, explica que el proyecto se inició con la realización de exámenes médicos a cada uno de los 19 individuos en cautiverio para, además de conocer su estado de salud, establecer las posibles parejas, las que tengan mejor salud y madurez sexual similar.
En este estudio se evidenció que las aves tenían marcas de perdigones en el cuerpo, por lo cual se presume que la cacería deportiva es uno de los principales problemas de la especie insigne del escudo nacional.
La cacería no era sancionada hasta el 7 de enero del 2000, cuando se emitió la Resolución Ministerial 105, en la cual se prohíbe la caza de esta especie. Esa fecha fue declarada como Día Nacional del Cóndor.
En cuanto a la reproducción, la complejidad va más allá del traslado de los individuos. Los cóndores forman una sola pareja y si al primer contacto no se ‘caen bien’, como lo explica Pazmiño, difícilmente lograrán reproducirse.
Para comprobar estas y otras hipótesis, relacionadas con la alimentación y reproducción en estado natural del cóndor andino, Paúl Tufiño dirige el Proyecto de comederos artificiales, a cargo de la Fundación Cóndor y Simbioe, con el apoyo del fondo ecológico privado Ecofondo, para ubicar los puntos de encuentro de las especies y depositar animales en descomposición (alimento de la especie) en esos sitios, para así estudiar sus comportamientos en estado silvestre, “comportamientos que cada vez son más difíciles de evaluar”, dice Tufiño, por la altitud a la que sobrevuela el cóndor y las distancias que recorre.
Desde el año 2002 se identificó el peligro de extinción de la especie en el Libro Rojo de las Aves del Ecuador, donde la ubican en la categoría de peligro crítico. En ese entonces, la Corporación Ornitológica del Ecuador emitió un informe que indica que la población de cóndores en estado silvestre es menor a cien individuos.
Individuos de patas musculosas, uñas cortas con punta redondeada, cabeza y cuello sin plumas que facilitan su limpieza después de alimentarse de animales en descomposición, alas grandes y plumas extendidas en sus extremos que le permiten planear a mayor altura y ahorrar energía, pico alargado de bordes cortantes, ojos en los costados que dan más amplitud visual para encontrar con mayor facilidad los cadáveres.
Y precisamente esta es su función, encontrar cadáveres y acelerar la descomposición de los restos. Con esto se evita la formación de focos infecciosos en el ecosistema.
Estas aves, que prefieren las cordilleras y páramos andinos, con tierras montañosas, altos riscos y valles profundos, se enfrentaron a la caza deportiva y en ciertos casos a los dueños de ganado que las mataban porque creían que estas se llevaban a los terneros para alimentarse, hecho que los biólogos no descartan que pudo ocurrir, pero en escasas ocasiones.
Los cóndores están protegidos por las leyes, y en el 2006 el Ministerio de Ambiente elaboró la Estrategia Nacional para la Conservación del Cóndor Andino, con el objetivo de reglamentar las acciones que las organizaciones interesadas en esta especie se puedan regir.
El ave voladora más grande del Ecuador, además de imponerse con su tamaño y peso en los cielos, es una especie mitológica. En esta rama se la describe como un águila gigante con plumas doradas, afilado pico y poderosas garras.
Estas historias las comparten los pueblos de América del Sur, desde Colombia hasta el sur de Chile, donde se han registrado individuos a menor altura de su promedio de vuelo, de 2.500 a 5.000 metros. En Ecuador, algunos se han ganado la lotería de encontrar un individuo, incluso a 7.000 metros de altura.