lunes, 28 de junio de 2010

19 cóndores cautivos son la esperanza para repoblar las alturas

En el cuello tienen plumas que aparecen en la adultez.
Nuestras especies
Lograr ver a una de las aves voladoras más grandes del mundo es como jugar a la lotería.

Entre el espacio que se extiende desde la Reserva Ecológica El Ángel hasta el Parque Nacional Llanganates, pasando por Carchi, Sucumbíos, Imbabura, Pichincha, Cotopaxi, Tungurahua e incluso parte de Napo, y otros cientos de hectáreas que se encuentran fuera del Sistema Nacional de Áreas Protegidas, como las haciendas Bretaña y Zuleta, se identificaron apenas 47 cóndores, según el Censo Nacional de Cóndores Andinos Región Centro Norte, publicado en marzo del 2009, y en otro informe presentado hace tres meses por el Grupo Cóndor se reafirma la baja densidad de la especie.

El estudio, ejecutado del 2008 al 2009, a cargo de la Sociedad para la Investigación y Monitoreo de la Biodiversidad Ecuatoriana (Simbioe) y la organización internacional The Peregrine Fund, se realizó con el objetivo de determinar el estado silvestre de la especie. Los resultados confirmaron el peligro de perder al ave insigne del escudo nacional.

Desde entonces, otras organizaciones se han unido para mantener la fugaz e imponente sombra que hace el cóndor andino cuando extiende sus alas y suma más de tres metros de envergadura.

El cóndor andino planea en el aire, así ahorra energía en su cuerpo para alcanzar mayores distancias.
Cinco instituciones se unieron para formar el Proyecto Cóndor, integrado por el Zoológico de Guayllabamba, en Quito; Zoológico San Martín, en Baños de Ambato; la Hacienda Zuleta, manejada por la Fundación Galo Plaza Lazo, en Imbabura; Hacienda Ilitío, en Cotopaxi; y el Parque El Cóndor, en el lago San Pablo, Imbabura. En estos lugares se conservan 19 cóndores en cautiverio y el objetivo final es lograr su reproducción y reinsertar a las crías a su hábitat.

Ximena Pazmiño, representante de la Fundación Zoológica del Ecuador y directora del Zoológico de Guayllabamba, explica que el proyecto se inició con la realización de exámenes médicos a cada uno de los 19 individuos en cautiverio para, además de conocer su estado de salud, establecer las posibles parejas, las que tengan mejor salud y madurez sexual similar.

En este estudio se evidenció que las aves tenían marcas de perdigones en el cuerpo, por lo cual se presume que la cacería deportiva es uno de los principales problemas de la especie insigne del escudo nacional.

La cacería no era sancionada hasta el 7 de enero del 2000, cuando se emitió la Resolución Ministerial 105, en la cual se prohíbe la caza de esta especie. Esa fecha fue declarada como Día Nacional del Cóndor.

En cuanto a la reproducción, la complejidad va más allá del traslado de los individuos. Los cóndores forman una sola pareja y si al primer contacto no se ‘caen bien’, como lo explica Pazmiño, difícilmente lograrán reproducirse.

Para comprobar estas y otras hipótesis, relacionadas con la alimentación y reproducción en estado natural del cóndor andino, Paúl Tufiño dirige el Proyecto de comederos artificiales, a cargo de la Fundación Cóndor y Simbioe, con el apoyo del fondo ecológico privado Ecofondo, para ubicar los puntos de encuentro de las especies y depositar animales en descomposición (alimento de la especie) en esos sitios, para así estudiar sus comportamientos en estado silvestre, “comportamientos que cada vez son más difíciles de evaluar”, dice Tufiño, por la altitud a la que sobrevuela el cóndor y las distancias que recorre.

Desde el año 2002 se identificó el peligro de extinción de la especie en el Libro Rojo de las Aves del Ecuador, donde la ubican en la categoría de peligro crítico. En ese entonces, la Corporación Ornitológica del Ecuador emitió un informe que indica que la población de cóndores en estado silvestre es menor a cien individuos.

Individuos de patas musculosas, uñas cortas con punta redondeada, cabeza y cuello sin plumas que facilitan su limpieza después de alimentarse de animales en descomposición, alas grandes y plumas extendidas en sus extremos que le permiten planear a mayor altura y ahorrar energía, pico alargado de bordes cortantes, ojos en los costados que dan más amplitud visual para encontrar con mayor facilidad los cadáveres.

Y precisamente esta es su función, encontrar cadáveres y acelerar la descomposición de los restos. Con esto se evita la formación de focos infecciosos en el ecosistema.

