miércoles, 23 de febrero de 2011

El tren ulula en seis provincias y en la Nariz del Diablo se renueva

El tramo ferroviario Alausí-Estación Palmira (descendiendo por la Nariz del Diablo), que fue inaugurado oficialmente el pasado miércoles, se suma a las siete rutas rehabilitadas en los últimos tres años.
José Olmos | PALMIRA, Chimborazo
El motorista hace sonar la bocina del tren, tres veces seguidas; la última, prolongada. No es el sonido de antaño, profundo, como un soplo agudo, pero su eco rebota en los cerros y se disipa por la neblina, por el río Chanchán, que nace en los páramos del sur de Chimborazo. El sonido en el ambiente, que compite con el gélido viento andino, anuncia que el tren, compuesto por una locomotora y tres vagones con capacidad para cien pasajeros, vuelve a descender y a escalar por un acantilado de una altura de 300 metros hasta las orillas del río. Pasa por un filudo cerro conocido desde hace décadas como la Nariz del Diablo.

El tren vuelve por estos peñascos luego de casi un año de pausa. Regresa al tramo Alausí -Estación Palmira, descendiendo por la Nariz del Diablo, para constituirse en el impulsor de la reactivación económica de esta zona, según Jorge Carrera, gerente de la empresa estatal Ferrocarriles del Ecuador.

Esta ruta, que volvió a operar el 2 de febrero del 2011 y se la inauguró oficialmente el pasado miércoles, se suma a las siete rehabilitadas en los últimos tres años y que están dedicadas exclusivamente al turismo. Son tramos de entre 10 km a 40 km, donde operan trenes o autoferros (tipo bus sobre rieles), localizados en Cañar, Guayas, Chimborazo, Cotopaxi, Pichincha e Imbabura.

Cada tramo tiene un nombre significativo, como “El sendero de los arrozales”, como se denomina al único de la Costa, que va de Durán a Yaguachi. El ministro de Turismo, Freddy Ehlers, dice que se está reviviendo la obra de Eloy Alfaro, que hace un siglo puso a andar el ferrocarril que unía a la Sierra con la Costa. Pero sobre todo, destaca que ahora impulsa el turismo, fuente de ingresos para las comunidades locales.

PALMIRA, Chimborazo. En las orillas del río Chanchán, en medio de dos grandes montañas está la estación Palmira.
Pero en el caso de la reinaugurada ruta hacia la Nariz del Diablo, la promocionada reactivación económica sigue siendo solo ilusión y pasa a convertirse en desengaño para los alauseños. “Rebajen los pasajes, $ 20 es muy caro, por eso no viene mucha gente y de nada nos sirve”, gritó un comerciante de Alausí, el pasado miércoles, justo cuando al inaugurar el tramo intervenía Ehlers.

Lorena Cortez, propietaria del restaurante El Mesón del Tren, ubicado cerca de la estación de este cantón chimboracense, asegura que la reanudación del servicio ferroviario hacia la Nariz del Diablo, a partir del 2 de enero, no ha significado ingresos económicos para su local ni el de sus vecinos. Ella señala que como la tarifa del viaje de $ 20 por persona incluye refrigerio en la estación de Palmira, quienes llegan para hacer el paseo ya no consumen en la cabecera cantonal.

“Para los turistas nacionales, el valor del pasaje es alto”, se queja la mujer, que añora el servicio que hasta hace un año se ofrecía desde Sibambe a la Nariz del Diablo, con un receso en Alausí. El valor del pasaje entonces era de $ 7,80 por persona. Por eso, agrega, hay viajes que el tren con capacidad para cien pasajeros viaja con menos de diez ocupantes.
El gerente de Ferrocarriles del Ecuador dice que los reclamos son válidos pero, acota, que es un proceso que recién empieza. “Hay que ir mejorando, pero no es que en diez días todo mundo va a solucionar su situación”, menciona Carrera. Agrega que, como cantón, Alausí debe ir potenciando el sistema turístico y ofrece llevar adelante un proceso con las autoridades locales y nacionales. Del costo, indica que el autoferro también recorre y cobra $ 6,50.

Quienes se sienten esperanzados son los integrantes de siete comunidades rurales aledañas a la estación Palmira, que han formado grupos para comercializar sus productos y artesanías en esa terminal, ubicada bajo la Nariz del Diablo, en la ribera del río Chanchán.

Aunque los resultados no son visibles. María Margarita Tene está a cargo de un puesto de venta de tejidos de un grupo de la comunidad Tolte. Las mujeres tejen y envían para comercializar en la estación férrea. Tene gana un dólar por cada prenda que comercializa. “Poco he vendido, como unas 10 cosas desde que comenzó a llegar el tren (2 de febrero). Ojalá mejore”, asegura la mujer indígena.

Esa expectativa también tienen sus vecinos de otras comunidades, como Mario Tapay, de la comunidad Nisag, quien invita a hacer paseos a su comunidad, desde la estación.

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