jueves, 31 de diciembre de 2009

Año Nuevo vendrá con todo y raro plenilunio

Los millones de personas que celebrarán hoy la llegada del Año Nuevo serán iluminados literalmente en plena noche: Una rara Luna Llena en Nochevieja proclamará 2010 y el deseo manifestado por el refrán: “Luna brillante, buen tiempo por delante”.

El plenilunio de la Nochevieja será visible en Estados Unidos, Canadá, Europa, Amércia Central, América del Sur y Africa. Para las personas que despidan 2009 en Australia y Asia, la Luna Llena aparecerá hasta el Año Nuevo y por tanto tendrán dos fenómenos similares en enero.

Sin embargo, el hemisferio oriental puede celebrar con un eclipse lunar parcial en la Nochevieja cuando parte del satélite ingrese a la sombra de la Tierra. El eclipse no será visible en América.

La Luna Llena anterior se presentó el 2 de diciembre. Volverá a aparecer el jueves a tiempo para la cuenta regresiva hacia el Año Nuevo.

“Si estás en Times Square (de Nueva York), verás la Luna Llena justo arriba de ti. Va a ser muy brillante”, dijo Jack Horkheimer, director emérito del planetario Space Transit Planetarium de Miami y presentador de un programa semanal de televisión sobre astronomía.

La Luna Llena acontece cada 29 días y medio y la mayoría de los años tiene 12. En promedio, una Luna Llena extra en un mes se presenta cada dos años y medio. La vez pasada que ocurrió una luna adicional fue en mayo de 2007. El doble plenilunio mensual en Nochevieja es más raro, pues aparece cada 19 años. Este fenómeno anterior fue en 1990 y la próxima vez será en 2028.

Las dobles lunas llenas en un mes no tienen significado astronómico, indicó el astrónomo Greg Laughlin, de la Universidad de California en Santa Cruz.

Sobre el nombre de luna azul que recibe el segundo plenilunio mensual en algunas partes del mundo, Laughlin dijo que no va más allá de una mera descripción popular. La luna azul es sólo un nombre, indicó en un correo electrónico.

La definición de luna azul surgió después de que un redactor de la revista Sky & Telescope interpretó equivocadamente en 1946 el Almanaque del Granjero del estado de Maine y calificó de luna azul al segundo plenilunio en un mes. De hecho, el almanaque definía la luna azul como el tercer plenilunio en un lapso con cuatro lunas llenas, no las tres regulares.

Aunque Sky & Telescope corrigió después el error, la definición persistió. Para los puristas, sin embargo, este plenilunio de la Nochevieja no encaja como luna azul. Es solamente el primer plenilunio del invierno.

Fuente: nacion.com

sábado, 26 de diciembre de 2009

Pueblos ancestrales de Muisne reforestan para salvar el manglar

MUISNE, Esmeraldas. Decenas de pobladores de la isla trabajan en los programas de reforestación del manglar que realiza la organización Fundecol desde 1992 en las zonas donde se construyeron piscinas para la industria camaronera.
Mujeres, concheros, estudiantes, pescadores, carboneros... 250 personas unidas el pasado domingo para curar a lo que consideran su casa: el manglar de Muisne; la mejor forma, dicen ellos, de festejar el día internacional por su defensa, que se recuerda cada 26 de julio.

A las 10:00 de ese día, los distintos grupos, convocados por la Fundación Fundecol, se concentraron en el muelle de Muisne, donde una decena de botes los esperaba para llevarlos a la isla del mismo nombre. Ahí, tras un viaje de 30 minutos, desembarcaron en el sector conocido como Javiyal, una de las tantas zonas destruidas por la expansión de la industria camaronera en los años ochenta.

“Buscamos estos sectores donde hay piscinas abandonadas, para con la siembra tratar de recuperarlos”, asegura Frank Navarrete, encargado del programa de reforestación de Fundecol. Este se viene ejecutando desde 1992 en lo que comprende el Refugio de Vida Silvestre del sistema Muisne-Cojimíes (ubicado entre el sur de Esmeraldas y norte de Manabí). Según Navarrete, en esta área hasta los años setenta existían 20.093 hectáreas de manglar, pero la industria camaronera acabó con el 90% de este ecosistema y hoy solo quedan 3.173 ha.

“Gracias a Fundecol hoy comprendemos cuánto daño nos hacemos a nosotros mismos si destruimos el mangle, que es nuestra fuente de empleo y alimento”, expresa Olinda Reascos, presidenta de la Asociación El Progreso de la Florida, que agrupa a 20 concheros de Muisne, quienes también participaron en el proceso de reforestación del domingo.

Es un trabajo minucioso, explican ellos, que se inicia con la búsqueda de semillas del árbol de mangle rojo en el propio ecosistema. Estas serán sembradas en la tierra fangosa a una distancia de dos metros, a la espera de que nazca un nuevo árbol que cada año crecerá 75 centímetros hasta alcanzar su altura máxima de 22 metros.

Mediante estos procesos, Fundecol y los habitantes de los denominados pueblos ancestrales de la zona han trabajado en la recuperación de 1.500 hectáreas del Refugio de Vida Silvestre del sistema Muisne-Cojimíes en los últimos quince años. No obstante, la reforestación perdura solo en 400 ha, indica Lourdes Proaño, directora de la Fundación. “Aunque esta fue declarada una área protegida por el Gobierno en el 2003, se sigue talando árboles, incluso en partes donde ya hemos hecho trabajos de recuperación.
Pero aunque los vuelvan a talar, volveremos a sembrar una y otra vez”, asevera.

