lunes, 27 de diciembre de 2010

Achuar S.A.

Foto: Kapawi Ecolodge & Reserve
Por Moisés Pinchevsky 
Fotos: Víctor Álvarez
Kapawi

Se sienten impulsados por su cultura, su naturaleza, su entusiasmo y hasta por sus premoniciones y las de sus ancestros. El pueblo achuar labora así en su papel como empresarios del Kapawi Ecolodge & Reserve, cuyas acciones poseen desde el 2008. Ahora buscan afianzar al hotel como valioso tesoro de la selva amazónica.

El achuar Antonio Shakai se siente muy motivado al hablar de su experiencia, a finales de febrero, como expositor en una feria turística de Bogotá. “Empresarios de varios países se sorprendieron cuando les explicábamos que el ecolodge Kapawi es propiedad de los indígenas para impulsar el desarrollo comunitario y la protección de la selva. Tanto así que un empresario de Colombia nos invitó para viajar en pocas semanas a la Amazonía de ese país y así compartir nuestras vivencias con los indígenas locales, ya que allá también planean un proyecto turístico similar”, señala el administrador de Kapawi, quien junto a Andrés Ordóñez, gerente general en Quito de ese emprendimiento turístico, difundió los servicios de ese resort emplazado en el extremo oriental de la provincia de Pastaza.

Shakai habla con entusiasmo sobre sus vivencias en la moderna Bogotá. Pero luego calla. Su elocuencia se convierte en silencio cuando se le pregunta sobre un tema que no puede compartir. 

“Es algo muy personal. Ningún achuar revela las visiones que tenemos cuando, a los quince años, vamos al bosque para cumplir por primera vez tres noches de meditación en solitario”, explica.
Kuji Uyunkar (i) y Luis Callera (extremo derecho) junto a cinco de los empleados achuar que laboran en el  Kapawi Ecolodge & Reserve.

Es una añeja costumbre de los nativos al ingresar a la madurez. Para ello, ya dentro del bosque, construyen tres chocitas próximas una de la otra. Tras pernoctar en la primera deben abandonarla dejando allí mucho de su espíritu oscuro. En la segunda continuarán ese proceso, que concluye, ya con el corazón limpio, recibiendo el tercer amanecer en la tercera choza. 

Son días de meditación y sueños mágicos infringidos por una infusión con floripondio, poderosa planta alucinógena. Es entonces cuando Arutan, espíritu que gobierna la selva, les revela parte de su futuro a través de visiones místicas. Por ejemplo, si observan una tortuga tendrán una larga vida, si se encuentran con un jaguar su destino es volverse líderes, mientras que las imágenes de pájaros caciques o el mono cuchucho les advierte que tendrán varios hijos.

Antonio Shakai no puede compartir tales revelaciones personales, pero sugiere que coinciden con aquellas que tuvo su padre hace varios años, cuando tras haber cazado una perdiz descansaba sobre un tronco caído. Allí sintió que el gran madero se movía. “¡Es Arutan!”, pensó, para luego caer en un sueño profundo donde observó cómo sus cuatro hijos (Antonio es el segundo) estudiaban para convertirse en profesionales relacionados con las grandes ciudades de cemento, lo cual era casi impensado entonces, ya que apenas a mediados del siglo anterior los achuar comenzaron a tener contacto con la civilización fuera de su territorio selvático.
Antonio Shakai (d) y Andrés Ordóñez, administrador y gerente de Kapawi, respectivamente, expusieron en una feria turística en Bogotá.
Visiones empresariales
Los sueños resultan recurrentes en la historia del ecolodge Kapawi. Antonio Shakai se anima a compartir uno de los suyos: que la cultura achuar sea mejor conocida entre los ecuatorianos, y que cada vez más visitantes lleguen a su territorio.

Ese anhelo es compartido por los achuar propietarios del ecolodge más famoso del país, gracias al traspaso que les hiciera la empresa guayaquileña Canodros, conforme al acuerdo que establecieron en 1993: Canodros ocuparía por arriendo parte del territorio achuar para construir y manejar el ecolodge, para luego cederlo a ese pueblo indígena.