Estas aves, que prefieren las cordilleras y páramos andinos, con tierras montañosas, altos riscos y valles profundos, se enfrentaron a la caza deportiva y en ciertos casos a los dueños de ganado que las mataban porque creían que estas se llevaban a los terneros para alimentarse, hecho que los biólogos no descartan que pudo ocurrir, pero en escasas ocasiones.

Los cóndores están protegidos por las leyes, y en el 2006 el Ministerio de Ambiente elaboró la Estrategia Nacional para la Conservación del Cóndor Andino, con el objetivo de reglamentar las acciones que las organizaciones interesadas en esta especie se puedan regir.

El ave voladora más grande del Ecuador, además de imponerse con su tamaño y peso en los cielos, es una especie mitológica. En esta rama se la describe como un águila gigante con plumas doradas, afilado pico y poderosas garras.

Estas historias las comparten los pueblos de América del Sur, desde Colombia hasta el sur de Chile, donde se han registrado individuos a menor altura de su promedio de vuelo, de 2.500 a 5.000 metros. En Ecuador, algunos se han ganado la lotería de encontrar un individuo, incluso a 7.000 metros de altura.


sábado, 26 de junio de 2010

Larissa Marangoni crea con materiales reciclados

La escultora Larissa Marangoni con algunos de los objetos reciclados de su creación.
El proyecto Solo con Natura no únicamente reúne cada año –mediante una residencia– a artistas y pobladores de una comunidad para desarrollar allí proyectos ecológicos-culturales. También sustenta su denominación trabajando en la preservación del ambiente con materiales que no perjudiquen a la naturaleza.

Es así como Larissa Marangoni, fundadora de Solo con Natura, se embarca en un nuevo proyecto: elaborar accesorios y prendas de vestir con material reciclado, para así conseguir recursos económicos y financiar esa gestión comunitaria.

Sandalias, bolsos, cartucheras y vestidos infantiles son los productos que la también escultora confecciona con los residuos de tela procedentes de fábricas que, directa o indirectamente, apoyan esta labor.

Proyecto Residencia Sólo con Natura_foto
“No es tela basura, que ya haya sido usada antes por otras personas, sino que son residuos de telas que las fábricas no usaron para hacer su producción, como de uniformes o muebles, y las donan para elaborar estos trabajos”, explica Marangoni mientras muestra los accesorios que efectúa.

Lo interesante de esta labor, dice, es que son productos a los cuales las personas de escasos recursos tienen total acceso, pues su costo va de $ 2 a $ 6. “No se vuelven trabajos elitistas sino masivos”, apunta Marangoni.
Proyecto Residencia Sólo con Natura_foto
Detalla que esto se logró por un seguimiento que hizo la organización, el Ministerio de Cultura y Aprofe. “Se creó esta línea de productos por el interés y cuidado que se le da al medio ambiente. No es moda, es necesidad”, argumenta, y agrega que de esta manera también se genera trabajo para otros.

El proceso es reciclar materiales, elaborar las prendas y accesorios de vestir y entregarlos a los habitantes de las comunas donde ha llegado la residencia Solo con Natura: Limoncito y Puerto El Morro. “A ellos se les ofrece algún producto que demanden y se los dejamos a un costo simbólico para que se ganen alrededor de $ 2”, dice.

Proyecto Residencia Sólo con Natura_foto
Desde mayo pasado hasta la fecha, asegura, se han despachado 110 pares de sandalias. Los productos no son reciclados en su totalidad, pues se compran otros materiales como tela para tapizar, suelas y cierres de bolsillo, para completar la fabricación de alguno de los accesorios.

“Queremos crear más diseños, que los productos tengan mayor demanda y seguir trabajando para beneficio de la gente y de Solo con Natura”, expresa Marangoni, quien –entre risas– dice que a veces cree trabajar en una bodega y no en una oficina, por la gran cantidad de productos que ahí deposita. Pero lo hace porque reconoce que esta es “una buena opción” para trabajar a favor del ambiente y del desarrollo social.

jueves, 24 de junio de 2010

Translocación de pinzón de manglar en Galápagos

Esta acción busca mantener a esta especie en peligro de extinción en un hábitat que preste mayores garantías para su supervivencia.
Ante la amenaza que sufre la reducida población del pinzón de manglar, por degradación de su hábitat a causa de la presencia de especies introducidas, un grupo de organizaciones como la Fundación Charles Darwin, el proyecto Iniciativa Darwin y la Durrell Wildlife Conservation Trust, han apoyado a la Dirección del Parque Nacional Galápagos para realizar la translocación de varios individuos desde su lugar de origen hasta una zona que reúne características similares, evaluada minuciosamente para recibir a estos huéspedes, ya que se necesitaba el asesoramiento de científicos especializados para esta actividad.

