jueves, 15 de julio de 2010

Educación ecológica en Galápagos, diez sobre diez

Desde Las Encantadas
Paula Tagle
nalutagle@eluniverso.com
Galápagos podría ser el experimento de laboratorio que necesitamos, para el país, y para el mundo.

Con una población de aproximadamente 5.000 estudiantes, aquí se podría ver si la educación puede hacer la diferencia para lograr un mundo mejor.

Hay que empezar lo más pronto posible, bombardear las escuelas, los colegios, con un currículum especial, involucrar a los maestros, pintar de colores las aulas, llevar música a los planteles, y también sacar a los niños y jóvenes a aprender fuera de las paredes, que observen, caminen, exploren, se planteen sus propias preguntas. Que esa educación de aprender las cosas de memoria quede atrás, que solo logra marchitar el cerebro. Que en su lugar florezca una educación que incite al cuestionamiento, a la búsqueda.

Claro, yo no tengo formación alguna como educadora, pero he visto cómo los niños de Galápagos aprenden, y cuánto aprenden, cuando vienen a bordo del barco en que trabajo, por una mañana apenas. Aquí se maravillan ante mapas, libros, fotos, se suben a los Zodiacs, escuchan animales en cortejo, en vivo y en directo, ven cómo la brújula del barco marca el norte. Nada es de memoria, y todo queda en la memoria.

Hay que proporcionar herramientas para que el futuro adulto pueda siempre encontrar una ocupación, no por convertirlo en máquina productiva para beneficio exclusivo de la sociedad, no. Para que pueda crear, porque solo dando, por el gusto de dar, podemos sentirnos completos. Por eso me encanta el colegio Galápagos, de la isla Santa Cruz, siempre buscando nuevos caminos, brindando una gama de posibilidades a los que estudian en sus aulas.

Estudiantes del colegio Galápagos durante las clases de vidrio reciclado.

María Salcedo, directora del colegio, me acompaña por los corredores contándome cómo las madres hicieron fila dos días para poder matricular a sus hijos este año lectivo. Porque aquí pueden salir con una carrera al terminar el bachillerato, con la especialidad de chef. Y las ideas no le faltan a esta mujer llena de energía y de sueños. Me cuenta de su proyecto de una escuela de hotelería, con hotel y todo administrado por los chicos, y de la nueva manualidad que ofrece el colegio: trabajo en vidrio reciclado. Cuando existe gente como María, cualquier cosa es posible; de donde sea ella consigue los recursos, crea las condiciones y lo logra.

Ella me invitó a la inauguración de la clase de vidrio reciclado. Los recursos los ha donado Fudeca (Fundación de Ayuda para el Desarrollo Comercial de los Artesanos del Ecuador). En el año 2008 la fundación firmó un convenio con el colegio Galápagos, para la instalación de un taller donde los alumnos puedan elaborar piezas de vidrio reciclado. Los estudiantes del décimo año, que escogen esta opción práctica, reciben dos horas semanales, y tres horas a la semana el mismo taller está abierto para el uso de los artesanos de Galápagos.

Fudeca fue fundada por la compañía Lindblad Expeditions, que maneja dos barcos de turismo en Galápagos. Para canalizar su objetivo, creó también la Galería Reflections. Lo que genera la galería se revierte en seminarios, talleres y cursos de formación para los artesanos de las islas, y en proyectos como el del colegio Galápagos.

Sven Lindblad, presidente de Lindblad Expeditions, vestido en jeans y zapatillas, habla informalmente ante los 22 chicos del décimo año que han tomado la manualidad de trabajo en vidrio. Saluda, se presenta y bromea con ellos. De seguro los tres chicos del grupo se sentirán muy afortunados, ya que la mayoría son niñas, que quieren verlos utilizar siempre las gafas de protección, que trabajar con vidrio requiere de normas de seguridad. Que se compromete a exhibir en la Galería Reflections y en las tiendas de sus barcos del mundo, las cosas que ellos hagan con sus manos.

Les dice que siempre es bueno saber de todo, que aprovechen esta oportunidad y que creen los más lindos diseños, porque muchos en el planeta van a admirar su trabajo. Les cuenta de una artesana mexicana, amiga de él, que se hizo famosa creando joyas en vidrio reciclado. En fin, los niños van perdiendo la timidez, comienzan a reírse, se ponen sus gafas, hacen unas pruebas con la máquina pulidora de vidrio. Poco a poco se acercan a despedirse de Sven.

Hay un niño que quiere practicar su inglés, y se queda de largo conversando con este hombre alto, de ancestros suecos, explorador y a la vez hombre de negocios, que en unos minutos se ha transformado en otro niño del aula.

La inauguración del año escolar ha sido una fiesta. María sonríe, los niños también, y el cielo de Galápagos se pinta de verde..., sí, de verde esperanza.

Fuente: La Revista Guayaquil, Ecuador

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