El 1 de enero del 2008, tras once años de operación de Canodros, el ecolodge Kapawi se convirtió en el primer emprendimiento de lujo en la selva de propiedad absoluta de un conglomerado nativo, representado por la Nacionalidad Achuar del Ecuador (NAE). 
Antonio es pieza fundamental de esta nueva faceta de los achuar como empresarios del turismo, ya que desde octubre anterior es el administrador del ecolodge, cargo que obtuvo tras haber estudiado por dos años en la Universidad de Especialidades Turísticas, en Quito, junto con cuatro compañeros nativos que ocupan otros cargos en la operación: Kuji Uyunkar (30 años, administrador asistente y jefe de bodega), Juan Callera (28, jefe de bar y comedor), Ángel Etsaa (24, jefe de logística) y Timoteo Etzamaren (31, jefe de compras). 
Foto: Kapawi Ecolodge & Reserve
Realidad diaria
Antonio comienza labores cada mañana desde las 06:00 para revisar en la cocina que el desayuno de los huéspedes esté preparado, y media hora más tarde cumple su reunión diaria con los jefes de cada área: cocina, bar-restaurante, bodega, housekeeping (aseo de las habitaciones), mantenimiento, motoristas (canoas) y guías.
La llegada de los turistas a Wachirpas se cumple en avionetas que despegan desde Shell, aunque se planea iniciar vuelos desde Quito.
Luego enciende la computadora de su oficina para mantener un contacto continuo con las sedes de Kapawi en Quito y en la población de Shell (Pastaza), este último sitio vital de las operaciones del hotel, ya que cada lunes y viernes (únicos días de ingreso y salida de viajeros) llegan allí los turistas desde Quito (4 horas por carretera) para despegar en avioneta en un vuelo de 50 minutos sobre el verde infinito de la selva hacia la pista de tierra en la comuna de Wachirpas, desde donde parten en canoa hacia el hotel (20 minutos por los ríos Pastaza y Capahuari).

Es la única manera de arribar a Kapawi, adonde nunca ha llegado una carretera, un automóvil, una moto, ni siquiera una bicicleta, lo cual acentúa el atractivo de este hotel como punto recóndito de la Amazonía. Sin embargo, esta situación también provoca que el traslado de los pasajeros sea una operación compleja.

Pero cualquier situación es resuelta con prestancia, señala Kuji Uyunkar, administrador asistente y jefe de bodega, quien agrega que sus compañeros y él estudiaron en Quito hasta octubre del año anterior, tras lo cual poco a poco ocuparon los puestos de mayor importancia dentro de la operación del resort, según lo establecido desde el inicio del proyecto.
Foto: Kapawi Ecolodge & Reserve
“Lo más difícil ha sido el inglés; hablar con los pasajeros aún se nos hace complicado”, señala Kuji, quien junto con el resto del personal recibe clases de la profesora Kate Krumrei (25 años), voluntaria de Texas (EE.UU.), que califica a los achuar como buenos alumnos, pero que deben vencer la timidez para comunicarse con mayor fluidez con los extranjeros.

Durante su formación académica, Kuji disfrutó particularmente de las clases de contabilidad y costos. “Lo más importante en el negocio es establecer cuánto gastas y cuánto recibes, para así conocer tu ganancia”, indica.

Gracias a esos cálculos, los achuar conocen que deben atender semanalmente a quince pasajeros. Con menos registran pérdidas y superar esa cifra significa ganancias. 

Hay semanas buenas y malas. Por ejemplo, el feriado de Semana Santa (operación del viernes 2 al lunes 5 de abril) Kapawi estaba desierto de huéspedes, muestra de que los viajeros nacionales aún conocen poco de esta opción de viajes, pero para mediados de este mes recibirían 44 pasajeros, todos extranjeros, lo cual es su máximo de ocupación.