Hasta el momento, nueve pinzones de Playa Tortuga Negra y Caleta Black, en el oeste de la isla Isabela, único sitios en donde sobreviven aproximadamente cien ejemplares de la especie Camarhynchus heliobates, conocido como pinzón de manglar, han sido trasladados hasta Bahía Urbina, cercano al sitio original.

Bahía Urbina, reúne condiciones similares a Playa Tortuga Negra y Caleta Black. Aquí, la DPNG realizó control de roedores, principales depredadores del pinzón de manglar. Además, es una superficie de 30 hectáreas, lo que ayudará a que la población se incremente considerablemente.
El collar tiene una antena para la transmisión de la señal.
Estos nueve pinzones fueron translocados de forma experimental. Se les colocó un diminuto radio collar para darles seguimiento y determinar su comportamiento en los días posteriores a la liberación. De los nueve individuos, uno regresó a su sitio de origen a 25 quilómetros de la costa hacia el norte, posteriormente se determinará si el resto de individuos se adaptaron o no al nuevo sitio y a sus nuevas condiciones de vida.

Se espera que los individuos translocados no regresen a su sitio original y que empiecen a reproducirse. De acuerdo al resultado de este primer grupo, se procederá a translocar más pinzones en los próximos meses.

El pinzón de manglar está dentro de la lista roja de especies en peligro de extinción de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. El hábitat de esta especie son los manglares en donde encuentran madera muerta, especialmente mangle rojo, blanco y negro; prefieren las áreas separadas del mar por una playa. Se alimentan de insectos y otros invertebrados como larvas, arañas y polillas.

martes, 22 de junio de 2010

El enmascarado de los Andes compite por tierra y comida

Las hembras de esta especie tienen, generalmente, una o dos crías, y en casos especiales cuatro. Los cachorros permanecen junto con sus madres hasta los 14 meses, aproximadamente.
Nuestras especies
El oso andino tiene manchas alrededor de los ojos que contrastan con el resto de su pelaje. Los anteojos son solo parte de su tímido estilo, porque su olfato y visión son sus dos sentidos más desarrollados.

Entre su pelaje se esconden las orejas, su sentido medianamente efectivo; y sus dientes afilados le sirven para llegar a los sabores dulces de los palmitos, el blando interior del suco (especie de bambú), entre otros vegetales y frutas.

Los biólogos dicen que es un “animal oportunista”, pero no como un insulto, sino como la característica que le ha permitido sobrevivir ante la fragmentación de su hábitat.

Las oportunidades que el oso andino aprovecha son alimentarias. De preferencia vegetariano, pero no rechaza otros mamíferos más pequeños, como los conejos, e incluso, cuando ya no encuentra alimento en el bosque natural, se acerca a los poblados en busca de ganado para mantener sus 200 kilogramos, el peso de un macho adulto. Entonces empieza su conflicto con la especie humana.

El Libro rojo de los mamíferos del Ecuador, editado en el 2001, inicia con la división de las especies por: extintas, amenazadas, casi amenazadas y con datos insuficientes. El oso andino está amenazado, y los nuevos datos que recogen investigaciones particulares reafirman su condición.

El oso de anteojos es un animal solitario, pero en época de apareamiento marca los árboles.
Entre los principales peligros para la conservación de la especie que se mencionan está la expansión agrícola y ganadera en los páramos y bosques andinos, dicho crecimiento provoca la fragmentación del bosque natural y en consecuencia el aislamiento de los individuos.

La cadena de peligro continúa cuando el enmascarado del bosque tiene que caminar más hectáreas para encontrar alimento. Busca frutas, pero ya las recolectaron; busca palmito, pero las plantaciones han sido reemplazadas por maíz. Desarrolla gusto por el maíz y los dueños de los sembríos le disparan. Encuentra ganado y no desaprovecha la oportunidad, pero también es agredido.

La cacería es otro factor que ha colocado al oso de anteojos en la categoría “peligro”. Las creencias locales mencionan que diferentes partes de la especie son curativas, especialmente su grasa, y por eso son cazados con fines comerciales.