Esa continua deforestación ya está pasando factura, señala Frank Navarrete refiriéndose al aguaje registrado la última semana de julio en las poblaciones costeras de Manabí y Esmeraldas, donde varias casas construidas cerca de las playas fueron destruidas por el golpe de olas de más de tres metros de altura y que ha dejado más de un centenar de damnificados. “El manglar es una barrera protectora contra las repentinas subidas del nivel del mar y los vientos huracanados; si no se comienza a controlar su tala habrá más desgracias por los fenómenos naturales”, advierte.

Pero ese no es el único efecto negativo de la destrucción de este ecosistema.
Lourdes Proaño indica que 2.500 personas en Muisne han perdido sus trabajos como recolectores de conchas, cangrejos o pescadores, por la destrucción del manglar. “Toda la riqueza natural de este sitio, los peces, las aves y los moluscos están desapareciendo porque ya no tienen su refugio de vida”, añade Proaño, quien indica que el caso más crítico es el de la concha.

La presidenta de la Asociación de Concheros El Progreso de la Florida asegura que muchos de sus compañeros han emigrado a El Oro a laborar, abandonando sus familias, desesperados por la escasez de los moluscos y el maltrato que –dice– sufren al tratar de conchear. “Los camaroneros nos mandan guardias a que nos disparen o sueltan a sus perros para que no nos acerquemos al manglar, que es nuestra casa”, afirma.

Es ese sentido de pertenencia el que también busca rescatar Fundecol entre los pobladores de Muisne, a través de programas de concienciación sobre el rescate del ecosistema, como el ocurrido el domingo, que culminó en una vigilia nocturna a bordo de las canoas y una marcha en las calles de Muisne.

“Hacen falta más controles para evitar la deforestación, pero aunque esto se cumpla nosotros seguiremos insistiendo sobre la necesidad de proteger el manglar”, expresa Proaño.
Agroecología
Unos 120 habitantes de Muisne, antes pescadores o concheros, se dedican a la agricultura orgánica, con la capacitación que les da Fundecol en producción de plátanos, naranjas y otros alimentos sin usar químicos.

Ferias
Los agricultores hacen ferias para ofertar sus productos. Estas se realizan cada mes, pues la falta de medios de transporte impide que se realicen más seguido.

Turismo
A través de Fundecol se promocionan visitas turísticas a Muisne, con prácticas de pesca y concheo en el manglar, alimentación con comidas típicas, alojamiento en cabañas y la posibilidad de participar en los programas de reforestación del mangle.

Paquetes
Hay cuatro diferentes paquetes turísticos, cuya descripción y costo se puede conocer a través de la página www.fundecol.org.

jueves, 24 de diciembre de 2009

El Espíritu de la Navidad existe, pero no lo vemos

Myriam Mora Alvarado / alquimistam@yahoo.com

Es un ser espiritual que impregna la atmósfera de alegría y buenos sentimientos.

Cuando llega diciembre, quién no se siente más dispuesto a la reconciliación, la alegría, la paz. Si no todos, la mayoría lo ha experimentado. Pero ¿es solo producto de un contagio psicológico por la proximidad de la Navidad?

Según las enseñanzas esotéricas, no hay nada psicológico, sino la poderosa influencia de amor y alegría que derrama sobre la tierra, un ser cósmico al que se denomina Espíritu de la Navidad, que tiene su representación en Santa Claus. Es un ser que surge de la conciencia cósmica de Dios, es un aspecto de ella.

Aquel ser tiene un cargo específico: llevar alegría y felicidad. Él llena los corazones de la gente con la anticipación del regalo más grande de todos: el de la cristeidad personal, de allí su relación con la alegría.
La energía del Espíritu de la Navidad ya se la percibe en los días previos a la magna celebración del nacimiento de Jesús. Hace su aparición en el día más oscuro del año (21 de diciembre). Él es gran misterio; este ser viene para enseñarnos que en esa hora aparece la estrella de la esperanza y del nacimiento del Salvador.

Al acercarse Navidad, todos se contagian del tiempo mágico que está en la atmósfera, en las luces multicolores, en los acordes de los villancicos. Todos se visten de ilusión en torno a la figura entrañable de Papá Noel. Momento de dar y recibir regalos.

Las aglomeraciones en los centros comerciales, aún poco antes de la cena de Nochebuena, parecería indicar que Santa Claus aunque generoso es poco previsor, que lo deja todo para el final, pero no, lo que sucede en realidad es que no puede dar abasto a tanto derroche de paquetes, buenas intenciones y deseos de felicidad.

Sean felices

Diríase que su saco se llama consumismo desenfrenado, pero él no lo denomina así, ni de otra forma, solo sonríe y guiña un ojo "Sean felices ¡ho! ¡ho! ¡ho!" desea. Pero piensen en los regalos que se hacen, algunos de ellos asisten al individuo en un mayor sentido de identidad, otros adornan la persona exterior. Por eso, enseñe a los niños a mantener la ilusión de este momento como la oportunidad de entrar en el corazón del ser conocido como el Espíritu de la Navidad.
Detrás de los regalos está el trajín de imaginar, buscar y empaquetar los obsequios, un esfuerzo que recompensan, los que hicieron lo mismo, intercambiados entonces entre besos, abrazos, buenos deseos, especialmente si sus destinatarios son niños.

Escriba una carta
Si quiere vivir la ilusión de su alma de niño, escriba una carta de su puño y letra al Espíritu de la Navidad, con peticiones tanto espirituales como de salud y materiales, prométale algo a cambio, queme su carta, confiando en que sus peticiones se cumplan en el nuevo año. Escribirle marca un principio y un final, oportunidad para renacer y para volver a empezar.

Hacerse regalos por estas fechas, no es una costumbre encumbrada por la sociedad moderna consumista; desde la más remota antigüedad, durante el solsticio de invierno y el cambio de año fueron considerados como tiempo de ofrecer obsequios a dioses y monarcas e intercambiar objetos entre amigos.