Ellos llegarían para alojarse en los 19 cuartos emplazados en cabañas dobles y sencillas conectadas por un camino entablado que termina (o comienza) en un muelle de madera. Desde allí parten los tours fluviales en canoa para avistar aves (a las 06:30), realizar paseos en kayak o para cruzar a la ribera opuesta, donde los turistas reciben un recorrido de dos a tres horas por el bosque primario para conocer curiosidades de la vegetación local, como la planta conocida como belladona, que segrega un líquido que al aplicarse bajo los ojos parece brindarles mayor expresividad (por eso se la llama el botox de la selva) y el árbol de cinchona, del cual se extrae la quinina, substancia utilizada para tratar la malaria.
Foto: Kapawi Ecolodge & Reserve
Convicción de un pueblo
Todos los tours están incluidos en el programa de ecolodge. Uno de ellos suele llevar a los viajeros a la aldea Kapawi, cuyo nombre adquirió el resort por encontrarse muy próximo a él (40 minutos a pie o 10 en canoa). Allí reside Patricio Gualinga (33 años), presidente del directorio de Ceksa (Centro Ecoturístico Kapawi S.A.), empresa que maneja el ecolodge, y que rinde cuentas a la NAE, organización qe reúne a las 64 comunidades achuar de las provincias de Pastaza y Morona Santiago.

“Antes no entendíamos qué era una empresa, pero ahora sí. Por eso nos estamos preparando para ser mejores empresarios y mejores anfitriones. Una prueba de ello es la zonificación que implantamos, que ahora señala que el 80% de las 52 mil hectáreas del territorio achuar próximas al lodge están protegidas de la cacería. Gracias a ello ahora vemos más animales”, indica.

El dirigente achuar agrega que los jóvenes son los más comprometidos con la operación del ecolodge, porque consideran que gracias al turismo tendrán ingresos para que cada vez más nativos puedan terminar el bachillerato, estudiar la universidad y convertirse en profesionales.

Allí está el progreso, confía, sin embargo, por ahora extrañan el aporte mensual que Canodros les entregaba puntualmente hasta el 2007, por el arriendo de su territorio. Ahora de ellos depende el ingreso económico que reciban. De su habilidad como hoteleros y administradores. “Estamos aprendiendo cómo manejar una empresa así. Nuestros mayores ya lo veían en sus sueños. Veían que teníamos cabañas para recibir visitantes; veían que sus hijos estudiarían para convertirse en empresarios; veían que los jóvenes serían líderes de una nueva generación. Es la visión de la selva. Es el designio de Arutan. Son nuestros sueños”. Y saben que de ellos depende volverlos realidad.
Foto: Kapawi Ecolodge & Reserve
Sueño compartido
Kapawi Ecolodge & Reserve surgió del sueño del guayaquileño Carlos Pérez Perasso (1935-2002), ex director del diario EL UNIVERSO y fundador de la operadora turística Canodros. Su hijo César Pérez Barriga, actual presidente de Canodros y subdirector del matutino porteño, señala a su padre como “un soñador, a pesar de que tenía siempre los pies muy bien puestos en la tierra”.

En 1987, don Carlos fundó Canodros con otros socios para establecer un turismo socialmente responsable. Galápagos fue su primer campo de acción, aunque luego se propuso establecer un resort en la selva que promulgue la conservación y que a largo plazo sea una fuente de desarrollo que favorezca a los nativos.

Lo ayudó el cuencano Daniel Koupermann, con quien recorrió las provincias de la Amazonía buscando un sitio adecuado para el resort. En diciembre de 1993 firmaron un acuerdo con los indígenas, representados por Luis Vargas, presidente de la organización achuar, tras lo cual el ecolodge fue construido en un recodo de aguas del río Capahuari.

La construcción duró dos años con técnicas y materiales achuar. El ecolodge fue abierto en abril de 1996 como un hotel que utiliza paneles solares y otros procesos ambientalmente amigables. 
Foto: Kapawi Ecolodge & Reserve
Kapawi, que ha recibido el apoyo de la fundación Pachamama, ha merecido varios premios internacionales, como Tourism for Tomorrow (1998), mención de honor en el Ecotourism Excellence Award de la ONG Conservación Internacional (2000), mención de la revista Travel & Leisure como uno de los 50 lugares más románticos (2001) y uno de los 25 mejores ecolodges (2003), primer premio de ecoturismo de la asociación Skal (2002), premio José Tobar del Ministerio de Turismo como operación turística limpia (2002), segundo lugar del premio entregado por la Sustainable Tourism Award for Conservation (2004) y en el año anterior fue designado uno de los 50 mejores ecolodges por la revista National Geographic Adventure.

Fuente: La Revista Guayaquil, Ecuador

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