Quien también los caza, pero con propósitos investigativos, es Armando Castellanos, biólogo especializado en osos andinos y representante en Ecuador de la organización no gubernamental Andean Bear, dedicada a la protección de la especie. Él explica que en los más de 15 años que lleva estudiando a este tipo de osos, ha registrado que las crías abren los ojos alrededor de los 42 días de nacidos, en tres meses son capaces de seguir a su madre, y en momentos de peligro o de cansancio extremo del cachorro, este se sube a la espalda de su madre y continúan la caminata.

Los informes de esta organización estiman que alrededor del mes 14 los pequeños ya se quedan solos para encontrar su territorio en el bosque.

Pueden levantarse sobre sus patas traseras. Es la postura de defensa frente a otros machos.
El biólogo explica que observarlos de cerca o el tiempo suficiente para aprender sobre su comportamiento es difícil, porque son animales tímidos que al primer contacto con el ser humano corren y se sujetan a la rama del árbol más cercano y con sorprendente agilidad ascienden hasta sus ramas.

Las ramas que soportan el peso del único oso que se encuentra en Sudamérica son, mayoritariamente, de árboles cedrillos, que pueden llegar a medir 40 metros de altura y 1 de diámetro, y crecen a lo largo de la cordillera de los Andes.

Desde Venezuela, pasando por Colombia, Ecuador, Perú y hasta el norte de Argentina, este peludo recorre los bosques secos espinosos, montanos, páramos y los bosques húmedos, siendo estos últimos los más recomendables para su especie, excelente en natación.

En Ecuador está a ambos lados de la cordillera, desde bosques subtropicales hasta templados y altoandinos.

Sebastián Molina, biólogo, está desarrollando la investigación denominada Evaluación ecológica de un potencial corredor biológico usado por el oso de anteojos en el noroccidente de Pichincha, como trabajo de titulación de su maestría en la Universidad San Francisco de Quito; para esto ubicó desde hace nueve meses cuarenta cámaras en diferentes puntos de las 10.000 hectáreas que comprende su área de estudio. Registró 21 osos diferentes, identificados por las manchas únicas que se presentan en el rostro de cada individuo. Él destaca la timidez de la especie, que ante la mínima posibilidad de peligro huye.

El enmascarado escapa, pese a que las leyes lo protegen. En Ecuador se prohíbe la cacería del oso de anteojos desde 1970, ley ratificada en enero del 2000, y en marzo pasado el Ministerio de Ambiente publicó, aunque aún no se distribuye, la Estrategia Nacional para la Conservación del Oso Andino, donde se destaca a la especie como mamífero emblemático del ecosistema andino, pero solo cerca de la quinta parte de su hábitat es área protegida.

El número actual de osos andinos no se registra en las investigaciones. Los últimos datos estimados se dieron en el 2001: menos de 2.500 individuos.

En el documento se cita a la IUCN, siglas en inglés de Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza, institución que apoya académicamente investigaciones científicas ambientales en más de 160 países. Esta informa que el oso andino podría extinguirse en los próximos treinta años, si la pérdida de su hábitat y la cacería continúan como hasta el momento de su presentación, el 2008.

Mientras la Estrategia Nacional para la Conservación del Oso Andino se da a conocer, la población de osos de anteojos reduce su trabajo en la cadena ecológica del bosque. Un trabajo milenario, según la investigación del Ministerio de Ambiente, pues describen que de las ocho especies de osos que hay en el mundo, el andino y el panda son los más antiguos.

El de anteojos es conocido por romper la corteza de los árboles, incluso hasta hacerlos caer, y eso significa el paso de la luz hacia nuevos arbustos que sin esta acción no crecerían. Al comer frutas, los osos se convierten en dispersadores de semillas y precursores de la regeneración de la fauna.

El enmascarado del Ecuador continúa su paso por los Andes, mientras organizaciones particulares buscan formas de preservarlo. Una de ellas es la campaña Adoptemos un oso, iniciada por el Colegio Menor San Francisco de Quito, que tiene como objetivo financiar proyectos de investigación y educación sobre el único oso que habita en América del Sur. El enmascarado del bosque.

sábado, 19 de junio de 2010

Casos en las islas

El cormorán, y otras aves, constituyen un verdadero zoológico de la naturaleza de Las Encantadas.
Desde Las Encantadas
Paula Tagle
nalutagle@eluniverso.com

A ratos, debo confesar, me dan ganas de salir corriendo, cuando ocasión tras ocasión se topan los mismos temas, y además, no se llega a nada, ni conclusión ni solución.

