Solo las iniciativas individuales y aisladas como la de Guido Ramos intentan sacar provecho de la basura plástica que se produce en el país. Se calcula que en Quito y en Ecuador solo entre el 3% y 5% de estos desechos es reciclado.
Hace 27 años, Ramos decidió hacer de los cúmulos de basura su mina de oro. Con ayuda de técnicos extranjeros, armó un proyecto para volver útil a esa desagradable basura que contamina parques, ríos y el suelo en sí. De las 1 500 toneladas de basura que se generan a diario en Quito, el 14% corresponde a residuos plásticos.
Para ese propósito, armó su empresa Plástico Tortuga e importó máquinas trituradoras, fundidoras y amoldadoras que le permitan encaminar su propuesta a favor del medioambiente. Aunque también se ingenió en armar otras. Hoy tiene una fábrica, instalada en dos galpones grandes, en el sector El Inga, al este de Quito.
Pero Ramos advierte que solo le permite aprovechar los residuos plásticos de baja intensidad. Es decir, solo puede procesar el material usado en fundas y cubiertas de invernaderos.
En el país todavía no existe la posibilidad de reciclar las botellas elaboradas en material conocido como PET (en especial las descartables en las que vienen las gaseosas, agua o jugos). Hasta ahora únicamente hay quienes las recolectan para que sean enviadas desde el puerto de Guayaquil a China y a Japón, para que allá sean aprovechadas.
El proceso en Plásticos Tortuga se inicia con la recolección de los residuos en los botaderos y en otros sitios. Luego el material recolectado es trasladado hasta El Inga, en donde se hace el triturado y la fundición en hornos a más de 350 grados de temperatura.
Una especie de masa gelatinosa café oscura –el color se logra con pigmentos- cae de la fundidora. Enseguida, obreros como Xavier Catagña lo toma y lo coloca en una especie de rodillo y finalmente lo lleva hacia una amoldadora para dar forma al producto planificado. Se aprovecha para elaborar tuberías para desagües y de presión, mangueras, recipientes con capacidad desde 40 a 220 litros, moldes para construcción y hasta 5 000 rótulos o nomenclaturas de las calles de Quito.
En la entrada a la fábrica de Ramos, la calle está cubierta por una especie de moqueta o de adoquines. También se confecciona techos, sillas, mesas, balsas, maseteros y figuras decorativas como cascadas y piletas. Son alrededor de 40 productos que logra fabricar con las tres toneladas promedio de estos desperdicios que llegan a diario hasta este lugar.
Esta alternativa ha permitido a Ramos incluso crear fuentes de trabajo. En el proceso ocupa a 25 empleados y obreros, estos últimos la mayoría son de la zona. Norma Cumbal y Segundo Arce, por ejemplo, participan en retocar los objetos que salen con alguna falla en el amoldado; Bertha Catagña se dedica a depositar los residuos en la trituradora.
El mentalizador de la iniciativa está convencido de que “es muy importante reciclar para salvar al planeta y no habrá hueco donde depositar. Hay que hacer menos contaminación en el país…”.
En países como España el reciclaje está tan enraizado. Incluso hay leyes como aquella mediante la cual se multa a quienes no cumpla con las disposiciones.
Los buenos ejemplos a favor del medioambiente
Guido Ramos indicó que cuenta con licencia ambiental municipal para el funcionamiento y proceso en su fábrica.
En Ecuador, las iniciativas de Loja y Santa Cruz son las más avanzadas en cuanto a la clasificación de los residuos urbanos.
No somos plastificados, reciclemos se denomina la decimoquinta edición del Café Scientifique, impulsado por la Corporación Café Scientifique.
La cita para el debate se realizará el martes 24, 18:00, en Café Libro, en la calle Leonidas Plaza, 23-56, entre Wilson y Veintimilla.
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