Al regalar el corazón del emisor y el receptor late con más o menos intensidad, desde que percibe el envoltorio. Es porque Navidad es la eterna maravilla del Niño Jesús nacido en el pesebre de sus corazones.

Pintura de: Pilar Martínez, tomado del blog El rincón de mis obras

Fuente Semana Holística: Diario Expreso

miércoles, 23 de diciembre de 2009

De Bahía El corazón

Sendero pedestre.
Habitantes de Portovelo y Puerto Portovelo, cerca de Bahía de Caráquez (provincia de Manabí), reciben turistas en la isla Corazón, un refugio de paz repleto de vida silvestre, paisajes y leyendas.
Navegando en el manglar.

Atentos al cangrejo. Es tan andarín escabulléndose en el laberinto de ramas apretadas del manglar, que los pobladores de la cercana comunidad de Portovelo tienen una creencia. Cuando un niño llega al año de edad y aún no camina, la madre puede decidir aplicarle en las articulaciones de las piernas el viscoso contenido del carapacho de este pequeño crustáceo correlón.

Con eso, dice Luciano Moreira, conductor de la canoa, el pequeño adquiere parte de los poderes del cangrejito (como en las historietas de superhéroes). Pero hay una advertencia: ¡Cuidado le aplican mucho de ese líquido! Porque la madre corre el riesgo de que su niño, con el paso de los años, se vuelva demasiado andarín, vago, brinquillo, vacilón o trotamundos. ¡Así de poderoso es el cangrejo!

También es así de andarín, porque en su única aparición sus patas le ganaron en velocidad a las manos de nuestro fotógrafo.

Con esa experiencia seguimos navegando en el callejón de manglares que ha sido adecuado por los propios pobladores de Portovelo, un caserío de un centenar de familias dedicadas a la siembra de maíz y maracuyá, la pesca y, desde 1999, al turismo como una opción de supervivencia.

Este sendero náutico permite al turista conocer el manglar desde dentro, desde su médula, ofreciendo el bullicio de las fragatas, el olor salobre de las aguas, el sacudir de la marea y un calor que se percibe como una tibia caricia tropical.

Las fragatas macho inflan una bolsa roja en el cuello para atraer a las hembras.
La excursión dura aproximadamente tres horas irrumpiendo en la vegetación de esta isla que antes tuvo forma de corazón. “La deforestación provocó que mucho del manglar se pierda, pero en la última década se ha emprendido una gran campaña de recuperación”, señala Patricio Tamariz, gerente de Bahía Dolphin Tours, compañía de Bahía de Caráquez que impulsa el desarrollo y capacitación en turismo de los pobladores de Portovelo.

El guía nativo Francisco Reyes siente que su comunidad está cada vez más preparada para recibir visitantes. “Sabemos hablarle, atenderlo, explicarle las leyendas, como la del duende Felipe, que cuida el bosque de la isla Corazón”, indica este habitante de Portovelo que, al igual que los demás guías, comparte con los turistas sesiones de pesca con trasmallo (red larga), atarraya (red circular) o con caña para atrapar corvinas, lisas o camarones, que después son preparados en Puerto Portovelo, sitio donde residen diez familias y opera el centro de interpretación, un rústico restaurante y, próximamente, un museo.
Grace Moreira y otras mujeres estampan y comercializan camisetas de la isla Corazón.

Un duende con corazón
El duende Felipe protege la biodiversidad de esta isla que despunta en el estuario del río Chone, a unos 30 minutos del muelle principal de Bahía de Caráquez. Las mujeres jóvenes son sus más queridas visitantes (busca seducirlas con sus ojos brillantes). “Una vez lo vi entre los árboles”, dice Luciano.

Mientras que los taladores del manglar son sus principales enemigos, agrega, por eso produce un alarido que busca alejarlos de este territorio que es hábitat de una de las colonias de fragatas más grande del Pacífico Sudamericano, con unos 5.000 individuos que comparten el territorio con pelícanos, ibis blancos, guacos, martines pescadores y especies migratorias, albergando un total de 50 especies de aves, las cuales a veces deben levantar vuelo de manera acelerada cuando se topan con alguna boa constrictor, otra huésped del tupido manglar.

Las iguanas también son parte de un panorama que se hace más intenso a medida que la canoa sigue penetrando por el laberinto de manglares, e incluso esta actividad puede ser complementada con una caminata por un sendero pedestre que aproxima al visitante en la estructura de estos árboles, que tienen la característica de multiplicarse rápidamente en un ambiente protegido.

Después de tales actividades, los visitantes son llevados a Puerto Portovelo, en donde encontramos a una veintena de guías nativos recibiendo una charla de capacitación ofrecidas por los ministerios del Ambiente y de Turismo. Diógenes Moreira, presidente de Asomanglar, motiva a los presentes para seguir trabajando por la isla Corazón. “El turismo es nuestro futuro”, afirma, pero para ello agrega que deben seguir unidos y capacitándose. Así llegarán más visitantes a esta isla habitada por miles de aves, cangrejos andarines y un duende enamorador con conciencia ecológica. (M.P.)

Fuente: La Revista

martes, 22 de diciembre de 2009

Bioluminiscencia en Galápagos

Desde Las Encantadas
Paula Tagle

Estos organismos, que viven en un mundo oscuro, crean su propia luz para varios propósitos: comunicarse, aparearse, iluminar su entorno, protegerse, atraer presas, y otros desconocidos que quedan en el misterio”.

