domingo, 28 de febrero de 2010

Ranas y sapos extravagantes

Por: CELESTINA PRIETO

Son transparentes, les gusta la noche, pelean de cabeza y cantan para enamorar, aunque no lo hacen bien.

No es cosa de fantasía. No solo tienen los ojos salidos, las patas largas y las manos como si fueran de pato sino que su barriga es transparente y a través de ella se puede ver claramente su corazón, su vesícula biliar, sus pulmones, su aparato digestivo. Y si se presta más atención las arterias, las venas y la irrigación sanguínea. Y también se pueden observar sus huesos, que a veces son verdes.

Son los sapos de la familia Centrolenidae. Y hay más de 150 especies. Su nombre más conocido son ranas de cristal. Generalmente miden tres centímetros y son verdes y esto les ayuda a camuflarse en la vegetación. Pero, exactamente no se sabe porque no tienen color en la parte de abajo.

Existen algunas especulaciones. Juan Manuel Guayasamín es experto en biología evolutiva y cree que todo responde a una estrategia de lograr mayor eficiencia en la composición de su cuerpo. En lugar de utilizar material para cubrirlo todo solo lo usan para ciertos órganos.

Cotopaxi: Cerca a La Maná. © PUCE Martín R. Bustamante

El herpetólogo Luis Coloma piensa que como en el día pasan pegadas a las hojas no es necesario que inviertan en tener color, pues no necesitan melanina para combatir la radiación. Pero, solo es una teoría.

Esta no es la única extravagancia que se permiten estos animales. Ellos han impuesto sus propias reglas en lo que a cuidado del hogar se refiere. El macho, que es más pequeño que la hembra, es quien cuida los huevos. Se puede decir que es un padre soltero, que cuida a sus crías de depredadores.

Pero, para llegar a ser padres antes tienen que cautivar a su amada. Y lo hacen con cantos de alta frecuencia que más bien son monótonos, nada de sinfonías bien elaboradas o serenatas. Tan solo sonidos altos. Pero, eso sí, todo en la noche. A ellos no les gusta cantar en las mañanas porque a esa hora duermen profundamente pegados en las hojas. Ni siquiera se mueven.

Cotopaxi: Cerca a La Maná. © PUCE Martín R. Bustamante

Lamentablemente están pasando por una crisis de extinción. Antes se las encontraba en Quito, pero ahora ya no hay rastro de ellas. La última vez que las vieron por estas áreas fue por Chillogallo, en el sector de Fundeporte, al sur de la capital.

Es que ellas no son como cualquier rana de barrio. No es que pueden vivir en charcos, en la tierra o en cualquier lugar. Esta rana tiene sus exigencias. No pueden vivir si no están asociadas a riachuelos. Incluso hay una especie que vive solo debajo de las cascadas. Pero, esto tiene una razón.

Cuando el macho logra la aceptación de la hembra, éste se sube sobre su lomo. Es lo que se conoce como el abrazo nupcial. Entonces fecunda los huevos y estos pueden quedar encima o debajo de las hojas. Cuando los renacuajos están desarrollados gotean de las hojas y caen al riachuelo. Por eso es que tienen una cola más larga que su cuerpo. Ésta les sirve para nadar, pues siempre luchan contra la corriente. Y allí continúan su desarrollo hasta hacerse sapos o ranas.

Esmeraldas: Río La Carolina. © PUCE Luis A. Coloma

Pero, si de peleas se trata, son excelentes guerreros. Generalmente sus contiendas se producen por la lucha de territorio. Guayasamín cuenta que a veces hay machos que buscan asentarse en otros lugares e invaden el territorio de machos viejos.

Obviamente el antiguo dueño del lugar no cede fácilmente y empieza la pelea. Su lucha no es común y corriente. Ellos pelean de cabeza como trapecistas. Con las patas se agarran de las hojas y empiezan los golpes, sobre todo de vientre contra vientre. Los machos de esta especie tienen en los brazos una especie de espinas y al parecer las utilizan para la batalla, como una arma para dañar pero no para matar.