Sin embargo, qué grato puede ser sentarse a departir con los compañeros, sobre todo, cuando se trata de guías de verdad. ¿A qué me refiero con lo de guías de verdad? A aquellos que optaron por este trabajo porque tenían auténtica vocación, y no porque no hubiera nada más que hacer, o motivados por el dinero y el dinero nada más.

¿De qué habla la gente en una reunión aquí?

Entre guías naturalistas de Galápagos la conversación suele girar alrededor de su fauna.

Cristina Rivadeneira nos hace reír hasta más no poder con la historia de un lobo “roba cámaras”. Ella y su grupo hacían buceo de superficie en Gardner. Nadaban en una dirección cuando de pronto vieron cómo un lobo, feliz, iba en sentido contrario con cámara digital en el hocico. ¡Se la había robado de la manga a un pasajero! Cristina entonces partió tras el lobo, nadando lo más rápido que pudo. Cuando el lobo descubrió que venían por él, se dedicó a seguir el juego, y empezó a dar vueltas alrededor de Cristina como diciendo ‘alcánzame si puedes’.

Un segundo lobo se unió al grupo, así uno le mostraba la cámara mientras el otro le halaba la tira del wet suit; Cristina se había convertido en juguete de estos animales. Tuvo que venir otro guía a ayudar. Armaron un plan que funcionó. Mientras Cristina hacía piruetas bajo el agua para distraer a los lobos, Jason vino por detrás para finalmente arrancharle la cámara al animal.

Gilda González cuenta que mientras miraban dentro de una piscina de entre mareas, un niño del grupo perdió sus gafas; de un hueco oscuro salió un pulpo que ni corto ni perezoso agarró las gafas entre sus tentáculos. Gilda intentó por todos lo medios de recuperarlas. Cuando metía lentamente su mano en la piscina, el pulpo sacaba alguno de sus tentáculos pegajosos para tocarle la muñeca”.

Luego optaron por darle los pedazos de caparazón mudado que encontraron en los alrededores, a ver si el pulpo quería intercambiar. Con el primer caparazón mostró algo de interés, pero al tercero, simplemente lo agarró con un tentáculo y lo hizo volar frente a los ojos de Gilda, como diciendo ‘no me engañas, esto no es cangrejo de verdad’. Luego de batallar por más de media hora, Gilda logró recuperar las gafas.

Y Gabriela Bohórquez nos hace reír con la historia del cormorán que perseguía iguanas y las jalaba de la cola, llevándoselas lo más profundo posible. Gilda comenta que “ha de ser el mismo que hace un año me sacó un pedazo de dedo”, y Cristina piensa que puede ser el cormorán que una vez se le trepara a la cabeza mientras hacía buceo de superficie. “De pronto todo se volvió oscuro, se me apagó la luz”. Y era porque las patas del cormorán cubrían la máscara por completo, “y ya no podía respirar bien”, porque el cormorán picoteaba su tubo, “y el muy sabido intentaba pescar trepado en mi cabeza”.

Así, una tras otra, las anécdotas de los animales nos alegraron la noche. Si bien antropomorfizamos sus comportamientos, era obvio que todos los presentes vivimos en las islas sintiendo genuino amor por sus otros habitantes. Guías que observan, que disfrutan, que se cuestionan, que no importan los años que pasen, siempre se deslumbran con la maravilla de la vida.

Fuente: La Revista Guayaquil, Ecuador

jueves, 17 de junio de 2010

La rapaz más fuerte del mundo pierde terreno en la selva

Nuestras especies
Dentro de la selva ecuatoriana, en las copas de los ceibos, a más de 30 metros de altura está la cunsi pindo, la señora que come monos, en lengua cofán.

La última semana de marzo, Ruth Muñiz López, directora del Programa de Conservación del Águila Harpía en Ecuador (Pcahe), desarrollado por la Sociedad para la Investigación y Monitoreo de la Biodiversidad Ecuatoriana (Simbioe), recibió la buena noticia de que en Sucumbíos, en la zona de influencia de la Reserva de Producción Faunística de Cuyabeno, habían encontrado un nuevo nido de águila harpía.

El descubrimiento no solo alegra a la bióloga que ha dedicado más de quince años al estudio de esta especie en diversos países y al equipo de investigación del Pcahe, sino también a las diez comunidades que forman parte del mismo (cofán de Zábalo, cofán de Dureno, quichua de Playas de Cuyabeno, quichua de Zancudococha, siona de Puerto Bolívar, siona de Tarapuya, siona de Soto Siaya, shuar de Charapa, secoya de San Pablo de Katetsiayá y secoya de Secoya Remolino), y que han colaborado en la ubicación de los quince nidos encontrados hasta ahora, localizados en Pastaza, en la Reserva de Producción Faunística Cuyabeno y en el área de influencia y cuencas de los ríos Aguarico y Cuyabeno.