He preguntado a mis amigos cuándo fue la primera vez que lo vieron y qué interpretación dieron a semejante fenómeno. Uno me cuenta que cuando tenía 8 años, vacacionando en Salinas, observó que el mar se llenaba de incontables puntitos de luz; como buen futuro biólogo, dedujo que debía tratarse de algún tipo de animalillo extraño. Otro amigo, de los Andes, lo vio por primera vez en Galápagos, y pensó que alguien debía estar apuntando reflectores sobre el agua.

Yo tuve conciencia del fenómeno una vez que acampaba en Data. Caminaba por la playa con mis amigos, luego de una fogata maravillosa, y vi de pronto cómo esas olas largas traían en su cresta esferitas verdes fosforescentes. Corrimos hasta la orilla a ver si era cierto. Entonces tocamos la luz que se adhería con facilidad a nuestras manos. ¡Era real! Nos decoramos la cara, unos toques de luminosidad en la nariz, otros bajo los ojos, bigotes de gato, cejas de payaso. Como buenos politécnicos, ninguno tenía idea de lo que era la bioluminiscencia, y sin intentar dar explicación al prodigio disfrutamos de la luz.

Ahora entiendo que se trata de un fenómeno normal, nada de otro planeta, ni resultado de alucinaciones o ávida imaginación. Bioluminiscencia es, como su nombre lo indica, luz producida por seres vivientes, y cuando ocurre en los océanos, por vida marina.

Marea roja formando olas brillantes en una playa de Carlsbad, California. La bioluminiscencia de estas olas se debe a los miles de millones de ingulodinium polyedrum (dinoflagellata) presentes en el agua.

Pequeños organismos
En la protección que brinda la noche, cientos de criaturas que habitan en la capa profunda de dispersión (a trescientos metros de profundidad) ascienden a la superficie del mar para alimentarse. En la noche tienen menos depredadores, y la zona fótica es rica en alimento: fitoplancton y zooplancton.

Estos organismos, que viven en un mundo oscuro, crean su propia luz para varios propósitos: comunicarse, aparearse, iluminar su entorno, protegerse, atraer presas, y otros desconocidos que quedan en el misterio.

La bioluminiscencia es en mayor porcentaje luz fría producida a través de un proceso químico en que la oxidación de un sustrato de proteína luciferina es catalizado por la enzima luciferasa, liberando fotones (partículas del fenómeno electromagnético) de luz. La luciferina cambia según el organismo, por lo que el color de la luz que se produce es diferente según la especie.

Puede hablarse de tres tipos principales de bioluminiscencia (www.wikipedia.org): la intracelular, la extracelular y la de bacterias simbióticas. La bioluminiscencia intracelular es generada por células especializadas del propio cuerpo de algunas especies y cuya luz se emite al exterior a través de la piel. Este tipo de luminiscencia es propia de muchos tipos de calamar y de dinoflagelados. La bioluminiscencia extracelular se da a partir de la reacción entre la luciferina y la luciferasa fuera del organismo.

Una vez sintetizados, ambos componentes se almacenan en glándulas diferentes en la piel o bajo esta. La expulsión y mezcla de ambos reactivos en el exterior produce nubes luminosas. Este tipo de luminiscencia es común a bastantes crustáceos y algunos cefalópodos abisales. El que parece ser el fenómeno más extendido en el océano es la bioluminiscencia por bacterias simbióticas.

En diversos lugares del cuerpo, los animales disponen de pequeñas vejigas, comúnmente llamadas fotóforos, donde guardan bacterias luminiscentes. Normalmente estos órganos luminosos están conectados al sistema nervioso, lo que permite al animal controlar la emisión lumínica a voluntad, este es el caso para celentéreos, gusanos, moluscos, equinodermos y muchos peces, menciona la página web en mención.

Fenómeno natural
Entonces, no hay misterio. O lo hay, tanto en cuanto queramos maravillarnos de la magia que la vida en sí misma representa. El cielo lleno de estrellas, y en el mar, el agua verde y azul de astros con cilios, flagelos, ocho patas, sistema nervioso, criaturas que al desplazarse dejan un halo de luz. Puedo decir que he nadado entre luceros, que me he sumergido en colores centelleantes, y he retornado del mar al cielo sin pasar por la tierra, en un espacio uniforme de cuerpos refulgentes; me he asustado también, sin saber dónde era arriba, o dónde abajo, confundida y atrapada por la luz. Muchos la han visto desde la orilla, otros colgados de un barco, una panga, navegando en noches sin luna, estelas radiantes en el agua, cascadas luminosas escarchando el mar al levantar un ancla.

Imagino que habrá cientos de historias fantásticas, de sirenas fluorescentes, delfines con aureolas sobrenaturales en tiempos de equinoccio. Sin embargo, lo más increíble de todo es que se trata de un fenómeno natural, es luz de vida en los océanos de la tierra, de la que sabemos tan poco y que, sin embargo, representa el mayor porcentaje de vida en el planeta.

Fuente: La Revista

sábado, 19 de diciembre de 2009

A edificar y pintar con materiales ecológicos

Martha Torres Moreno - Redacción Guayaquil
La U. Católica ejecuta el proyecto. La tarea promueve un nuevo concepto en construcción de casas, con materiales no convencionales
Foto: Amelia Andrade / EXPRESO
Trabajo. Leslye González, egresada de Arquitectura, saca los nudos de la caña picada para lograr láminas compactas y consistentes.
Pintura y materiales alternativos para construcción de viviendas, denominados genéricamente “ecomateriales”, están siendo elaborados en la ciudad con el uso de arcilla y la caña guadua como base.

El trabajo forma parte de un proyecto de investigación que, desde hace seis meses, está desarrollando un equipo de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil.

El proyecto cuenta con el financiamiento de la Secretaría Nacional de Ciencia y Tecnología (Senacyt) que entregará $815.359,60 y con $81.535,96 que aportará el alma máter.