Y en algunas variedades además pueden tener el dedo en forma de gancho, con una punta muy fina que también es muy útil a la hora del combate, según Luis Coloma. Pero, todas las peleas son entre ellos, nunca les pegan a las mujeres.

Esmeraldas: Río La Carolina. © PUCE Luis A. Coloma

Entre los machos, las contiendas no son a muerte. Todo termina cuando uno de los dos cae de la hoja. Allí sí, el perdedor se va con la cabeza agachada a buscar otro territorio. No todos los lugares son iguales, pues existen áreas que les gusta más a las hembras, explica Guayasamín. Y al parecer a estas doncellas les gusta que el macho sepa cantar.

TENGA EN CUENTA

La ubicación La familia de los Centrolenidae son anfibios que solo se encuentran en América. Esta especie no está en otros continentes.

El punto central Hay más de 150 clases de esta familia. La mayor diversidad está en los Andes de Colombia y Ecuador.

Alimentación Estos animales son muy generalistas, comen insectos o lo que se les aparezca.

El hábitat Generalmente están sobre las hojas y en las partes altas del bosque. Les gusta permanecer encima de las bromelias, que muchas veces están en la parte alta de los árboles.


Fuente:

jueves, 25 de febrero de 2010

CuCú...¿cantaba la rana?

Por ANA ROBAYO

Los anfibios están camino a ser pura historia. La balsa de los sapos y El arca de los anfibios, preservan en laboratorio a esta especie.

El Escolar Ecuatoriano decía que los sapos son verdes, pero Luis Coloma sabía que los sapos eran rojos, porque el puca sapo o sapo colorado proliferaba en su natal Guaranda. El libro decía que los sapos eran nocturnos pero el puca sapo se exhibía apacible a la luz del día, hasta hace más de 20 años. Desde entonces no se lo ha visto. Se presume que está extinto, al igual que otras 24 especies de ranas ecuatorianas.

Los anfibios son representantes destacados en la megadiversidad del Ecuador. Hasta ahora se conocen 464 especies y de esas, 141 corren alto riesgo de desaparecer. Los anfibios han vivido más de 350 millones de años en la Tierra, según dataciones de fósiles encontrados, pero “en las últimas décadas hemos sido testigos de la dramática disminución de anfibios en el mundo. Hay especies que han desaparecido por completo”, declaró a principios de enero el naturalista David Attenborough.

Él es patrocinador del proyecto El arca de los anfibios que nació a finales del 2005, como parte del Plan de Acción para la Conservación de los Anfibios, que se elaboró en la Cumbre Mundial para la conservación de los anfibios.

Fotografía, tropicalfrogs.net

En esa cumbre, un grupo de científicos ecuatorianos sorprendió con su trabajo. Desde inicios de los ochenta sin ningún recurso e improvisando la tecnología decidieron preservar en el laboratorio de la Escuela de Ciencias Biológicas de la Universidad Católica, a las especies de sapos y ranas en peligro. “Si lo que sabemos ahora lo hubiéramos sabido en 1993, talvez podríamos haber salvado especies que hoy están extintas y que murieron en nuestras manos”, rememora Luis Coloma. Cuenta la historia de las kailas, que habitaban en las lagunas de Atillo (Chimborazo).

Eran sapos de vida acuática y ante el temor de su desaparición, intentaron criarlas en el laboratorio. Entonces no estaba descrita la enfermedad causada por el hongo batrachochytrium dendrobatidis (letal para los anfibios) . “Las kailas morían y no teníamos ni la más mínima idea de por qué”, cuenta Luis.

Fotografía, tropicalfrogs.net

Con experiencias como esta, elaboraron un plan estratégico, que coincidía con el que se elaboró en la cumbre mundial de conservación. “Muchas de las cosas que los científicos del mundo resolvieron fue prácticamente una copia de lo que nosotros habíamos pensado por acá”. dice Luis. Después de la cumbre dieron vida formal a su proyecto con un nombre que tuviera un tinte local: La balsa de los sapos. Este es un programa para la conservación de los anfibios del Ecuador, basado en cinco ejes: investigación, monitoreo, manejo ex situ (fuera del hábitat), educación e informática, usando las herramientas tecnológicas para almacenar y difundir la información.