Para los chamanes, el águila harpía es el espíritu del aire, así como el jaguar es el espíritu de la tierra y la anaconda o el caimán, el del agua. La rapaz más grande de América consta como el ave representativa de la biodiversidad biológica del Ecuador, según el Acuerdo Ministerial 088 del Ministerio del Ambiente, publicado en el Registro Oficial 635 el 7 de agosto del 2002.

El águila harpía habita desde el sur de México hasta el norte de Argentina.

Un polluelo de águila harpía permanece en el nido, reforzado con palos, al menos durante los dos primeros años de vida.
En Ecuador, antes del 2000 se registraban aisladas investigaciones sobre esta especie en su estado silvestre, pero a partir de entonces, la bióloga española emprendió un plan piloto en Pastaza, primero financiado por la Agencia Española para la Conservación Internacional y la Fundación Indio-Hilfe, y después por Simbioe, donde a través de la observación diaria de los individuos, ha logrado conocer sobre su dieta y formas de vida.

Tener de cerca a un polluelo de esta especie se dio por casualidad. Un miembro de la comunidad Secoya (Sucumbíos) tenía un polluelo en cautiverio. Pudieron reinsertarlo al nido, y al ver a su madre no quedó duda, era la cunsi pindo. Sus garras de siete centímetros, las más largas y fuertes del mundo, capaces de levantar hasta 9 kilos; sus ojos frontales y sus más de 100 centímetros de altura, reafirmaron su presencia en la zona. Al observar a esta y a otros individuos por varios meses o incluso años, descubrieron que no solo es la señora que come monos, también come osos perezosos, armadillos y otros mamíferos más pequeños.

Su morfología la convierte en una superdepredadora, es decir, que en su hábitat natural nadie la caza; incluso las plumas de su cabeza, que pueden parecer un simple copete, funcionan como antena parabólica para escuchar a su posible presa; con sus ojos define la trayectoria de su vuelo y sus alas, que extendidas pueden llegar a medir dos metros, la desplazan entre los bejucos de la selva, directo a su alimento.

El número aproximado de los individuos que habitan en el país no se conoce, la bióloga Ruth Muñiz López dice que el espacio estudiado hasta ahora es muy pequeño (603.380 hectáreas –La Reserva de Producción Faunística de Cuyabeno– y las cuencas de los ríos Conambo, Pindoyucu, Pastaza, Aguarico y Cuyabeno) para arrojar ese dato. Lo que sí menciona son las dificultades que enfrenta el águila para mantenerse en la cima de la cadena alimenticia.

Es una especie de reproducción baja, pone máximo dos huevos cada tres años, y de estos, solo uno sobrevive. Al nacer, el polluelo debe estar en el nido de sus padres hasta los dos años y medio, aproximadamente. El águila harpía, más que sobrevolar la selva, la vive desde su interior, se desplaza entre las ramas del bosque, y el pollo debe aprender bien las técnicas de caza si quiere alimentarse.

Cuando el águila pasa a ser adolescente es obligado a abandonar el nido, y de acuerdo con lo que se conoce hasta entonces, este debe ir en busca de un espacio que no esté dominado por otra ave de su especie, de lo contrario será atacado.

Además de sus dificultades para alcanzar la edad adulta y reproducirse, se enfrenta a la deforestación de su hábitat, bosques tropicales y subtropicales generalmente por debajo de los 900 metros sobre el nivel del mar. Según la organización Acción Ecológica, en Ecuador se pierden de 140 mil a 300 mil hectáreas de bosques por año; y según las observaciones, en la Reserva de Producción Faunística Cuyabeno cada pareja domina 5.000 hectáreas.

Su alimento también escasea por el consumo humano de monos que se da en la zona y el tráfico de especies. Además, la fragmentación de los bosques, por la industria maderera y petrolera reduce el espacio necesario para esta ancestral especie emblema del Ecuador.

El equipo de investigación del Pcahe toma muestras del ave e inserta un dispositivo GPS.
En la costa
Entre los vestigios de la cultura Valdivia, que se asentó en lo que ahora se conoce como Manabí y Santa Elena, se encontraron tallados de cerámica con el rostro del águila harpía, prueba de que esta especie también habitó las costas del país. Se asegura que ya se extinguió por completo, pero es posible observarla en cautiverio. En el Parque Histórico Guayaquil, vía a Samborondón, están ocho individuos. Se crían cuyes y conejos para alimentarlos y se informa sobre la importancia del ave a los visitantes. Cuatro polluelos han nacido en cautiverio, pero solo dos sobreviven y forman parte del atractivo.