Está a cargo de un grupo de nueve personas, entre arquitectos, egresados, ingeniero químico e industrial, quienes con los primeros recursos recibidos ($109.000) han desarrollado pintura ecológica y materiales alternativos para la construcción, que ofrecen las ventajas de reducir la contaminación ambiental y los costos de las viviendas en el país.

Pintura con arcilla
Como primer paso, los investigadores procedieron a recolectar, de diversas partes del país, tierras arcillosas de varios colores, del blanco al negro pasando por una numerosa gama de tonos y matices, que la utilizaron como pigmentos para obtener pinturas naturales.

Esa pintura tiene como objetivo no solamente decorar, sino proteger las paredes para aumentar su durabilidad y hacer confortable un espacio interior.
El mercado nacional tiene diversas clases de pintura, muchas de ellas a base de agua que contienen pigmentos sintéticos, resinas y otros aditivos, la mayoría importado.

Esto eleva sus costos hasta en un 25% anual, haciendo prohibitiva su adquisición por parte de las familias de bajos ingresos.

Mediante la elaboración artesanal de pinturas a base de arcilla (ver gráfico), se busca la eliminación total o parcial de pigmentos importados, obteniendo pinturas económicas, ecológicas, permanentes, de varios colores e intensidad y a la vez colores llamados terracotas, hoy de intensa demanda.

Mezclando 16 litros de agua (cada litro pesa el equivalente a 1 kg), con 8 kg de arcilla y 4 litros de goma blanca, se pueden obtener 22 litros, es decir 5,5 galones de pintura ecológica.

Según los investigadores, el único valor realizado por compra es el galón de cola blanca, cuyo costo es de $6, por lo que cada galón de Eco-pint tendrá un costo de un dólar.

“Por ser de textura gruesa se la puede aplicar sobre superficies rugosas o sobre paredes de bloques sin enlucido”, asegura Tanya Donoso, una de las ejecutoras del proyecto.

Materiales con caña
Otros materiales alternativos de construcción fueron desarrollados con la caña guadua, un material de alta oferta en el país y que reemplaza a otros tradicionales de alto consumo de energía incorporada como el hormigón y el hierro, reduciendo las emisiones de óxido de carbono y dióxido de azufre.

Su obtención y uso solo es conocido en Ecuador, Colombia y Perú y en contados países de Asia y África.

Desde 1972, la Fundación Hogar de Cristo ha edificado en la región Litoral, 156.226 casas con paneles de caña guadua a un costo de $ 840 cada una.

En cambio, el equipo de la Universidad Católica ha desarrollado componentes constructivos que pueden ser utilizados para paredes, pisos, vigas para techos, puertas, ventanas, cielos rasos y otros, que estarían en el mercado a precios muy bajos (aún no lo definen).

Estos se elaboran con las placas o láminas de alta resistencia que se obtienen luego del picado y prensado de la caña. Los elementos no producen contaminación y en cambio son económicos y resistentes.

La planta de investigación estará en Bastión Popular
El aula 202 de la Facultad de Arquitectura ha sido convertida en una provisional planta donde, a través de una prensa de 30 toneladas, se procesa la caña para obtener placas o láminas de alta resistencia, de varios espesores y acabados que pueden ser utilizados para la construcción de viviendas. En el mismo lugar se elabora pintura a base de arcilla.

Jorge Morán, Ricardo Mondello, Tanya Donoso, Javier Méndez, Adriana Donoso, Leslye González y Virginia Avellán son los ejecutores del trabajo.

Hogar de Cristo les facilitó un terreno en Bastión Popular en donde instalarán la “planta piloto de investigación, producción y transferencia tecnológica en uso de ecomateriales innovadores para la construcción de vivienda a bajo costo”. Ellos cuentan con prensa, taladros eléctricos, rastrilladoras, etc., para seguir desarrollando la tarea que puede convertirse en una fuente de empleo para las familias de las áreas urbana y rural . (MTM)

Martha Torres Moreno - Redacción Guayaquil
Fuente: expreso.ec

miércoles, 16 de diciembre de 2009

El enigma de los vinos ecuatorianos

Aventureros empresarios le apuestan a su producción

En las arcillosas tierras de la Península ecuatoriana, en San Miguel de El Morro, a solo 90 kilómetros de Guayaquil, crecen jóvenes cepas francesas que auspician el nacimiento de una colección de vino

El visitante tiene que desviarse por un camino polvoriento que se abre justo antes de llegar a la base militar del grupo de caballería mecanizada de Saraguro. La carretera es sinuosa, de subidas y bajadas, que -casi al final- se convierte en una senda que bordea las aguas de los canales de riego de la Comisión de Estudios para el Desarrollo de la Cuenca baja del Río Guayas, (Cedegé).

La travesía, por un paisaje más bien triste, llega a su final, en medio de malezas y uno que otro arbusto. Los madereros se llevaron todo: los algarrobos, los guayacanes, las agüillas, los cascoles. Lo único que dejaron fue la infaltable brisa de 3 a 4 de la tarde y las grandes e imponentes ceibas: “retienen mucha agua, por eso ni para madera sirven”, aclara el espantapájaros, un campesino de sombrero alón y cartuchera de correaje al hombro.

Sobre el paisaje ondulado, en el calcáreo suelo de San Miguel de El Morro, el milagro: 9 hectáreas sembradas con más de 30.000 plantas emparradas y en cordones en T de las mejores cepas francesas: cabernet sauvignon, merlot, pinot noir, shiraz, chardonnay, malbec. Dispuestas en hileras a 2 metros y medio la una de la otra, sobre una reserva de seis millones de metros cúbicos de agua, a 80 metros de profundidad.