Hace 250 millones de años el Triadobatrachus, el antepasado más antiguo de los sapos encontrado en Madagascar, no tenía que preocuparse del calentamiento global, del hongo y mucho menos de la destrucción de su hábitat, puesto que los anfibios sobrevivieron incluso al evento que extinguió a los dinosaurios. Estos tres factores afectan a las ranas ecuatorianas, de las cuales 185 son únicas en el mundo. “El hongo es la bala que mata a la rana, pero el cambio climático es la pistola”, dice Coloma. Esto obligó a los científicos a conservar las especies en laboratorio.

Fotografía, tropicalfrogs.net

El arca de los anfibios coordina programas ex situ en todo el mundo; se prevé que este año genere un presupuesto de UDS 40 millones. “Esperamos que de ese presupuesto lleguen fondos importantes para la balsa. Ese fue el ofrecimiento en la cumbre”, explica Coloma, respecto a los USD 20 millones que puede costar La balsa de los sapos. Han iniciado el programa con un centro piloto, cuya infraestructura: cuatro salas llamadas ranarium, costaron USD 100 000.

Su instalación tomó dos años y todavía falta equipamiento: más terrarios (cajas de cristal en las que se recrea el ambiente de los anfibios) y trabajo de campo, para buscar las ranas que no han sido preservadas.

El ranarium podrá albergar a 4 000 ranas, pero por el momento lo habitan 500. Las especies endémicas que están amenazadas son las prioritarias. Para tener éxito, el centro mantiene poblaciones genéticamente viables, es decir con diversidad genética. Se requieren miles de individuos para que las ranas no se crucen con otras de genes parecidos.

“Si tenemos solo una pareja, pueden pasar 10 años y desaparecer toda la población por enfermedades genéticas”, explica Coloma. Para lograrlo se requiere un gran espacio, 15 a 20 hectáreas, que la PUCE otorgará en Nayón.

La humedad es uno de los elementos claves para la supervivencia de los sapos. Un sistema de aspersión les lleva el agua filtrada de impurezas y de químicos como el cloro y el arsénico. Otros tubos debajo de los terrarios regresa el agua al filtro y así se garantiza que el líquido sea puro.

Fotografía, tropicalfrogs.net
La temperatura es el segundo factor, por eso las especies se albergan en cuatro ambientes: de los Andes, clima templado; páramo, clima frío; y dos cuartos de clima tropical. Pero hay un elemento del que todavía carecen las ranas para fijar el calcio en sus huesos: los rayos del sol. Los técnicos esperan reflectores especiales que cuestan alrededor USD 3 000 y que simularán los efectos del astro rey.
Para los gestores de La balsa esta es una oportunidad para hacer ciencia porque “el futuro del Ecuador no está en el petróleo, sino en su potencial humano y en su biodiversidad”, dice convencido Luis Coloma.

Anfibios Ecuatorianos
En general los sapos no son peligrosos, si los manipula no toque sus ojos ni labios sin lavarse bien las manos.
Estos anfibios proveen de muchos beneficios al ser humano: control de plagas, medicinal (se hacen estudios con sus toxinas) y son parte de la cultura ancestral, indígena y mestiza.

La balsa de los sapos busca donaciones para la elaboración de este proyecto. Puede comunicarse al (02) 299 1700 ext. 1822 ó 1825.

Usted puede ayudar a esta especie conservando charcos y quebradas que son su hábitat ideal.
La vegetación nativa es importante: arrayanes, nogales, alisos, bromelias, entre otras.

La información sobre la especie obtenida por el programa La balsa de los sapos está en: AmphibiaWebEcuador

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martes, 23 de febrero de 2010

Nangaritza, con nuevas especies de anfibios

Esta es una de las especies nuevas. Se trata de una rana venenosa. Foto:Cortesía Jessica Deichmann/Conservación Internacional
Redacción Loja

En la zona de la Cordillera de El Cóndor se hallaron nuevos tipos de ranas cristal, marsurpiales, salamandras.

