jueves, 22 de julio de 2010

Doménica y el nuevo año

Doménica durante su discurso en el barco National Geographic Endeavour.
Desde Las Encantadas
Paula Tagle
nalutagle@eluniverso.com
“Es un ser fresco, vital, que realmente cree en lo que dice, con sinceridad absoluta (y en mi cinismo de adulta, me digo, con ingenuidad)”.
Doménica se para frente a su público, ochenta pasajeros del National Geographic Endeavour, la mayoría de nacionalidad norteamericana. Tiene el micrófono en la mano y viste su impecable uniforme de la Escuela Oswaldo Guayasamín de Puerto Ayora. El padre la ha peinado con lacitos verdes que combinan los colores de su falda. No hay señal aparente de nerviosismo, no se le quiebra la voz, no se olvida de ninguna línea.

Ella comparte su charla de once minutos con naturalidad innata, con gran presencia y seguridad. Tiene apenas once años, no habla inglés, y quienes la escuchan no entienden ni jota de español. Pero al finalizar su discurso hay ovación de pie e incluso lágrimas. Doménica es lo que todos debimos seguir siendo, una niña libre aun de los prejuicios y neurosis que la sociedad nos va imponiendo a lo largo de nuestra formación.

Doménica es un ser fresco, vital, que realmente cree en lo que dice, con sinceridad absoluta (y en mi cinismo de adulta me digo, con ingenuidad). Doménica ha ganado el concurso de oratoria organizado por el Parque Nacional Galápagos en conmemoración de sus cincuenta años de existencia. En su discurso describe la historia del archipiélago hasta la creación del Parque y la conexión de este con su propia escuela a través del club ecológico Los Parqueritos.

Un poco me vuelvo a ver a mi misma, cuando niña, coreando cosas de memoria; pienso con tristeza en que nuestra educación sigue siendo igual de memorista como hace doscientos años. Aprendemos a repetir, olvidando que lo importante es razonar, crear, objetar y soñar.

Sin embargo, Doménica está más allá de eso. Ella siente y entiende muy bien lo que dice, por eso lo logra transmitir tan divinamente. Ella cree que Galápagos es un lugar especial, y confía en el Servicio Parque Nacional Galápagos como cuidador de este tesoro. Y yo creo en Doménica, que no se deja intimidar por adultos de distinta lengua y origen.

Una niña ávida por conocimiento, que no se pierde ni una sola de las actividades del barco, y de la mano se lleva a su padre, Carlos Chapaca, su más abnegado fan, por los caminos de lava, porque el mundo es de Doménica, y ella está para devorarlo.

Ahora que empieza un nuevo año, propongámonos rescatar ese poquitín de niño, de Doménica, que aún nos queda. Desempolvemos al ser inocente y capaz de maravillarse por la vida. Sacudámonos de las clases tontas, las lecciones aprendidas de memoria, y vayamos al fondo de las cosas. Que por esa formación con que nos programan es que seguimos donde estamos.

¿A quién se le ocurre traer cangrejos vivos a Galápagos, plantas ornamentales peligrosas y perros de raza? Solo a quien no ha entendido lo que Galápagos significa, a pesar de vivir aquí por años escuchando la misma canción sobre el peligro de las especies introducidas. Es un problema de idiosincrasia, que a la larga es consecuencia de esta educación caduca y memorista.

En efecto, en diciembre del 2009, celebrando los cincuenta años de la creación del Parque, llega a Galápagos un barco cargado de cosas prohibidas; un caso que se reporta de quién sabe cuántos otros. Si de verdad entendiéramos a Las Encantadas podríamos ser consecuentes.

Mientras tanto, qué alegría saber que existe una niña como Doménica en estas islas, ¡eso me llena de ilusión para un buen año!
Fuente: La Revista Guayaquil, Ecuador

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