San Miguel de El Morro no es, desde luego, Martha’s Vineyard, pero desde que en los 80 la Cedegé trajo a expertos brasileños con el fin de crear un plan de riego para la zona, pronto la tierra ha ido cobrando su verdor. Crecen el mango, la papaya, las bananas. Y desde el 2001, los ¡viñedos! de la empresa ecuatoriana Dos Hemisferios, fabricante de los vinos tinto, Bruma y Paradoja. Y de Enigma, un vino blanco chardonnay, con intenso aroma a frutas tropicales.

¿Viñedos? El gerente de producción de Dos Hemisferios es Pablo Taramelli, un físico argentino de la Universidad de Lovaina (Bélgica), quien abandonó el estudio de los átomos para gravitar en torno a los vinos. Los entendidos dicen: imposible, entre los trópicos de Cáncer y Capricornio no se puede hacer buen vino. “Falso, estamos en el centro y produciendo vinos que ya han obtenido premios internacionales”, dice Taramelli, con su inconfundible acento argentino.

Enigma que sale por primera vez hoy al mercado nacional, no solo ganó en Quito premio de Plata en el Concurso Internacional Gala del Vino 2009 entre 214 vinos del mundo. También obtuvo oro en el IX Concurso Internacional de Vinos, realizado en octubre pasado en Mendoza (Argentina).

Desde Mendoza, el enólogo Abel Furlán -encargado de ver desde la calidad de la uva hasta las normas para realizar el embotellado- lo confirma: “Compitió entre 836 vinos de todo el mundo -como el riesling de Alemania- obteniendo medalla de Oro”, con la aprobación de 90 catadores internacionales.

Llegar allí ha sido un camino lleno de ensayo y error, como en la física. Se empezó con las uvas de mesa que dejaron los agrónomos de la Cedegé a los campesinos, después cebolla perla que exportaban a EE.UU.: “con el atentado a las Torres el negocio se arruinó”.

La uva, como la aceituna, necesita de tierras pobres. “Otro mito”, sostiene Taramelli. “En Europa lo hacían así porque las buenas se destinaban a las hortalizas, y tanto la uva como la aceituna son plantas aguantadoras, que se adaptan a cualquier terreno”. A alguien se lo oyó, y lo cuenta.

Taramelli y su socio de aventura, Guillermo Wright, se encargaron de derribar uno a uno los mitos. Nadie sabía en el país de viñedos. Ni ellos. Recurrieron a la ayuda de un agrónomo argentino. Trajeron las varas en valijas. Primero de Brasil, luego de Argentina. Instalaron en sillas a algunos trabajadores para que ensayaran a hacer las puntas y amarrar los injertos. Fueron semanas enteras de exámenes.

En 2004, bajo el luminoso cielo de San Miguel y las corrientes frías de Humboldt, se sembraron las primeras cepas francesas. En 2007, lista la primera cosecha, Wright, director de la Cofradía del Vino en Guayaquil, se encargó de hacer “catas ciegas”. Los invitados eran amigos: 20 en total. De Paradoja, el primero en salir, se obtuvieron 1.460 botellas. Pasados los “exámenes”, y listo para la venta, solo habían 863: ¡597 redomas en degustaciones!

Los nombres fueron el resultado de reuniones entre amigos y esposas. Paradoja, fue ocurrencia de un compañero. Bruma, de Wright. Y Enigma, el último de los vinos en salir, de Debbie Lebed, amiga de la esposa de Taramelli.

Para celebrar el repentino éxito de estos morapios ecuatorianos, los 20 amigos decidieron una tarde escaparse hasta el viñedo, cargando quesos, pan y fiambre, además de las mesas, los vinos y los manteles. Lo hicieron al morir la tarde, bajo una frondosa ceiba, la única que dejaron en pie los madereros. La escena se repitió, una semana después, entre las esposas. ¡Salud!

Los Datos
Cultivadores. España, con 1,2 millones de hectáreas, es el mayor cultivador de Europa. Le siguen Francia e Italia. productores. Sin poseer las mayores extensiones, Francia es el mayor productor de vinos del mundo con 55 millones de hectolitros al año.

Francisco Quintero Redacción Guayaquil
Fotos: Jonathan Miranda - Expreso
Fuente: expreso.ec

lunes, 14 de diciembre de 2009

Ramón Piaguaje, el pintor de la selva

Ramón Piaguaje, el pintor de la selva

Texto y Fotos: Moisés Pinchevsky

El bosque nativo de Sucumbíos es el hogar del artista secoya que con su arte ha llevado los colores de la Amazonía ecuatoriana al mundo.

(Con la deforestación) Los monos salían arrastrándose medio muertos como si fueran bebés humanos. Pobrecitos. Algunos se salvaron al pasarse al bosque de la comunidad”.
Ramón Piaguaje

Cada ser viviente que respira en los verdes escenarios del bosque amazónico es protegido por Mahuajó, un guardián secoya vestido con túnica azul, corona de plumas de tucán y collar de semillas brillantes, que a pesar de su metro de estatura es tan poderoso que puede convertirse en cualquier criatura del bosque.

El príncipe Carlos premió a Ramón Piaguaje el 17 de febrero del 2000. Su cuadro Amazonía eterna se destacó entre pinturas enviadas por más de 20 mil artistas del mundo.

Solo puede ser observado por los chamanes después de haber bebido la esencia de la planta alucinógena llamada ayahuasca. Y maldito sea el mortal que logre observarlo en alguno de los recovecos de la selva... porque queda loco, desquiciado, perturbado, sin alma, sepultado en la oscuridad de la inconsciencia. Por eso ningún secoya se atreve a buscarlo. Solo confían en que permanezca cumpliendo su labor ecologista en la espesura de ese bosque de laberintos profundos que desde siempre ellos han llamado su hogar.