Un grupo de 16 científicos de la Fundación Ecológica Arcoiris, Conservación Internacional (CI) y la U. Católica de Quito (PUCE), descubrió en los densos bosques del cantón Nangaritza (Zamora Chinchipe) especies de anfibios, reptiles, aves, mamíferos, grillos y hormigas, nuevas para la ciencia.

Luego de la expedición se encontraron cinco especies de ranas, entre ellas una de piel café con pigmentaciones amarillas y blancas en todo el cuerpo. Se la conoce como jambato (es una Atelopus sp). Leonardo Ordóñez, coordinador de la investigación del Programa de Evaluación Rápida (RAP por sus siglas en inglés), dijo que este género ha sufrido drásticas declinaciones poblacionales y está en peligro de extinción en América.

“El estado saludable de esta población de ranas significa que la zona aún no ha sido afectada por el hongo que daña a esta especie en el mundo y que se le atribuye al calentamiento global”, aseguró Ordóñez.

Este descubrimiento, a criterio del investigador, puede ser un referente para indagar qué pasó con la población de Atelopus en otras zonas de planeta.

En el grupo de nuevas especies se destaca una ranita café con pigmentaciones rojas en la parte superior de su cuerpo y amarillas en la parte inferior. Según Ordóñez, se trata de una rana Dendrobates sp. “Es una especie venenosa, nueva para la ciencia”.

Esta es una de al menos cinco especies encontradas en Nangaritza. Esto se conocerá luego de una etapa de clasificación que realiza la Pontificia Universidad Católica de Quito.

A más de las ranas se hallaron especies de murciélagos que solo se pensaba que podían encontrarse en Perú.

Rana Dendrobates. El anfibio venenoso es nuevo para la ciencia. Foto:Cortesía
Otra especie que también se creía que habitaba solo en ese país es el colibrí Solaángel Real. Pero a esta ave se la encontró en la selva suroriental, al igual que a una especie de grillo que no sido observada desde su descripción hace más de 100 años.

La expedición científica duró 22 días y cubrió el sector Las Orquídeas, exactamente en la parte central de la Cordillera del Cóndor, adonde solamente es posible llegar por vía terrestre desde Guayzimi, cabecera cantonal de Nangaritza.

Los 16 investigadores registraron un total de 150 especies de árboles, arbusto y hierbas, 27 de anfibios, 17 de reptiles, 181 de aves, 66 de mamíferos, 28 de grillos y 26 géneros de hormigas.

A fin de mes se prevé la publicación del primer borrador con el informe de la investigación.

Este material también incluirá un estudio para las comunidades que habitan en la cuenca alta del río Nangaritza. La finalidad es crear conciencia para la conservación y turismo ecológico de esa área habitada por los shuar y que es parte de la reserva de biósfera Cóndor- Podocarpus.

“Tuvimos la satisfacción de encontrar un sinnúmero de especies vegetales y animales que nunca habían sido registradas en el mundo”, afirmó Luis Suárez, de Conservación Internacional.

Animales endémicos

Entre las especies recién descubiertas están tipos nuevos de ranas cristal y marsurpiales, de salamandras, así como de grillos y murciélagos.

Varios animales son endémicos (solo existen en ese lugar). También aves y mamíferos que solo habitaban en el norte de Perú, según los científicos.

Fuente:

Multimedia Diario el Telégrafo

domingo, 21 de febrero de 2010

600 charapas fueron liberadas en la comunidad Timpoca

El objetivo es la conservación y manejo sostenible del Patrimonio Natural y Cultural de la reserva de Biósfera Yasuní.
Redacción Sociedad

El proyecto para el manejo de las tortugas se ejecuta desde agosto de 2009. Se busca conservar el Patrimonio del Yasuní.

El jueves, 600 tortugas de la especie charapa fueron liberadas en Timpoca, comunidad huaorani ubicada en el Parque Nacional Yasuní.

Habitantesdel sector, delegados de la WWF y de la Embajada de los Estados Unidos, y el Director del Parque Nacional Yasuní estuvieron a cargo de la liberación. Estas tortugas crecieron en cautiverio.

