jueves, 21 de junio de 2012

Un grano de arena: Sembrar árboles

Paula Tagle sembrando un árbol en una de las islas del Archipiélago de Galápagos.

Desde Las Encantadas
Paula Tagle
“Un lindo proyecto que involucró al Parque, huéspedes, compañías y guías. Se contribuyó no solo con dinero sino con las propias manos en la tierra de las Islas Encantadas”.
Volaba rumbo a Galápagos y para distraer mi pánico irracional a los aviones me clavé en la revista de la aerolínea: Nuestro mundo. Dos artículos, junto a una experiencia última en las islas me inspiraron a escribir estas líneas. ¿Qué podrían tener en común ‘La responsabilidad corporativa’ de Abraham Mora, y ‘Corea del Sur, un paraíso próspero y verde’, de Juan Carlos Castillo? A más de estar bien escritos y tocar temas interesantes.
El primero se refiere a cómo las empresas, globalmente, comienzan a incluir en sus agendas el compromiso con las comunidades locales y el medio ambiente. Incluso existe un término para esto “Responsabilidad Social Corporativa”. El segundo artículo hace referencia a lo importante que es para Corea del Sur el día del árbol, y recuerda cómo la tradición comenzó en Nebraska un 10 de abril de 1872.
Intentando desviar mi mente de los 10 mil metros que me separaban del mar, asocié estos escritos con una hermosa actividad de la que había sido parte días atrás.
Una agencia de EE.UU. alquiló los barcos en que trabajo por cuatro semanas consecutivas. Justamente llevados por el principio de la “responsabilidad social”, consultaron con el Parque Nacional Galápagos para dejar su granito de arena en las islas. El Parque les propuso ser parte del programa de reforestación de un sector cercano a Los Gemelos (cráteres), en la parte alta de Santa Cruz. Y así lo hicieron, involucrando a sus huéspedes y guías, el mes en que se celebra el primer día del árbol a nivel mundial.
El grupo inaugural, de cuarenta personas, plantó doscientos cincuenta arbolitos. Los guarda parques, al mando de Wilson Cabrera, nos esperaban con los agujeros listos, y las plántulas de varias semanas de vida en sus respectivas fundas.
Se trataba de tres especies, dos endémicas (lechoso y cafetillo), y la otra nativa (uña de gato). Llevábamos guantes, palas y mucha agua, que el calor en esta temporada deshidrata en cinco minutos. A la siguiente semana, el segundo grupo de huéspedes quiso romper el récord y llegamos a 450 arbolitos.
Los niños eran los más entusiastas; con delicadeza transportaban las plantitas a su nuevo hogar, compactando el suelo a su alrededor, poniendo estacas para que crecieran erguidas y hacia el sol. Cada grupo se esforzaba por superar los récords de las semanas anteriores, y en total, se plantaron mil quinientos arbolitos.
Esta zona había estado cubierta de mora, especie invasora y bastante agresiva, muy difícil de erradicar. Con suerte, abundantes lluvias y la buena energía que le aplicamos, la flora propia de Galápagos volverá a colonizar este sector poniendo un alto a la dispersión de la mora.
Fue un “granito de arena”, más bien “un arbolito entre tantos”, pero un lindo proyecto que involucró al Parque, huéspedes, compañías y guías. Se contribuyó no solo con dinero (que cada visitante ya aporta con el pago de su ingreso al Parque) sino con las propias manos en la tierra de las islas Encantadas.
Este es un ejemplo de “responsabilidad social corporativa” digno de imitarse, no solo aquí, sino en cualquier lugar del planeta. La experiencia de dar, conecta con la realidad del sitio visitado, y es ciertamente lo más gratificante; dar, proporciona felicidad.
Fuente: La Revista Guayaquil, Ecuador

viernes, 15 de junio de 2012

Abundancia: Iguanas en expansión

Actualmente en Galápagos existen las condiciones climáticas propicias para la reproducción de especies, como la iguana terrestre.

