Don Michui junto a su horno de lava donde prepara delicias que hacen agua la boca. |
Desde Las Encantadas
Paula Tagle
nalutagle@eluniverso.com
Campo Duro
“Apenas llego me transformo en niña y pienso en las mil posibilidades que el sitio ofrece para volar con la imaginación a escondrijos encantados, y también para la interpretación de la naturaleza...”.
Diez años atrás el Parque Nacional inauguró el programa piloto Padrinos de las Tortugas en la isla Isabela. Hacendados de la parte alta podían encargarse de la crianza de pequeños galápagos hasta que fueran repatriados a sus sitios respectivos. Uno de los objetivos de esta iniciativa era probar a los habitantes de la isla el valor de las tortugas vivas, como atractivo turístico.
El único que se adhirió a la idea fue Wilfrido Michui, quien con entusiasmo recibió 44 tortugas de tres subespecies diferentes, creando alrededor de ellas un fabuloso complejo que cuenta con varias opciones de visita y que me ha impresionado sobremanera.
De las 44, quedan 12, justamente las que pertenecen al sector de Cazuela, donde se teme por su seguridad a manos de cazadores esporádicos que todavía se reportan en la isla; las demás tortugas ya fueron repatriadas a sus lugares respectivos. Las adolecentes de Cazuela vivirán entonces en Campo Duro por tiempo indefinido. Ahora cuentan con la compañía de un macho que llegó desde Cerro Azul en 1998, cuando varias tortugas fueron evacuadas en helicóptero durante la erupción del volcán.
Campo Duro es un lugar que invita a explorar. No se trata solamente de las tortugas galápagos, hay un ceibo gigante donde habitan un par de lechuzas de campanario que por años han elegido una cavidad en su tronco como hogar. Son varias hectáreas que albergan sorpresas en cada rincón, y todo construido con un gusto exquisito, combinando vegetación nativa, con la lava maravillosa y joven de Isabela, campos de césped perfecto, plantas frutales y vegetales para consumo humano.
Apenas llego me transformo en niña y pienso en las mil posibilidades que el sitio ofrece para volar con la imaginación a escondrijos encantados, y también para la interpretación de la naturaleza y algo muy importante, de la vida humana en una isla de Galápagos.
El huerto orgánico está hecho con senderos muy asequibles; las plantas están bien cuidadas, y de allí mismo don Michui obtiene los ingredientes para los manjares de su cocina. Los pasajeros pueden ver cómo crecen café, piña, plátanos, especies que no viven naturalmente en otras latitudes y los sorprenden por sus formas “exóticas” y su abundancia. Hay un criadero de gallinas, con la casa principal de la que pende un letrero que dice “peligro”, porque la habita un gallo grande y pretencioso.
Rodeadas por jardines, con entraditas casi imperceptibles se encuentran varias duchas a la intemperie, cavadas en la lava unas, rodeadas de helechos otras. El agua cae de la roca, como cascada, o de troncos de madera, y es calentada por paneles solares.
La comida se prepara en un horno de lava y con madera de guayabo. Así don Michui cocina pollo, pescado, carne, y algo que me hace agua la boca, dulce de tres leches.
Este lugar no apareció de la noche a la mañana. Don Michui, originario de Guaranda, llegó a las islas hace 18 años, para laborar en barcos de turismo. Su actividad siempre estuvo relacionada con dar servicio, porque ya trabajaba en turismo en el continente. Esa experiencia de años, junto con un buen gusto en el diseño, su mente creadora y además, el empeño de colaborar con la restauración de las poblaciones de tortugas galápagos, han hecho de Campo Duro un sitio mágico en las islas, que hay que visitar.
Fuente: La Revista Guayaquil, Ecuador
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