Las charapas son tortugas acuáticas propias de los ríos y lagunas de la Amazonia. Su carne es muy apreciada, por lo que han sido cazadas en un gran número. A ello se agrega la depredación de sus huevos, que suelen enterrar en las arenas a orillas de los ríos. También es utilizada para la elaboración de productos como aceites y grasas.

Esta liberación se dio como parte del programa Manejo de tortugas charapas en dos comunidades huaorani y tres comunidades kiwcha de las riberas de los ríos Tiputini y Napo. Fue una de las actividades de monitoreo.

El objetivo es la conservación y manejo sostenible del Patrimonio Natural y Cultural de la reserva de Biósfera Yasuní. El Ministerio del Ambiente y Wildlife Conservation Society forman parte del proyecto que se ejecuta desde agosto de 2009, a través del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

El proyecto surge como una estrategia de conservación de las tortugas charapas. Además, implica la construcción de playas artificiales para la incubación de huevos. Allí se realiza el manejo de las charapas eclosionadas (salir de la cría del cascarón) hasta que alcancen el tamaño adecuado para su liberación y así garantizar su supervivencia.

La contaminación de los ríos, la caza, el tráfico y otros factores ambientales ponen en riesgo la vida de las tortugas charapas.

Por lo que la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN) la clasificó como una especie vulnerable. Existen dos especies de charapa o tortuga común de agua dulce (Podocnemis unifilis) y la charapa grande o puca (P. expansa). Habitan en Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Guyanas y Brasil.

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sábado, 20 de febrero de 2010

A las pequeñas charapas del Tiputini ya hay quien las salve

Jaime Plaza. Coordinador de Sociedad

Los depredadores, la caza indiscriminada y la contaminación del ríos ponen en peligro a estas tortugas amazónicas, nativas de Sudamérica que habitan en Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Guyanas y Brasil. Una estación de biodiversidad busca rescatarlas.

Apenas se puede a mirarlas a unos 50 metros de distancia. Mientras se navega por el río Tiputini se puede ver una que otra tortuga charapa posada sobre algún tronco o ramas de árboles gigantes arrastrados por la corriente. Pero ni bien se acerca la lancha, estas se zambullen y desaparecen entre las aguas amarillentas.

En seguida Mayer Rodríguez, guía de ecoturismo de la zona, se acordó de que hasta hace unos 10 años se veían verdaderos grupos de charapas. Esto sobre todo en las pequeñas playas que se forman en las épocas de verano, adonde llegan a depositar sus huevos.

La charapa o Podocnemis unifilis es una tortuga común de agua dulce en la Amazonia. Y está evaluada por la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN, en inglés) como una especie vulnerable.

Los depredadores naturales, la caza indiscriminada y la contaminación de los ríos y lagunas con derrame de petróleo han diezmado su población.

Por ejemplo, en la zona del Tiputini, al norte del
Parque Nacional Yasuní (PNY), los huaorani, los quichuas y los colonos acostumbran recolectar los huevos o atrapar los ejemplares para consumirlos como alimento. A eso se suma el tráfico de las tortugas.


En siete meses los ejemplares alcanzaron de 8 a 10 cm de tamaño, hoy constituyen una reserva.
Entre los enemigos también están las lagartijas tegus, que escarban los nidos, los cara cara (curiquingues) y las hormigas.

Frente a esa situación crítica, la Estación de Biodiversidad Tiputini, de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ), tiene un programa para tratar de salvar de la extinción a esta especie.

David Romo, director (e) de la Estación, cuenta que el proyecto se consolidó hace tres años. Todo empezó con la ejecución de un plan de investigación de un estudiante quichua sobre la crianza en cautiverio. Se construyeron nidos artificiales de arena y se recolectaron los huevos. Al final de esa incubación, eclosionaron 600 charapas.

Para mantenerlas, en la estación se habilitó una piscina, a 5 m de la ribera izquierda del Tiputini. Allí crecen 35 ejemplares, el 10% de la eclosión de marzo y abril pasados y que se mantendrán como reserva.

Diego Mosquera, administrador de la
Estación Tiputini, reconoce que hubo algunos problemas como el ataque de hormigas y la alteración de patrones ambientales. Incluso en este año la recolección de huevos fue toda una competencia con los huaorani.

