sábado, 30 de enero de 2010
Destrucción del hábitat y cacería amenazan al jaguar en el Yasuní
jueves, 28 de enero de 2010
Comenzó la reforestación en el bosque Cerro Blanco
miércoles, 27 de enero de 2010
Futuro incierto para reinserción y la reproducción de pichón Yanita
martes, 26 de enero de 2010
Ave embajadora del Ecuador, en crisis por destrucción de hábitat
lunes, 25 de enero de 2010
Aves Rapaces: Nuestro Patrimonio Natural
Lo están matando. El cóndor andino (Vultur gryphus), animal que siempre ha sido un símbolo de libertad, fuerza y valor, un ícono representativo de nuestro país, está en alto peligro de extinción. A esta formidable ave se le juntan a la lista de especies amenazadas otras que también son importantes para la ecología del país, como el águila harpía (Harpia harpya) y el águila andina (Oroaetus isidori).
Con el tiempo, la población humana creció y la desinformación hizo pensar que esta noble ave representaba un peligro tanto para las personas como para el ganado. Sin embargo, por ser ave carroñera, es decir, que come animales muertos, esta rapaz no tiene fuerza suficiente en las patas para agarrar o matar a otros seres vivos.
Esta nube de ignorancia ha provocado que, incluso, ahora existan iniciativas para quitar al cóndor del escudo nacional.
El hombre “civilizado” comenzó a cazar y envenenar a la que es actualmente el ave voladora más grande del mundo. Sumado a eso, la deforestación, que provoca la rápida pérdida de su hábitat, y su baja tasa reproductiva de un huevo cada dos años han puesto al cóndor en una situación crítica que impacta en la ecología de los Andes. ¿La razón? El cóndor limpia el hábitat de animales muertos que pueden resultar dañinos para la salud de otros seres vivos.
Por suerte hay proyectos que buscan preservar las aves rapaces, como el Fortalecimiento del Censo Nacional del Cóndor Andino y el Programa de Conservación del Águila Harpía en Ecuador. Este último es financiado por la corporación colombiana Ecofondo y no solo busca monitorear a las águilas harpías, sino que también investiga a otras rapaces, como la rarísima águila andina.
Estas iniciativas buscan entender mejor la situación numérica de estas aves, para así investigar formas de ayudarlas, por ejemplo, a través del uso de rastreadores satelitales, algo que todavía falta en nuestro país.
En el 2001 apenas quedaban 70 ejemplares de cóndores andinos y ahora el número puede ser menor, lo cual es casi trágico porque se necesitan por lo menos 200 para tener probabilidades de que la especie sobreviva.
Ruth Muñiz, directora del programa para proteger a las harpías, dice que estimar el número de nidos de esa águila es muy difícil, porque si bien una pareja de esas aves en el Oriente puede cubrir hasta 5.000 hectáreas, su adaptabilidad a otros hábitats y la destrucción de estos hacen complicado un censo adecuado. A pesar de todo, Muñiz y su grupo de trabajo encontraron un nido de águila harpía en Esmeraldas, cuando ya se pensaba que no existía en la Costa ecuatoriana.
Las águilas harpías ponen un huevo cada tres años y las probabilidades de que los polluelos lleguen a adultos son del 70%. Son las águilas más grandes del mundo, tienen las garras más largas y fuertes que las demás (doce centímetros), y se alimentan de mamíferos de tamaño medio como monos, osos perezosos y roedores que pueden ser perjudiciales para las cosechas. La harpía domina la cadena alimenticia, es decir, que ninguna especie las caza. Sin embargo, el humano ha provocado que tristemente, al igual que en el caso del cóndor, esta ave tenga cada vez menos espacio.
Muñiz enfatiza que para que el proceso de conservación de estas especies sea efectivo, se necesita la participación de todos y que haya más educación ambiental, para que la gente aprenda a apreciarlas y comprenda que no solamente son buenas para la ecología, sino que también constituyen el símbolo de nuestro espíritu ecuatoriano.
Lina Santacruz se encarga de la divulgación y educación ambiental. Según Simbioe, parte básica de su visión es “lograr a través de la educación a la comunidad nuevas ideologías en favor de la conservación”. Solo con la educación de las comunidades se puede hacer el proceso de conservación completo. Sin la educación, la gente ha hecho y puede seguir haciendo malas decisiones que terminan perjudicando a estas especies en peligro de extinción. Los que quieran aportar a esta causa y unirse al programa de voluntarios pueden Contacta a:Corporación SIMBIOE Telf:
sábado, 23 de enero de 2010
Vida silvestre en Galápagos, personajes que hacen historia
Espectadores: doce personas que promedian una edad de sesenta años, de nacionalidad norteamericana, y una guía naturalista que baja la media de edad del grupo en proporción interesante, de nacionalidad ecuatoriana (es decir, yo).