Desde Las Encantadas
Paula Tagle
“Como consecuencia de la buena época y las altas temperaturas, pues también se hallan en pleno periodo de reproducción. Así observamos muchas parejitas, la hembra atenta, el macho, cauteloso...”.
Las iguanas terrestres están de fiesta! Las islas lucen verdes, al punto de que pareciera que la geología les ha cambiado de tanta vegetación. No reconozco la costa de Seymour norte, primero apacible, un mar manso como espejo, y luego los colores, muchos, al menos para los estándares de Galápagos esto es un arco iris de tonalidades.
Las plantas han florecido y muestran sus pétalos blancos o amarillos, con una que otra excepción rosadita o púrpura. No hay más que eso, ni debería haberlo. Por el aislamiento del archipiélago, son pocas las especies polinizadoras que lograron arribar, entre ellas abejas y polillas, a quienes les atraen justamente las flores amarillas y blancas, respectivamente; como consecuencia la flora de tales características tuvo mayores posibilidades de establecerse. Pero mi historia intenta ser sobre las iguanas terrestres.
Desembarco en Seymour sin prometerlas, y ni bien avanzo dos metros ya encuentro la primera, empachada de monte salado. Luego hallo un macho gigante y anaranjado, después una pareja observándose, midiendo sus pasos, en fin, iguanas en cada rincón, bajo y sobre los arbustos.
He perdido mi credibilidad ante los pasajeros o pensarán que soy muy prudente; advertí que las iguanas serían una remota posibilidad, y nos topamos con una abundante realidad. Ocurre que no tienen necesidad de esparcirse por lugares remotos y rocosos, buscando con suerte una tuna caída, debido a la prodigalidad de vegetación a lo largo de la costa.
¡Es época de exuberancia y deben aprovecharla! Entre mayo y diciembre, la situación es distinta. Las islas reciben la influencia de la corriente de Humboldt; la temperatura del mar disminuye, no hay lluvias, y las plantas, la mayoría caducifolias, pierden sus hojas y “dormitan”. Es cuando las iguanas terrestres deben contentarse con cactus llenos de espinas, que con sus uñas gruesas logran removerlas.
Para recuperar mi reputación ante los huéspedes les cuento una historia que escuché de algún otro guía. Hace años una iguana terrestre caminó durante largo trecho siempre atrás de la misma turista; la siguió a paso lento el sendero completo.
¿Sería el espíritu reencarnado del esposo? ¿Es que la mujer tenía dones sobrenaturales para comunicarse con los animales? ¿O la iguana había pasado de herbívora a carnívora y deseaba comerse a esta señora? Pues nada de eso, la pasajera llevaba puestas medias amarillas, y en época de sequía, sin muchas opciones de alimento, la iguana seguramente se ilusionó convencida de que se trataba de un par de florecitas apetecibles y jugosas.
Pues hoy las iguanas nos ignoraron. Estaban demasiado ocupadas en engullirse la isla, y como consecuencia de la buena época y las altas temperaturas, pues también se hallan en pleno periodo de reproducción. Así observamos muchas parejitas, la hembra atenta, el macho cauteloso, y de pronto, el salto, la mordida en el cuello y la cópula de lado, rápida y violenta.
Llueve, hace calor, las temperaturas del mar son elevadas, menos nutrientes; las criaturas que dependen del océano no viven su mejor momento. Sin embargo, las iguanas terrestres están en sus papayales, engordando y reproduciéndose. ¡Si es por ellas, que siga lloviendo!
Fuente: La Revista Guayaquil, Ecuador 

martes, 5 de junio de 2012

Vida animal: La mosca y los pinzones

Desde Las Encantadas
Paula Tagle
Cada pinzón de Darwin tiene un pico característico, que es su herramienta para alimentarse. También es instrumento de “amor”... ¿Y qué tal si se les tuerce? Los sonidos saldrán tergiversados...”.
¿Qué sabemos nosotros del gusto musical de los pinzones? Los científicos han deducido que pico chueco, tonada distinta, por tanto, menor éxito reproductivo. Y eso es solo un ejemplo de cómo detalles aparentemente insignificantes determinan la vida de una criaturita alada. Además, las hembras de patas largas, eligen machos de patas largas, porque puede estirarse al hacer sus nidos, acomodar las ramas con mejor “vista” y mayor espacio.
Los pinzones de patas cortas construyen nidos más compactos, y las patuchitas pinzonas así los prefieren. Sin embargo parece que los patuchos llevan las de ganar en la guerra contra un nuevo invasor: la mosca Philornis downsii. En nidos densos habrá menos posibilidad de parásitos.
Porque a partir de 1997 se ha observado que el numero de aves terrestres en las islas decrece vertiginosamente; y se cree que una de sus causas es la presencia de Philornis, posiblemente introducida en los años sesenta, pero con impactos devastadores reconocidos a partir de los noventa. Las moscas adultas no son el problema. Comen frutas, y su favorita, la papaya, acompañada con cerveza y leche en polvo.
Al principio no entendíamos por qué científicos de la Estación Darwin apilaban cosas podridas, muy desagradables a la vista y olfato; era para averiguar sobre las preferencias de la mosca, atraerlas y estudiarlas. El problema para las aves terrestres son las larvas de Philornis downsii que tardan hasta 18 días en convertirse en pupas, y durante todo ese tiempo devoran los tejidos, especialmente de las fosas nasales de un total de diecisiete especies reportadas en al menos doce islas.
La mortalidad asociada a infestaciones de Philornis va del 16% al 37% en el estudio del pinzón de tierra de pico mediano y del 40% al 100% en la comparación de otras 6 especies.
Si el pinzón logra sobrevivir a la larva, igual queda marcado para el resto de su vida con un pico torcido, es decir, inhabilitado de cantar su balada de amor.
Algunos padres pinzones han aprendido a desparasitar a sus polluelos, e incluso se alimentan de la larva. No sabemos de qué depende que un nido se salve, si del número de crías, del tamaño del nido o de condiciones ambientales.
Tampoco se ha descubierto cómo erradicar esta plaga. Se propone el control biológico, introduciendo una avispa que se alimenta de Philornis exclusivamente, pero es necesario estudiar los posibles impactos, y esto puede llevar hasta cinco años. Otra opción es sintetizar la feromona del amor de la mosca malvada, que permita capturarlas en masa. Se podría también esterilizar algunos machos y liberarlos de tanto en tanto para poco a poco ir disminuyendo la población. Toma tiempo, dinero, dedicación; mientras tanto, Philornis downsii sigue haciendo de las suyas y cada vez son más raros los pájaros brujos en Santa Cruz, los pinzones de mangle en Fernandina.
Siempre es mejor prevenir que arreglar, ¡si esto lo tuviéramos claro y dejáramos de traer especies del continente! Pero se siguen encontrando animales, plantas y comida camuflada en el equipaje de visitantes a las islas. ¿Qué esperamos para reaccionar?
Fuente: La Revista Guayaquil, Ecuador 

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