Hubo que probar varios mecanismos de alimentación durante la etapa de crianza. Hasta se incluyó en la piscina a un caimán para que ayude a limpiar de bichos las aguas del criadero.

No obstante, el proceso no se detuvo. En este año se avanzó con un estudio de población.

Para eso se tomaron las muestras del ADN de las tortugas que nacieron en cautiverio y a futuro se atraparán algunos ejemplares para evaluar su ADN.

Romo asegura que “si el mismo resulta muy similar con el de nuestras tortugas, significa que sí hay una reducción sustancial de la población. Estarían apareándose entre parientes muy cercanos”.

Cuando el proyecto esté funcionando al 100%, se transmitirá la experiencia a los huaorani y quichuas que viven en la zona. La intención es que ellos también armen sus propios criaderos y eviten la depredación.

Una iniciativa que busca iguales objetivos está en marcha en la zona del
Cuyabeno desde el 2004. Involucra a 130 familias cofanes y quichuas de Playas de Cuyabeno, Zábalo y Zancudo.

Por cada charapa pequeña liberada, los indígenas recibieron un estímulo de 25 centavos y por cada ejemplar adulto, 50 centavos.

Quelonio amazónico

Estas pequeñas
tortugas son nativas de Sudamérica. Habitan en la Amazonia de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Guyanas y Brasil.

En la etapa juvenil
viven en lagos y esteros. Al alcanzar una talla promedio de 40 cm (alrededor de los 10 a 12 años) la hembra madura sexualmente y empieza a desovar en las playas.

Machos y hembras
recorren grandes distancias en diferentes hábitats acuáticos, en búsqueda de su alimento. Son omnívoros, comen larvas e insectos, frutos y plantas urticantes.


Fuente:

jueves, 18 de febrero de 2010

5 nuevas especies de ranas en el Yasuní

La rana termitera. Los biólogos determinaron que hay dos nuevos tipos de esta rana. Pertenecen al género de los gngystomops.
Foto: cortesía Pontificia Universidad Católica del Ecuado
Redacción Sociedad

Tras dos años de estudio, un equipo de científicos de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) encontró cinco nuevas especies de ranas en el Parque Nacional Yasuní.

El grupo de catedráticos de la PUCE determinó que en el Yasuní viven dos especies de nuevas ranas termiteras, dos arborícolas y una del tipo rana nodriza.

Según los investigadores, estos hallazgos son importantes porque permiten diferenciar con exactitud las especies, lo que aumentaría los registros de la biodiversidad. Durante un par de años, los biólogos Santiago Ron, Mónica Páez y Marcel Caminer realizaron varias visitas de entre cinco días y un mes al Yasuní.

El equipo estudió los anfibios a lo largo de la carretera hacia el Bloque 16, una zona que se investiga desde 1994. Aquí funciona la Estación Científica Yasuní, que pertenece a la PUCE.

Los científicos recolectaron especímenes, grabaron cantos y tomaron fotos de los anfibios y sus hábitats. Cada grabación contiene el croar de varias especies. Una serie de ondas de colores indica la frecuencia e intensidad de cada canto. Ayudados por computadoras, microscopios y otros equipos, los biólogos trasladaron su trabajo al laboratorio, donde analizaron las muestras y los datos que fueron recolectados en el campo. Luego hicieron un análisis genético que confirmó el descubrimiento de la nueva especie.

Un ejemplar de la rana nodriza. Un equipo de científicos de la PUCE hizo el nuevo hallazgo de las especies de ranas en Parque Yasuní.
Fotos: cotesía Pontificia Universidad Católica del Ecuador.
Para esto se extrajo ADN y se enviaron muestras a Corea. También se procesaron en el laboratorio de Biología Molecular de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.

El proyecto fue financiado por la Secretaría Nacional de Ciencia y Tecnología (Senacyt) y ejecutado por el Museo de Zoología de la PUCE, que impulsa el estudio genético de especies animales.

Ecuador tiene 472 especies de anfibios formalmente descritos.

Este registro se incrementa con cada nuevo descubrimiento. Sin embargo, varias especies de la lista se están extinguiendo.

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