Escenario: segunda playa de Punta Suárez, atrás de la señal que dice “stop”, en una planicie inundable en marea alta, rodeada de rocas maravillosamente negras y brillantes.
Sonido: berrinche de pequeños lobos que exigen ser amamantados por sus madres, o por cualquier hembra que se descuide, sumado al rugir de olas que chocan con fuerza contra los guijarros del lado sur de la península. De vez en cuando se escucha un coro de ostreros americanos que anidan en alguna playa cercana.
¿Historia? Pues me sorprendo de poder armarla casi a la perfección. No es que sea adivina, pero una vez visto lo que puede ocurrir con estos actores en tal escenario, se tiene la certeza de que la historia se repite siempre porque así es la vida, la de verdad, la silvestre, donde se es o presa o depredador, donde se nace, se reproduce y se muere, sin demasiado alboroto o crisis existencial. Es decir, en el mundo no humano, esta historia es la de cada día. Antes de que ocurriera, fui capaz de recrear el cuento, para que inmediatamente después, ante la sorpresa de mis pasajeros y tal cual en película de Hollywood, mis palabras cobraran forma en el escenario de la vida misma.
Los piqueros patas azules son juveniles, que apenas han aprendido a volar, pero aún dependen de sus padres. El más intrépido se acerca a la hembra patas azules de patas púrpura (porque la tonalidad de azul varía de individuo en individuo). El pequeño piquero parece conocer bien a esta hembra, porque con toda confianza, que luego se convierte en agresividad, le picotea el buche, la persigue, la acosa intensamente. No cabe duda de que esta hembra es su madre. Tiene las pupilas grandes y en lugar de silbar, como hacen los machos, grazna. Es una hembra.
El otro piquero intenta imitar al primero, por tanto deduzco que debe ser su hermano, o hermana, porque es imposible determinar el sexo de un piquero juvenil, además los piqueros pueden poner hasta tres huevos, y en buenos años criar a los tres polluelos. Si hubo un tercero, ya sus hermanos se encargaron de desplazarlo del nido hace rato; tal vez lo picotearon hasta desangrarlo o se treparon sobre él cuando llegaban los padres con alimento, impidiéndole comer, de tal forma que el más joven (porque para ser el más indefenso debió ser el último en eclosionar) pudo perecer de inanición.
Alimentando a los pequeños
En fin, ahora son dos piqueros que hostigan a su madre. El acoso parece ser necesario para motivar el regurgite. Ella, cautelosa, mira en todas direcciones, se aleja de los jovenzuelos, de vez en cuando los reprende. De pronto agita las alas y despega. Se ha ido; los jóvenes piqueros se quejan brevemente hasta que exhaustos deciden acercarse a una roca que les provee sombra, y callan. Yo sé que la hembra va a regresar. Les digo a mis pasajeros que esperen.
Efectivamente, cinco minutos después, vuelve la hembra piquero patas azules de patas púrpura provocando otra vez el guirigay de los juveniles. En esta ocasión, sin alharacas, expone rápidamente su buche; entonces, el más intrépido salta sobre ella e introduce su propio pico para alimentarse.
Surgido de la nada, aparece un pirata del aire, la fragata, que en segundos maniobra en el espacio para robar del mismo buche de la madre el pez que ella había guardado para su descendencia. Un pedazo se le cae al suelo, los dos pequeños piqueros se abalanzan sobre los restos, pero la fragata macho de buche semi-inflado es más rápida y con su pico en forma de gancho lo retoma en segundos.
Sin embargo, la fragata de cabeza blanca, el juvenil del que desconocemos sexo, arrancha velozmente el pedazo del mismo pico de la fragata macho. Apenas alcanza a arrebatarlo cuando vuelve a caer al suelo. La hembra piquero se abalanza, el piquero más intrépido grazna, el otro observa impávido y hambriento. Delante de todos, la fragata macho reaparece de la nada y atrapa lo que queda del pescado, para desaparecer con la misma rapidez con la que ha llegado.
Reina el silencio. Horas de trabajo zambulléndose en lo profundo no han servido de nada. La hembra piquero patas azules de patas púrpura despega y retorna al océano, a empezar todo otra vez, a buscar ojones o sardinas para comer ella y para sus jovencitos que cada vez exigen más, aunque ya no por mucho más tiempo, están casi listos para irse del nido.
Uno de los piqueros patas azules sin patas azules vuelve a buscar sombra tras la piedra, el otro encuentra una ramita con la que juguetea. Mis pasajeros no pueden creer que todo sea tan simple, que quede allí, sin reflexiones mayores, sin conclusiones trascendentales. Fuimos testigos de un simple episodio en la vida de criaturas silvestres.