El pintor Ramón Piaguaje, de 47 años, comparte esa historia sobre las creencias de su pueblo. Sin embargo, aclara: “Desde los 18 años mi vida está entregada a Cristo Jesús. Él es el único Dios verdadero que está sobre todas las cosas”. Los misioneros cristianos han llevado la palabra de Dios a los 400 secoyas ecuatorianos que habitan en las 40 mil hectáreas de las comunidades de San Pablo de Catëtsiaya y Siecoya Remolino Ñe’ñena, ubicadas en la parroquia San Roque, cantón Shushufindi, y en El Eno, localizada en la parroquia Tarapoa, cantón Cuyabeno. Las tres en la provincia amazónica de Sucumbíos, al nororiente del país.


El taller del pintor está junto al bosque nativo de su comunidad.

Piaguaje reside en los alrededores de San Pablo, en una humilde casa de dos pisos de madera y techo de zinc que está rodeada por una plantación de plátano y un patio de tierra asaltado por el correteo bullicioso de sus tres hijos menores, además del revoloteo de cuatro perros adultos, tres cachorros y una veintena de gallinas de plumaje blanco impecable.

Aquí transcurre la rutina del pintor que en diciembre de 1999 se enteró de que había ganado el primer premio del concurso Our World in the Year 2000 (Nuestro mundo en el año 2000), auspiciado por el príncipe Carlos de Inglaterra. El 17 de febrero del 2000, el futuro monarca lo recibió en el palacio de Saint James, en Londres, para homenajearlo por haber triunfado con su obra Amazonía eterna. Esta se destacó entre los trabajos de 22.367 artistas que en su mayoría presentaron cinco pinturas cada uno. Piaguaje dedicó un mes a hacer solo una. “Pero cuando la terminé sentí que Dios me decía que era el ganador”.


Primero dibuja la naturaleza en papel para captar los detalles y formas con realismo.

El curador personal del príncipe Carlos viajó a San Pablo para anunciarle personalmente a Piaguaje que había ganado y para comprobar que realmente existía tan extraordinario pintor de la Amazonía. “Me dijo que mi cuadro era de un gran realismo y que contenía más de 300 colores. ¡Algo sorprendente!, me aseguró”. Y en febrero se lo llevó al Reino Unido para la premiación.

“Durante mi entrevista con Carlos en el palacio de St. James le pregunté si él realmente era un príncipe (una traductora intermedió en la conversación). Me dijo que sí. Entonces le respondí que estábamos a la par, porque yo era un príncipe de la selva”, bromea Piaguaje sobre esa anécdota que realmente ocurrió y que fue divulgada por los diarios de Europa.

El príncipe de Gales y el príncipe de la selva se reunieron aquel día al que califica como feliz y memorable. Hoy, casi nueve años después, Piaguaje me invita a su estudio para, acompañado de sus pinceles, tubos apretujados de colores y obras inconclusas, abrir el baúl de su memoria y conocer sus inicios como artista.


Amazonía eterna

Paralizado frente a la grandeza
Ramón Piaguaje nació, efectivamente, de la realeza. Sus padres eran respetados chamanes y líderes de su comunidad secoya, cuyos hombres pescan, cazan y siembran maíz, yuca, arroz y plátano para subsistir, mientras que las mujeres se dedican a tejer artesanías con fibras vegetales. Es el último de seis hermanos y desde pequeño se sintió atrapado por los colores del bosque. “Caminando con mis padres y hermanos, de repente me quedaba rezagado. Me paralizaba por varios segundos mirando el paisaje, tratando de dibujarlo en el aire con mi dedo”, recuerda este indígena que a los diez años también utilizaba su dedo para trazar escenarios sobre la arena de las playas del cercano río Aguarico.

En la escuela dibujaba los paisajes amazónicos con plumas y lápices en papeles que luego entregaba a una misionera estadounidense a cambio de galletas y dulces, señala con una voz limpia que transmite una paz que es herencia de su pueblo. “Los secoya somos gente tranquila, nuestro camino es el diálogo y no interrumpimos a quien nos habla”, indica, sin embargo, sus leyes castigan el adulterio y la traición con la muerte. El padre de un hijo infractor debe entregarlo a la comunidad para que sea atravesado por las lanzas de chonta. “Pero hace cuarenta años que no ocurre algo así”, afirma y comenta que el cristianismo los ha alejado de esa vía de justicia.


El artista cuida que sus obras capturen los aspectos más mínimos y sutiles de la vegetación.

“El arte era vaguería”
Su interés por el arte tuvo un receso desde los 21 años de edad, cuando se casó. “Debía dedicarme a trabajar la tierra, cazar y pescar. Ponerme a pintar era visto como vaguería por mi esposa”, recuerda el artista, quien aún gusta de esas actividades, sobre todo de la caza. Por eso recuerda que a los 23 años se internó solo en el bosque y mató con su escopeta dos cerdos salvajes de 80 libras cada uno. “Me los trepé a los hombros y caminé por varias horas hasta llegar a casa. Mi mujer me recibió, me dio de comer y caí desmayado del cansancio”.

Regresó a su vocación artística y autodidacta en 1990, cuando el antropólogo William Vickers, quien vivió en la comunidad secoya por varios años, le regaló una caja de pinturas de óleo. Aquello brindaba nuevos horizontes a Piaguaje, quien hasta entonces solo había trabajado con los negros y rojos que extraía de semillas del bosque. Su primera exposición fue dos años después en la Universidad Católica de Quito. Fueron siete obras que se vendieron a unos 700 sucres cada una. “Constituyó una grata sorpresa para el arte. Se iniciaba el descubrimiento de una historia biográfica-artística”, escribió Stella Barrera, quien entonces comenzó a surtir de lienzos y óleos al artista.