10 comunidades de 5 etnias apoyan al águila harpía

El Programa de Conservación del Águila Harpía en Ecuador incluye la capacitación a diez comunidades pertenecientes a cinco etnias de la Amazonía. También se capacita en los centros poblados de Lago Agrio y Tarapoa. En el primero se abarca a quince escuelas, y en el segundo a una.

Desde el 2002 se inició la capacitación a los grupos étnicos cofán, quichua y secoya, y este año se incluyeron las etnias siona y shuar. Ellos se convierten en biomonitores (toman datos mediante la observación) y aportan propuestas para realizar acuerdos de manejo de zonas sensibles para la especie.

La capacitación se extiende hacia estudiantes universitarios y voluntarios, y en la etapa 2009-2011 se incluye a guardaparques del Ministerio del Ambiente, tanto de la Reserva de Producción Faunística Cuyabeno como del Parque Nacional Yasuní.

También se informa a profesores y niños de las escuelas de los territorios compartidos con el águila harpía, a través de folletos ilustrados.

El plan de educación consiste, en realizar actividades para fortalecer la participación de las comunidades involucradas en la generación de información y en los procesos de conservación del área donde se encuentra la especie.

Estas estrategias se implementaron para combatir la caza de la especie, que antes se atrapaba por curiosidad, exhibición turística o para mostrarla como un trofeo. Porque el águila harpía no solo forma parte del ecosistema, sino también de las leyendas amazónicas.

A continuación, un extracto de uno de los cuentos sobre la Cunsi Pindo, la señora comemonos: “El día en que Ramón Gualinga debía realizar la transición de hombre a adulto, su tío tuvo un sueño premonitorio; él visualizó que un águila harpía se le aparecía en el camino y lo atacaría lanzándose hacia él. En ese momento Ramón no se podía amedrentar y debía matarla. Ramón salió al bosque y sucedió todo tal y como se lo había dicho su tío. Se encontró con el águila y la mató. Conservó los huesos en una bolsa de piel y los guardó para que lo acompañaran el resto de su vida, pues estos le darían fuerza, poder y entereza. Salvo en esa ocasión, nunca habría matado a un águila harpía, porque para ellos encontrarse a una de estas en el bosque significa suerte para la cacería, y si la matan esa misma suerte se les devuelve en su contra”.

Libro Cunsi Pindo, 2007.

lunes, 14 de junio de 2010

Nuevas especies de árboles sobreviven en áreas de riesgo

El biólogo Xavier Cornejo, quien labora en el herbario de Nueva York
ha descubierto varias especies de árboles en la costa occidental del Ecuador.
La exuberante vegetación casi no existe, los pocos bosques nativos cada vez son más desplazados por la frontera agrícola expansiva, la tala, la extracción de madera... Pero entre los escasos remanentes de bosques, la naturaleza aún se muestra virgen y el descubrimiento de una nueva especie es todo un acontecimiento para quienes la desentrañan.

Eso ocurrió en los cantones Quevedo y Babahoyo, en la provincia de Los Ríos, una de las más intervenidas en el país, donde el biólogo Xavier Cornejo descubrió dos de las tres nuevas especies de árboles. Se trata de la Amyris Centinelensis y Zanthoxylum Bonifaziae, mientras a una tercera, la Pentagonia Lanciloba, la encontró en Esmeraldas y Manabí.

Son tres árboles endémicos de los bosques muy húmedos en la región occidental del Ecuador que pueden medir hasta cinco metros de altura y están en riesgo por la deforestación, cuyas funciones en el ecosistema se desconocen a falta de estudios.

Partes correspondientes a la especie Zanthoxylum Bonifaziae.
Las muestras están en el herbario de la U. de Guayaquil.
Cornejo refiere que estas plantas fueron colectadas desde 1980 y los especímenes reposaron en los herbarios, pero que recién se realizaron los estudios taxonómicos (clasificación que determina a las nuevas especies), los que revelaron que se trataban de especies no registradas hasta ahora.

Al árbol Amyris Centinelensis, perteneciente a la familia Rutaceae (de la naranja), se lo conoce solo por los remanentes de vegetación nativa que quedan en el cerro Centinela, en el cantón Quevedo, Los Ríos.

