El cutín de bambú mide entre 20 y 25 milímetros. |
Su cuerpo café claro le había permitido camuflarse entre la abundante hojarasca de la Reserva de Vida Silvestre Mazar, ubicada en Cañar, en los alrededores del Parque Nacional Sangay. Sin embargo, sus resplandecientes pintas rojas y amarillas ¬entre el abdomen y las patas¬ la delataron ante los ojos de Alejandro Arteaga, estudiante de segundo año de Biología de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE).
Se trata de una nueva especie de rana, de entre 20 y 25 milímetros de longitud, que, según lo que se conoce hasta ahora, se encuentra exclusivamente en esta zona de Ecuador.
Arteaga, un venezolano de 19 años que reside en Ecuador desde hace cuatro, visitó por primera vez la Reserva de Vida Silvestre Mazar a mediados del 2009. Fue “por simple curiosidad”. Pero cuando ingresó a esta zona ¬1.800 hectáreas manejadas por la Fundación Cordillera Tropical¬ asegura haber pensado que, en aquel denso bosque, seguramente habitaban especies aún no descubiertas. Este amante de los anfibios no se equivocó.
Un año más tarde, aproximadamente, Arteaga concretó una visita con propósitos investigativos. Apoyado por la Fundación Cordillera Tropical y la PUCE, hizo un estudio de tres semanas en el que identificó a la especie denominada cutín de bambú (Pristimantis bambu). Cutín, por el género de anfibios al que pertenece; y bambú, por el bosque donde habita, lleno de esta especie vegetal.
El cutín de bambú es una de las más de 400 ranas del género pristimantis, el más numeroso del mundo. Las especies de este grupo viven generalmente en los bosques tropicales de América Latina y la cutín de bambú es exclusiva de los parches de bambú dentro de los bosques montanos (de altura), en la Reserva de Vida Silvestre Mazar, según especifica una publicación de Cordillera Tropical.
Entre las particularidades de este anfibio se destaca su forma de reproducción. Estos no presentan el estado de renacuajo, como generalmente sucede en estas especies. En su lugar emergen de los huevos que han sido depositados en el bosque con la forma de una pequeña rana.
Los bosques y páramos que alberga la Reserva de Vida Silvestre Mazar están ubicados entre los 2.800 y 3.600 metros sobre el nivel del mar, donde ya se ha identificado a otras especies de anfibios. En el 2008, los biólogos Martín Bustamante y Joseph Mendelson, también de la PUCE, descubrieron y nombraron a la rana cutín de Mazar (Pristimantis gagliardoi), referida en investigaciones como “cachuda” por las pequeñas puntas en su cabeza y espalda.
Se trata de una nueva especie de rana, de entre 20 y 25 milímetros de longitud, que, según lo que se conoce hasta ahora, se encuentra exclusivamente en esta zona de Ecuador.
Arteaga, un venezolano de 19 años que reside en Ecuador desde hace cuatro, visitó por primera vez la Reserva de Vida Silvestre Mazar a mediados del 2009. Fue “por simple curiosidad”. Pero cuando ingresó a esta zona ¬1.800 hectáreas manejadas por la Fundación Cordillera Tropical¬ asegura haber pensado que, en aquel denso bosque, seguramente habitaban especies aún no descubiertas. Este amante de los anfibios no se equivocó.
Un año más tarde, aproximadamente, Arteaga concretó una visita con propósitos investigativos. Apoyado por la Fundación Cordillera Tropical y la PUCE, hizo un estudio de tres semanas en el que identificó a la especie denominada cutín de bambú (Pristimantis bambu). Cutín, por el género de anfibios al que pertenece; y bambú, por el bosque donde habita, lleno de esta especie vegetal.
El cutín de bambú es una de las más de 400 ranas del género pristimantis, el más numeroso del mundo. Las especies de este grupo viven generalmente en los bosques tropicales de América Latina y la cutín de bambú es exclusiva de los parches de bambú dentro de los bosques montanos (de altura), en la Reserva de Vida Silvestre Mazar, según especifica una publicación de Cordillera Tropical.
Entre las particularidades de este anfibio se destaca su forma de reproducción. Estos no presentan el estado de renacuajo, como generalmente sucede en estas especies. En su lugar emergen de los huevos que han sido depositados en el bosque con la forma de una pequeña rana.
Los bosques y páramos que alberga la Reserva de Vida Silvestre Mazar están ubicados entre los 2.800 y 3.600 metros sobre el nivel del mar, donde ya se ha identificado a otras especies de anfibios. En el 2008, los biólogos Martín Bustamante y Joseph Mendelson, también de la PUCE, descubrieron y nombraron a la rana cutín de Mazar (Pristimantis gagliardoi), referida en investigaciones como “cachuda” por las pequeñas puntas en su cabeza y espalda.
Después, en el 2009, Arteaga encontró tres individuos de la rana venenosa andina (Hyloxalus anthracines) en un pequeño arroyo de montaña, en una altitud cercana a los 3.000 metros. Se creía que la especie estaba extinta y ahora se la considera en peligro crítico.
Para nombrar formalmente a la rana cutín de bambú, Arteaga y Juan Guayasamín, doctor en Biología y catedrático de la Universidad Tecnológica Indoamérica, estudiaron sus rasgos físicos, cantos y preferencias de hábitat. Pero para tener la certeza de haber identificado realmente una nueva especie, se necesitaron análisis genéticos.
Estos se realizaron en Estados Unidos, desde donde les confirmaron que no se había registrado antes el ADN de una rana con pintas rojas y amarillas entre el abdomen y patas.
Con esa certificación, Arteaga y Guayasamín difundieron la descripción de la especie en la revista científica Zootaxa, una publicación de circulación internacional que se especializa en animales. El artículo fue incluido en la edición de mayo.
Aunque Arteaga reconoce que hace falta investigar más sobre la población, la alimentación y los hábitos de esta rana, él espera que este descubrimiento incentive a diferentes organizaciones a aportar económicamente en proyectos de exploración científica, ya que hasta ahora solo se puede especificar que esta especie es nocturna porque es más activa durante la noche.
Encontrar a la rana cutín de bambú en esta área muestra que las tierras ubicadas en la parte sur del Ecuador, tanto públicas como privadas, son sitios críticos para la conservación de la biodiversidad, debido a la presencia de especies vulnerables y amenazadas de plantas y animales. Así lo alertan los comunicados de la Fundación Cordillera Tropical,
“La promesa de futuros descubrimientos en la zona es una opción tentadora a ser contemplada por los investigadores y sirve como una motivación para que grupos de conservación apoyen y colaboren con la administración privada de tierras”, comenta Catherine Schloegel, directora ejecutiva de esta organización.
Después de la publicación internacional en la revista Zootaxa, reconocida por la comunidad científica, Arteaga es optimista y espera que sea el inicio de muchas exploraciones y estudios en esta zona de Ecuador, donde cree aún queda mucho más por descubrir.
Fuente: Diario eluniverso.com
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