Fue Barrera quien como representante en el Ecuador de la compañía británica de materiales de arte Windsor & Newton, que organizó el concurso Our World in the Year 2000, convenció a Piaguaje de participar en ese evento internacional, que tardó un año en analizar las obras de los participantes para determinarlo como ganador… para cambiarle la vida.

Desde entonces sus cuadros han sido solicitados por quienes están dispuestos a pagar los más de 15 mil dólares que vale cada uno. Sin embargo, no es un hombre adinerado. Sus recursos los utiliza para ayudar a obras sociales que impulsa la iglesia cristiana de su cantón, como la construcción del templo y la compra de motores fuera de borda. También tiene una casa en Quito y una camioneta Toyota roja doble cabina del 2005 que disfruta de manejar para pasear con su familia.

En la comunidad gusta, al igual que otros secoyas, de vestir su tradicional hábito, andar descalzo (sus pies son grandes y gruesos), beber chicha de maíz y comer carne de guanta. Aunque para salir a Shushufindi, Lago Agrio o Quito luce camisetas y jeans de marcas extranjeras, bebe jugo de naranja en botella y come galletas empaquetadas en plástico.


El artista posa en casa con su sobrino Jaime (11 años), su hija Marly (12), su nieta Emilia (3), su sobrina Mélida (13, pariente secoya venida del Perú) y su hijo Johnny (7), cuyo hermano gemelo, Michel, no consta.

Protector del bosque
El taller de Ramón Piaguaje está en el altillo de la primera casa que habitó cuando se casó a los 21 años. Está a un kilómetro de la vivienda donde hoy reside con su esposa y tres hijos menores. Se mudó para estar junto al camino de tierra que lleva a sus pequeños a la escuela. Los tres mayores estudian carreras universitarias en Quito, por eso su padre semanalmente maneja ocho horas por la vía Shushufindi-Lago Agrio (Nueva Loja)-Quito para visitarlos.

El taller tiene unos 15 m². Sus muros constan de tablones de madera clara y grandes ventanales cubiertos por mosquiteros que permiten que la luz natural alumbre una repisa de madera empotrada y una mesa de plástico blanco donde apoya sus instrumentos de trabajo.

Este es el ambiente donde Piaguaje no pinta lo que ve. Pinta lo que siente, lo que conoce. Así lo hicieron los franceses Claude Monet con las campiñas y Henri de Toulusse Loutrec con los burdeles. Piaguaje utiliza preferentemente tonos verdes y cafés que prevalecen para darles forma a las hojas, troncos, lianas, tallos, palos y musgos que componen sus imágenes del más puro realismo.

Su técnica es simple: camina desde esta casa hasta que las sombras del cercano bosque nativo comienzan a abrazarlo. Con su lápiz o pluma dibuja en papel los trazos de las enredadas formas de la naturaleza que observa para, posteriormente, transferirlos al lienzo a través de la pintura al óleo. Este proceso puede tomar un mes de trabajo hasta completar los más mínimos detalles expresados en las hojas más pequeñas (cientos o miles de ellas).

Suele pintar de atrás hacia adelante, por lo que primero se asoman los contornos alejados para luego destacarse las hojas y ramas que parecen escaparse del lienzo a través de la perspectiva y las sombras. La selva es su hogar, la selva es su alma. “Airo ñacaiye” significa proteger la naturaleza en su idioma nativo. Son palabras que brotan de su corazón. Por eso sus ojos transmiten angustiosa resignación cuando le pregunto por qué en este cantón Shushufindi hay tantas hectáreas sembradas de palmeras aceiteras. Después me entero que son cerca de 10 mil hectáreas de bosque nativo que en la década de los años setenta fueron concedidas a una empresa privada por el entonces Instituto Ecuatoriano de Reforma Agraria y Colonización (Ierac).

Era tierra considerada “baldía”, pero donde respiraban cientos de miles de árboles centenarios que daban cobijo a los tigrillos, boas, monos, aves, guantas y demás animales del bosque. Todos murieron bajo el paso de las sierras y los tractores. En los años noventa, la concesión de tierras creció (unos ancianos secoyas me dicen que se triplicó) y Piaguaje recuerda haber visto la matanza. “Los monos salían arrastrándose medio muertos como si fueran bebés humanos. Pobrecitos. Algunos se salvaron al pasarse al bosque de la comunidad”, recuerda.


El bosque que rodea su hogar le brinda los escenarios que ha estado plasmando en sus obras desde niño.

Los colores de la fe
El sol de la tarde comienza a pintar en ocaso cuando salimos del taller para mostrarme el área donde acostumbra captar los escenarios de sus obras. Toma una hoja y empieza a bosquejar un penacho de hojas retorcidas asomadas en un tronco seco, mientras escucha el griterío de las aves que a esta hora despegan de sus nidos para alimentarse de semillas y frutos. Estamos en el mundo maravilloso del poderoso Mahuajó, quien supuestamente protege la naturaleza. Otra leyenda local señala que cuando un secoya muere es recibido en el paraíso por una mujer que le brinda una bebida sagrada en un recipiente que luce vacío. Solo el secoya que se sirva la bebida con fe, a pesar de no verla, podrá ingresar a la salvación.

¿Por qué uno de los mejores pintores del Ecuador aún reside alejado de la civilización, en lo profundo de la selva de Sucumbíos? La respuesta también está en la fe: “Dios me ha bendecido al darme aquí un hogar feliz; aquí tengo todo lo que necesito: mi familia, mi casa, mi bosque, mi río, mi alegría; aquí tengo los escenarios de mi arte, aquí soy feliz”. No se le puede pedir más a la vida.

Contacto: jpiaguaje@fibertel.com.ec

Fuente: La Revista

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