El cerro Centinela biológicamente era una rica área de bosque muy húmedo, donde se han descubierto más de 40 especies de plantas y debido a la deforestación, hace más de dos décadas, solo quedan las colecciones en los herbarios, dice Cornejo.

El biólogo trabaja en la investigación botánica, desde 1993, como curador asociado al herbario de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad de Guayaquil y desde el 2007 en el herbario del New York Botanical Garden, donde se desempeña como mánager de un proyecto sobre la flora de la Península de Osa, en Costa Rica.

Hojas, flores y frutos de la Pentagonia Lanciloba.
La especie Zanthoxylum Bonifaziae, perteneciente a la familia Rutaceae, se encuentra también en Los Ríos, en el bosque protector cerro Samama, Babahoyo, uno de los últimos que contiene la flora original de esta provincia. “La primera vez que colecté esa especie fue en 1996, pero no se sabía que era nueva hasta que estudié los especímenes. Hace un mes estuve nuevamente en cerro Samama, y esa especie sigue ahí”, cuenta Cornejo.

Las muestras de los árboles son parte de la colección de más de 22 mil especies identificadas y registradas en el herbario de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad de Guayaquil, donde a futuro se prevé crear un vivero, en particular de las especies más amenazadas, refiere la decana del área, Carmita Bonifaz.

Mientras que la Pentagonia Lanciloba, que pertenece a la familia Rubiaceae (del café), se ubica en varios bosques muy húmedos de la provincia de Esmeraldas y Manabí, incluso en áreas intervenidas o parcialmente deforestadas, cuyas flores y frutos atraen a colibríes y otras aves, según las observaciones generales realizadas durante el trabajo de campo.

Por sus grandes hojas y colores podría ser utilizada como planta ornamental, dice Cornejo y advierte la necesidad de ampliar los estudios para conocer el rol de estas especies dentro de los ecosistemas.

El proceso de identificación implica colectar los especímenes, esto es obtener ramas con hojas, flores o frutos a los cuales se les asigna un número de colección con la información respectiva para ingresar a una base de datos.

Muestras de la especie Amyris Centinelensis.
Los especímenes son trasladados al herbario, puestos en prensas a presión y deshidratados por temperatura. Una vez secos son montados en cartulinas especiales con toda la respectiva información y tras lo cual pueden ser estudiados para proceder a una identificación y determinar si se trata de una nueva especie o no, explica el biólogo Cornejo.

La falta de estudios botánicos (taxonómicos) hace que numerosas especies no sean descubiertas, no solo en la Amazonía, sino en la costa occidental.

En ocasiones, nuevas especies se encuentran aún junto a la carretera y en lugares donde los bosques han sido intervenidos (parcialmente o selectivamente cortados), dice Cornejo. Faltan estudios botánicos serios de la flora de Ecuador que vayan más a la de las listas o inventarios superficiales de las especies, agrega.

Solo en el 2009, incluidas las especies nuevas publicadas en cuatro revistas de taxonomía más importantes en el extranjero, quince especies recientemente descubiertas corresponden a Ecuador.

“Hay muchas más especies por ser descritas. En cada salida a los bosques de la región occidental he encontrado desde orquídeas diminutas de una pulgada de alto”, refiere el biólogo, quien desde 1993 comenzó a reunir plantas y hasta la fecha ya supera las 8.100 coleccionadas.

Mario Camba se encarga del proceso de archivo de las
especies en el herbario de la Universidad de Guayaquil.
Otras especies: Árboles
Eugenia churutense (Myrtaceae, de la familia de la guayaba), arbolito descubierto cerca de Churute.

Croton churutense (Euphorbiaceae), del área de Churute, conocido como sangre de drago (hay varias especies de árboles llamadas con el mismo nombre) de uso medicinal.

Capparidastrum bonifazianum (Capparaceae, de la familia de las alcaparras), de frutos comestibles, especie distribuida en la región occidental del Ecuador.

Inga colonchensis (Fabaceae-Mimosoideae, de la familia del samán), de frutos comestibles, del área de la cordillera Chongón-Colonche.

Pentagonia clementinensis (Rubiaceae), endémica del occidente de Ecuador.

Forestiera ecuadorensis (Oleaceae, de la familia del olivo), endémica del bosque seco, cerca del área protegida del manglar de Churute.

Meliosma gracillis (Sabiaceae), endémica de los bosques muy húmedos de la región occidental del Ecuador.

LinkWithin

Blog Widget by LinkWithin