Pintura de: Graciela Legarda Brückmann, tomada del blog Colofón
Fuente: La Revista
viernes, 22 de enero de 2010
La ‘Mama’ Tungurahua seduce al turista
ambato@elcomercio.com
“Esto es un espectáculo. Es grandioso, es único”, decía emocionado el polaco Sergio Pallwak, mientras miraba al volcán desde el sector Bellavista, cerca de la comuna Runtún.
Este lugar es uno los seis miradores que existen en Baños. Los otros son Los ojos del volcán, Pondoa, Lligua, La Virgen y la Casa del árbol.
En este cantón, ubicado a 40 minutos de Ambato, las emisiones de ceniza y bloques incandescentes atraen a turistas nacionales y extranjeros.
Se estima que desde que se inició la reactivación, el pasado 1 de enero, hasta ayer, más de 1 000 personas subieron a los miradores. 60 operadoras ofrecen viajar a estos lugares, donde los caminos son sinuosos.
En Bellavista hay pocos árboles. En la noche del miércoles, se podía mirar las estrellas. No había bruma. Pallwak, de 27 años, gritó “apaguen esos celulares”.
Él llegó a Baños, el lunes, con sus compañeros de universidad. Viajaron atraídos por el espectáculo natural que ofrece el volcán.
El guía Luis Córdova, en su ‘chiva’ Mocambo, recogió a él y a su grupo, a las 21:00, para llevarlos al mirador. Otros 25 pasajeros se subieron al carro pintado de azul, verde y amarillo, en el camino.
Miguel Egas es otro turista que viajó de Guayaquil. Escogió Baños para su despedida de soltero. Como parte de su fiesta, él y sus amigos fueron a ver al volcán.
Consumió más de una canela, una bebida caliente que se prepara con azúcar, té de hierbas y un poco de licor. “La farra que se arma es buena. El Tungurahua es un atractivo hermoso”.
En la ‘chiva’ también viajaron Jorge Albú y su esposa, Solange Aguilera. Mientras visitaban a la madre de Albú, en Tena, se enteraron que el volcán se reactivó.
Ellos viven desde hace 10 años en Estados Unidos. “Hemos visto este fenómeno natural en la televisión. Por eso vinimos lo más pronto acá para admirar al Tungurahua de cerca”.
La pareja se enteró de estos viajes por Internet. A través de anuncios en varias páginas se detalla el costo de cada ‘tour’.
A diario se realizan tres viajes a los miradores. Los tours son a las 18:00, 21:00 y 23:00.
En cada uno lleva a 30 personas. El costo es de USD 3. Para mirar el volcán, algunos turistas pernoctan en los miradores.
Las operadoras cobran USD 50. El valor incluye comida, carpas, ‘sleepings’ y transporte.
Uno de los lugares más buscados para pasar la noche es la Casa del árbol, a 5 km del sector Bellavista. Este mirador es el más cercano al coloso.
Hay un asadero cubierto con techo de zinc. En un árbol de motilón, de 17 m de alto, hay una pequeña casa de madera.
En sus ramas cuelgan dos columpios. Carlos Sánchez, el propietario, dijo que a diario llega un promedio de 80 personas. La entrada no tiene costo.
Enrique Mayorga, director del Departamento de Turismo del Municipio de Baños, señaló que los sábados y domingos el cantón reciben a un promedio de 5 000 personas. De lunes a viernes, llegan unos 2 000 turistas.
“El turismo en los alrededores del volcán es totalmente seguro. Luego de 10 años de actividad del Tungurahua, ya hemos aprendido a convivir con el miedo”.
Los miradores están en lugares altos y alejados de las zonas de riesgo. El Comité de Operaciones de Emergencia de Tungurahua (COE) tiene listo un plan para ayudar a los turistas.
Al parecer, eso le importa poco al polaco Pallwak. Para él, el temor es insignificante frente a la satisfacción de ver un fenómeno natural incomparable. “Yo viviría feliz aquí. Me quedaría muchas horas contemplando al volcán”.
Otras opciones
No deje de visitar la iglesia de la Virgen de Agua Santa de Baños. Allí están ilustrados los milagros de la santa.
Lleve mascarilla
Para ir a los miradores debe llevar ropa cómoda y abrigada. También se recomienda llevar agua y galletas.
Hasta el momento no se ha registrado caída de ceniza en Baños. Sin embargo, por seguridad, lleve una mascarilla.
En Baños hay 14 ‘chivas’. Cada una ofrece tres viajes diarios a los miradores para mirar al volcán.