miércoles, 23 de febrero de 2011

Un viaje para quien no sufre de vértigo

PALMIRA, Chimborazo. Un museo funciona en esta estación.
PALIMRA, Chimborazo
Desde la ventana del tren, parece que este viaja hasta el precipicio en la Nariz del Diablo. Llega de frente a lo que se diría la punta de la nariz, donde hay una Y de rieles. Detiene su marcha al filo del precipicio; el ayudante mueve una palanca de las rieles y hace una señal.

Entonces, el ferrocarril comienza a retroceder, pero de retro. Así avanza 1,7 km y en menos de cinco minutos ha descendido unos 250 metros de altitud, hasta una minicuenca del Chanchán, en medio de dos gigantescas montañas coronadas por neblina gran parte del año. Allí hay otra Y. La máquina retoma su recorrido de frente. En el retorno hace el mismo proceso, pero al revés.

Aquel viaje, desde Alausí a Palmira, no toma más que 35 minutos, pero está lleno de emociones. Luis Orlando Centeno, uno de los guías, indica que la montaña donde está la Nariz del Diablo es conocida como Chiripungo, “puerta del viento” en español, porque allí hay siempre nubes, por el choque de vientos que provienen de la Costa y de la Sierra.

La Y de rieles. Aquí el tren cambia el sentido del recorrido.

Cuando se construyó el trayecto, hace un siglo, alrededor de 2.000 obreros, entre ellos jamaiquinos, murieron por la rigurosidad de los trabajos y el clima de la zona. Toda la línea férrea (13 km) y sus durmientes se reemplazaron a un valor de 4,6 millones. El tren, movido por una locomotora a electrodiésel y con vagones tipo colonial, tiene asientos cómodos, servicio de guías.

Este tren viaja de martes a domingo, en horarios de 08:00, 11:00 y 15:00. También circula un autoferro en ese mismo horario, pero con pasaje más económico. En la estación de Palmira, comuneros locales venden artesanías, productos de la zona y hasta funciona un museo.

Para ir de Guayaquil se debe tomar la carretera El Triunfo-Huigra-Alausí, cuyo recorrido toma unas tres horas.

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